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Mostrando entradas de enero, 2013

Peregrinando por Asturias: Villaviciosa y su entorno

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  'No es verdad. El viaje no acaba nunca. Solo los viajeros acaban. E incluso estos pueden prolongarse en memoria, enr ecuerdos, en relatos... Hay que volver a los pasos ya dados, para repetirlos y para trazar caminos nuevos a su lado. Hay que comenzar de nuevo el viaje. Siempre. El viajero vuelve al camino...' (1) L a Comarca de la Sidra , la antigua Maliayo, una región especialmente atractiva, cuya mediática idiosincrasia se extiende hacia el interior, sin apartar una sola vez la mirada de esa Ría que la abraza en buena parte de su fértil territorio. Una comarca que, a fuerza de ser recorrida, supone, tanto para turistas como para peregrinos, una aventura inolvidable. Una región, igualmente prolífica en templos que conservan una parte mediática de ese singular Arte Asturiano -al que generalmente, se califica como prerrománico- así como también, un románico cuya calidad no sólo sorprende, sino que, además, induce a pensar en la existencia, en tiempos, de un important

Caminos de Asturias: Villaviciosa

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C ae la tarde en Villaviciosa y en el aire cálido de principios de septiembre, se entremezclan olores a salitre y campo, a fruta y bosque que se mezclan con el impenitente hedor a carburante quemado que emana de los tubos de escape de los coches que vienen y van alrededor de su histórico casco urbano. Las terrazas todavía están desiertas, cuando el Perquisitore da por concluída su búsqueda, y dejándose llevar por el cansancio de una larga jornada, se sienta en una mesa frente al antiguo Teatro Riera, actualmente reconvertido en Oficina de Información y Turismo. Aparte de una carretera empedrada por la que ocasional y desagradablemente circula algún vehículo, tan sólo un sencillo pero entrañable monumento se interpone entre su visión y las puertas acristaladas de la Oficina de Información y Turismo, que suelen estar más tiempo cerradas que informando al público. En lo más alto del monxoi pedestal, la cerillera mueve con garbo sus caderas marineras sin separarse de su cesta, mientra

De Lena al Monsacro, por la Ruta de las Reliquias

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‘¿A dónde vas romero, Por la calzada? Que yo no soy romero, soy santiaguero. A Roma van por tierra, yo miro al cielo. Va la luna conmigo descalza. Y sigo’. [Gerardo Diego] A ctualmente, cuando se están reactivando los mil y un caminos que desde cualquier lugar de España conducen a la tumba del Apóstol, en Santiago de Compostela (1) –reactivándose, de paso, las importantes cuestiones económicas que en el fondo subyacen detrás de la Inventio- muchos peregrinos vuelven su mirada hacia el Camino Primitivo: aquél que, seguido por Alfonso II y su corte desde Oviedo, supuso el comienzo de la gran aventura que, después de todo, es el Camino de las Estrellas. No olvidemos nunca, el dicho ancestral que decía que quien va a Santiago y no al Salvador, visita al siervo y olvida al Señor . Igualmente, muchos son los caminos que los peregrinos recorrían a lo largo y ancho de la geografía asturiana, siendo, quizás, el menos complicado, aquél que recorría la costa, desde puert

Un hito en el Camino de Madrid: la iglesia de San Ginés

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S ituada a escasos metros de esa Puerta del Sol -recordemos, que hasta ciudades trogloditas no exentas de encanto, como Tiermes, tuvieron también la suya- y ese poco menos que místico kilómetro cero, en plena calle del Arenal -lo que nos puede dar una idea aproximada de lo que era este lugar cuando después de la conquista agarena, la romana Madritum se convirtiera en la árabe Magerit -, la iglesia de San Ginés conserva, en las masónicas proporciones de su planta, una de las colecciones artísticas más amenas e interesantes, que la convierten, de hecho, en un pequeño y espectacular museo, que bien merece la pena visitarse. Es de este modo, como se puede llegar a la conclusión, de que la historia del lugar, aunque antigua y qué duda cabe, interesante, se reduce, no obstante, a un segundo plano, frente a los detalles de hermosura y heterodoxia que ha de proporcionar, posiblemente, claves discretas, no sólo para el peregrino que un día se acerca a Madrid utilizando los senderos -en s

Om Mani Padme Um: magia oriental en el corazón de Madrid

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D ice Joaquín Sabina, en una de sus canciones más conocidas, que él también se apea en Atocha . Como casi todos los visitantes, sin importar origen y condición, que un día recalan en esta ciudad que, aún a pesar de los pesares, tiene la rara cualidad de recibir a todo el que llega, si no con un caluroso abrazo, sí al menos con un guiño de ojos que el otro interpreta inmediatamente como una cita: te espero en el kilómetro 0. Debe de ser así, porque si no, no se explicaría que todo el que llega, vuelvo a repetir, sin importar origen, credo o color, tarde o temprano, termina paseando por la Puerta del Sol y sus alrededores. Tampoco importa la época, aunque el invierno, con esa invitación al canabalismo consumista que apadrina con el eslogan de Blanca Navidad , parece ser la estación más idónea -supongo que porque en mayor medida, a todos nos embarga esa morriña solidaria que olvidamos con la última campanada cada 31 de diciembre- para que ese Mundo de la Ilusión en que vivimos -Maya,