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Mostrando entradas de septiembre, 2012

Peregrino en Coaña

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'Al rey, rico cabaleiro, y al señor de la Altamira, junto al Teso del Campeiro, áureos bolos divertían...' (1) L a Arqueología, ciencia que debe mucho -pese a quien le pese- no sólo a los grandes Clásicos , sino también a los grandes Soñadores -a Schliemann pongo por ejemplo y como testigo, a él me remito- sitúan la Cultura Castreña , y por lo tanto, este Castelón de Villacondide -llámese Castro de Coaña, si así, y de manera popular se prefiere- en esa edad que, inmediatamente posterior a la del Bronce, se denomina, caóticamente, como del Hierro. Y digo caóticamente, porque ya lo dice el refrán: quien a hierro mata, a hierro muere . Y hierro, en efecto, encontraron sus habitantes, a los que poco, o más bien nada, les importaban el César, el Imperio Romano y el Urbi et Orbi que vendría después, posiblemente más artero, retrógrado y dañino que los anteriores. ¡Joder, si no lo digo, reviento!. A Ágora y Alejando Amenabar, me remito y que Dios me perdone, pues lejo

Peregrino en Tazones

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E s inevitable, pero hablar de Tazones implica, necesariamente, comentar, siquiera sea por aquello tan español de nobleza obliga , la anécdota histórica que une a este pinturesco pueblecito pesquero de la Ría de Villaviciosa, con la figura del emperador Carlos I de España y V de Alemania. Buenas o malas, las lenguas-que en España hay muchas, y bien sueltas, por cierto- afirman que una tormenta -desgraciadamente, nada dicen si fue provocada por bruxas , nuberos , ventolines o espumeros - alejó el navío en el que viajaba tan preeminente viajero, de su destino -probablemente uno de los principales puertos cántabros de la época, como Santoña, Laredo o Santillana del Mar, lugares, así mismo, de arribe de peregrinos, algunos de los cuales continuaban el Camino de la Costa o descendían por el puerto del Escudo hacia los misterios de las Merindades burgalesas, continuando viaje hacia la tumba del Apóstol, habiendo recogido el azufre tradicional de lugares como San Pantaleón de Losa, San

Peregrino en Luarca

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D entro del Camino Norte que recorre la costa asturiana, hay una pequeña perla conocida por todos los peregrinos que siguen este precioso sendero en su rumbo hacia el Oeste. Se trata de una ciudad muy especial para mí, pues no en vano, de sus cercanías son mis raíces paternas, y siento su singular hechizo desde aquellos felices y lejanos tiempos de infancia, en los que pasaba largas temporadas estivales. Hace unos días, he tenido la oportunidad -después de algún tiempo de sentirme atrapado por la venenosa morriña inoculada por ese pérfido y traidor demonio Meridiano , que me hizo recordarla con añoranza, quizás por segunda vez en poco tiempo en las páginas de este peregrino blog- de volver a los caminos astures y dar rienda suelta, entre otros rumbos, a ese caprichoso placer, a ese placentero derroche existencial, de hacer magia con el tiempo, sin importar otra cosa que rememorar aquél pasado feliz, no obstante con paseos y ojos del presente. C on ojos del presente, siempre reco

Peregrino en Lena

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'Santa Cristina se levanta, como una voz tiernísima, en la colina que está dominando todo el valle, conocido por el nombre de Vega de Rey, sobre el río Lena, próxima al pueblo de San Pedro de Felgueras...' (1). N o lo puedo evitar: siento una especial predilección por esta maravillosa iglesuca de Santa Cristina. No ha de extrañar, por tanto, que cada vez que emprendo la aventura de subir a mis Asturias queridas, una de las paradas obligatorias, sea precisamente aquí. Me agrada esa apacible tranquilidad que se siente cuando se deja atrás ese endiablado trasiego de prisas y circunstancias, de metas y locuras de acelerador, que es la Autovía Ruta de la Plata y se desliza uno como en una nube, por pueblines de casas dispersas, entre el cacareo vespertino de los gallos, el ladrido ocasional de los perros y ese sutil olor a pan recién cocido que escapa de las entreabiertas ventanas, mezclado con los aromas fuertes del café. Las ristras de panochas de maíz colgadas de los bal

Ruteando por el entorno de Silos

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- Mensajero eres, amigo, no mereces culpa, no; que yo no he miedo al rey, ni a cuantos con él son. Villas y castillos tengo, todos a mi mandar son, de ellos me dejó mi padre, de ellos me ganara yo: los que me dejó mi padre poblélos de ricos hombres las que me hube ganado poblélas de labradores; quien no tenía más de un buey, dábale otro, que eran dos; al que casaba su hija dóle yo muy rico don: cada día que amanece, por mí hacen oración; no la hacían por el rey, que no la merece, non; él les puso muchos pechos y quitáraselos yo. (1) N o deja de tener cierto regusto nostálgico patalear por la Vieja Castilla y detenerse, siquiera por unos minutos, a saborear es vino ancestral que, de tan añejo, ha quedado convertido hoy en día en fuerte coñác, donde quizás su cálida quemazón se haga más evidente en ese bastión histórico que es la región del Arlanza. Hablar, pues, de la Vieja Castilla y de ésta demarcación en particular, conlleva, no obstante, la obligación de