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Mostrando entradas de 2015

Feliz Navidad

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H ay una leyenda atribuida a los pigmeos africanos, que habla de un niño que encontró en la selva un pájaro que cantaba primorosamente y se lo llevó a su casa. Cuando le pide a su padre que traiga comida para alimentar al pájaro, éste se niega y lo mata. Llegados a este punto, cuenta la leyenda que el hombre mató al pájaro, y con el pájaro, mató el canto y con el canto, se mató a sí mismo. No matemos el Camino. F eliz Navidad y Feliz Camino

San Jerónimo el Real

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N o sólo parte de la mirada retrospectiva del arte arquitectónico que caracterizó ciertos periodos o modas en los siglos XIX y XX se dirigió a aquél estilo arcaico que los románticos definieron –con mucho acierto, en mi opinión- como bizantino , y que hoy día todo el mundo conoce como románico , sino que también fijaron sus pupilas y su imaginación, en aquél otro arte, más complejo, soberbio e inconmensurable, que procedente, quizás, de las nuevas incorporaciones a Occidente traídas por los cruzados de Tierra Santa –algunos investigadores, no obstante, suponen que su magnificencia y espontaneidad se debió exclusivamente a la necesidad de incorporar nuevas soluciones en los problemas y obsolencias del románico-, deslumbró desde mediados del siglo XIII hasta principios del siglo XVI, siendo sus mejores y más cautivadores exponentes, las grandes catedrales: el gótico. El neogótico o nuevo gótico , pues, también acaparó el interés de una sociedad que comenzaba a sentirse hastiada de

La iglesia de San Manuel y San Benito

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M enos conocida que la cripta de la catedral de la Almudena, pero siguiendo similares patrones neorrománicos que conformaron parte de los gustos o modas, elíjase lo que se prefiera, que imperaron a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, de los que, como ya se aventuró en la anterior entrada, fue en buena parte responsable el famoso arquitecto y restaurador francés Violet le Duc, la iglesia de San Manuel y de San Benito, es un hermoso compendio arquitectónico, que merece la pena conocer. Situada entre la calle Columela y la concurrida calle de Alcalá –justo enfrente del Parque del Retiro, no muy lejos del lugar donde se conserva parte de la portada y del ábside de la iglesia románica avulense de San Isidoro y algunos metros por encima de la archi-conocida Puerta de Alcalá-, los orígenes de este fascinante templo, hemos de situarlos entre los años 1902 y 1910, siendo los mecenas el empresario catalán Manuel Caviggioli y su esposa Benita Maurici, de cuyos nombres le viene l

La cripta neorrománica de la catedral de La Almudena

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N o todos los caminos llevan necesariamente a Roma, ni pasando por Compostela, han de finalizar, per secula seculorum , en el Finis Terrae . Infinito, el Mundo del Espíritu  ofrece multitud de puertos y escalas donde detenerse y dejar que las sensaciones afloren. No importa, tampoco, si el lugar en sí es antiguo o de reciente creación; tampoco importa cuán cerca o lejos se encuentre, pues, ya bien sea de origen natural o específicamente diseñado por la mano del hombre, hemos de suponer que contiene, a buen seguro, una parte más o menos considerable de ese lenguaje poético que subyace profundamente enterrado en el inconsciente colectivo del que nos hablaba Jung, cuyo vehículo de expresión –él lo definía estilo - de expresión, no son otra cosa que los arquetipos. Cierto es, así mismo, que si bien el Arte en general se ha valido, desde tiempo inmemorial, de ellos, el románico en particular –bajo mi punto de vista, por supuesto- abusó de tantos, hasta el punto de que el propio Jung –

Ruinas de la iglesia avulense de San Isidoro

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E n un principio, estaba bajo la advocación de un santo, cuyo nombre, peculiar donde los haya, Pelayo –pelasgo, pelagio-, ya debería de ponernos en antecedentes sobre la sacralización de lugares de culto anteriores, que había en esa parte de la capital avulense pegada al río Adaja, donde se encontraba su emplazamiento original. Parece que fue a partir del año 1062 –posiblemente aprovechando los cambios en los itinerarios originales del Camino de Santiago, y el amplio tráfico de peregrinos que recibía la capital leonesa y en concreto, la espléndida institución isidoriana, previamente allí establecida-, cuando pasó a denominarse, también, de San Isidoro . Más que una simple ermita –como parece que se consideró hasta su defenestración final-, parece que, a juzgar por los restos, debió de ser, en tiempos, un hermoso templo, bien conocido por los peregrinos que visitaban la capital e incluso también, en épocas posteriores, por aquellos otros que aprovechaban la escala para rendir culto

