Entradas

Mostrando entradas de junio, 2010

Pueblos del Camino: Agüero

Imagen
D entro de la denominada Hoya de Huesca, la zona que comprende los Mallos -impresionantes formaciones rocosas de origen antediluviano- adquiere, sin duda, una trascendencia y una significación especial, no sólo por la magnificencia de un paisaje que atrae poderosamente la atención en el espectador, sino, también, porque de su entorno surgió, allá por el siglo XII, la figura de un Magister o de un gremio de cantería muy particular, que extendió su peculiar visión del estilo de la peregrinación también a las provincias adyacentes. Me refiero, naturalmente, al denominado Maestro de Agüero , cuya identidad, al cabo de los siglos, continúa siendo un auténtico misterio. Misterio que, hipotéticamente hablando, tal vez tenga relación con una curiosa grafía que, como parte de ese impresionante mosaico de testimonios canteros que se puede apreciar en la iglesia de Santiago, se repite hasta la saciedad, abundando especialmente en la zona del ábside. P ero éste, sin duda, es sólo uno más de los e

Espectros de Loarre

Imagen
C omo vengo afirmando a lo largo de estas últimas entradas, no hay mejor elemento que un castillo, para hacer florecer todo tipo de historias y leyendas. Sobre todo, aquellas historias y aquellas leyendas que, nacidas en ese paradigmático y perpetuo purgatorio que es la imaginación humana, conectan los castillos con el sombrío mundo de lo sobrenatural. B ajo este punto de vista, es difícil no encontrar un castillo que, en base a algún oscuro episodio épico de su historia, no arrastre consigo alguna terrible leyenda, en la que las apariciones fantasmales cobran una inusitada relevancia, conjurando mitos que se van perpetuando a lo largo del tiempo. En el castillo oscense de Loarre, sin ir más lejos -tampoco tan cerca, pues está situado, aproximadamente, a unos 400 kms de Madrid- las leyendas sobre apariciones fantasmales son, si no múltiples, al menos variadas, constituyendo, quizás, las más conocidas aquellas que se refieren a una descendiente del Papa Luna -la abadesa Violante- y otra

Castillos del Camino: Almenar

Imagen
S i bien es cierto que no todos los castillos quedan dentro de la influencia de ese mágico, simbólico y extraordinario tablero del Juego de la Oca, que para muchos constituye la laberíntica aventura espiritual que conlleva el Camino de las Estrellas, no es el caso, desde luego, de este interesante castillo de Almenar. Y no lo es, porque tanto el castillo, como el cercano Santuario de la Virgen de la Llana fueron, y son todavía, parte del denominado Camino Soriano de Santiago, posiblemente más conocido y magnificado dentro del Camino Castellano-Aragonés. A hora bien, dentro o fuera de ese maravilloso Camino iniciático, el misterio y la magia siempre están presentes cuando hay un castillo cerca. U n amante de la Literatura, por ejemplo, encontraría, sin duda, aceptablemente mágica -cuando no romántica- la anécdota de que precisamente entre estos muros naciera Leonor, la que fuera primera esposa y musa de Antonio Machado, bajo mi punto de vista, el más grande de los poetas que han cantado

Castillos del Camino: Olite

Imagen
L a visión de un castillo conlleva siempre el despertar de múltiples arquetipos; el afloramiento de sensaciones condicionadas por una visión preconcebida de un elemento histórico -en épocas, imprescindible- protagonista de mil y una historias de gestas guerreras y caballería. Por regla general, no es, si no, la Literatura, la responsable de buena parte de esa visión fantástica que nos ha condicionado desde la infancia. El castillo ha sido, y probablemente seguirá siendo, el protagonista esencial de un mundo, el medieval, influido por el romanticismo de las leyendas y por el sabor inconfundible de la magia y de la aventura. E spaña es tierra de historia; y también de castillos. Castillos que fueron germinando a lo largo de los ochocientos años que, aproximadamente, duró ese episodio épico denominado Reconquista, protagonizando todo tipo de hechos, incluidos los fantásticos. D esde luego, no todos los castillos que jalonan los principales lugares estratégicos de nuestro país, han tenido

Toledo: el sobrio encanto de las sinagogas

Imagen
S inagoga del T ránsito A llá, por enero de 2008, el escritor Javier Reverte afirmó, en una entrevista para la revista Paisajes desde el tren , que los kilómetros, me han hecho un hombre . En esa misma entrevista, y a la pregunta de ¿qué caracteriza a un viajero?, Reverte contestó: sobre todas las cosas, la curiosidad y la apertura de ideas. El gran viajero es aquel que se siente más alejado de los dogmas... N o estoy seguro de dar la talla como gran viajero , pero sí de los kilómetros realizados por esos caminos de Dios. Y es que, si el cuenta kilómetros de mi vapuleado Rover no miente, son ya alrededor de doscientos mil, insuficientes, desde luego, para batir un récord Guinness, pero suficientes, sin embargo, para poder hablar, en parte, de esas sensaciones y experiencias que conlleva el viajar. E s mi primera visita a Toledo, no obstante, y también la primera vez que pongo los pies en el interior de una sinagoga judía. Acostumbrado, sobre todo, a la explosión ornamental de los te

Toledo: la ciudad de las Tres Culturas

Imagen
E s muy posible que, contemplando esta ciudad milenaria, paseando por sus plazuelas y callejas, o simplemente respirando ese aire melancólico y ancestral, el visitante, ávido de leyendas e historias que contrarresten el tedium vitae cotidiano, presienta en su desplazamiento, el encuentro con el fantasma del moro Abu Walid, que perdió la ciudad frente a las tropas del rey Alfonso VI y desde entonces su espíritu vaga sin encontrar la paz; o se encuentre frente a un escaparate de artesanía tradicional, con el fantasma de Ahasverus, el judío errante, condenado a vagar sin descanso por su malevolencia cuando Jesús cargaba con la cruz camino del Calvario; ¿o por qué no?, al pasar bajo la Puerta de los Alarcones, toparse con el fantasma decapitado del pérfido alcalde Fernando Gonzalo, mandado decapitar por el rey Fernando III por su maledicente e infame pasión por robar honras. C ualquier cosa puede ocurrir en una ciudad como Toledo, desde el momento en el que cantan los gallos, hasta aquél