Las Damas Negras de Madrid

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'La gente que ama lo divino va con un agujero en el corazón, dentro del cual se encuentra el universo...'. [Peter Kingsley] C omo todas aquellas que todavía se mantienen en los principales santuarios del Occidente cristiano, también éstas Nobles Damas , tan antiguas como el mundo, por muchas modificaciones que hayan sufrido a lo largo del tiempo y de la historia, recuerdan su ancestral soberanía y su invisible presencia. Y también lo hacen, mejor dicho, lo han hecho siempre, en éste Madritum o Magerit o Madrid, que en tiempos fuera, así mismo, un enclave salvaje, pero eminentemente sagrado. Un enclave fértil, propicio, misterioso, de umbríos bosques donde sus animales emblemáticos -aquéllos que habitaban con su Espíritu en lo más profundo de las cavernas, como el oso-, campaban a sus anchas, vivían y morían en su representación. H oy, simplemente, me apetecía recordarlas. Y puesto que este es un blog peregrino, creo que todo peregrino que pase por aquí, debería

La iglesia de los Santos Cosme y Damián, de Encío

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T ambién en las inmediaciones de Pancorbo y su desfiladero y no muy lejos, tampoco, del monasterio cisterciense del Espino, así como de ese antiguo Término, en la actualidad conocido como Santa Gadea del Cid, que acabamos de dejar atrás, una visión netamente romántica sorprende a peregrinos y viajeros, haciendo bueno el refrán de que cualquier tiempo pasado fue mejor: la iglesia románica de los Santos Cosme y Damián. Perteneciente a la localidad de Encío, aunque no obstante, alejada por completo de su casco urbano, su situación, solitaria en la cima de una colina y sobre todo, su lamentable estado de conservación -a pesar de que en el año 2005 se hizo una inversión en su restauración-, hacen de este glorioso vestigio del pasado, un lugar sin duda melancólico, cuya amenaza de ruina inminente pone los vellos de punta. Vista así, en la lejanía y anclada cual arca petrea al altozano, su planta trae a la memoria otros interesantes templos, afortunadamente mejor conservados, situados en

Santa Gadea del Cid: ermita de la Virgen de las Eras

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E s Santa Gadea del Cid, una curiosa población, que dista, aproximadamente, una veintena de kilómetros de Pancorbo y su significativo desfiladero. No siempre se llamó así; y tampoco hay que confundirla con la otra famosa población burgalesa, donde el Campeador –aquél indómito caballero que según la tradición, veló armas en la iglesia zamorana y extramuros de Santiago -, protagonizó la prueba del laberinto –metafóricamente hablando-, que traería como consecuencia su odisea personal, sus viajes de ida y vuelta por los numerosos rincones de la España cristiana y musulmana, la consecución de un mito que le elevaría a los altares del heroísmo nacional y la inefable melancolía del eterno retorno: la Jura. De hecho, a este lugar, como bien sabían los peregrinos de antaño –tantos y tantos pies, que fueron asentando el polvo de la tierra en los caminos-, se le conocía con el curioso nombre de Término. Con este nombre, fue una importante plaza de armas en la Edad Media y con este mismo no

Bozoo: iglesia de los santos Julián y Basilisa

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E n los llanos que se extienden en las proximidades de Pancorbo y su peligroso desfiladero, y a apenas a una insignificante distancia de una decena escasa de kilómetros de éstos, un curioso pueblecito, que apenas sobrepasa el centenar de habitantes, Bozoo, muestra, entre los restos bizantinos de una iglesia quizás excesivamente reformada durante el siglo XVI y aún con posterioridad, elementos de ese arcaico y sentido lenguaje anímico que, según algunos cronistas y literatos, iluminaba los corazones de los canteros alto y bajo medievales. Es posible que tan singular nombre, Bozoo, derive de esa palabra, bozo , que se utilizaba antiguamente para designar al cabestro o caperuza que se ponía en la cabeza al ganado de tracción, principalmente bueyes. De ser así, nos indicaría, entre otras, la característica ganadera del lugar. Según Madoz, los restos bizantinos sobrevivientes en esta iglesia, dedicada a las figuras de San Julián y de Santa Basilisa, corresponderían, ni más ni menos, q

Peregrinando por el norte de Burgos

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U na espesa niebla se abate fantasmal sobre el desfiladero de Pancorbo, desprendiendo una ligera llovizna que preludia la llegada de un rocío, cuyas imaginarias lentejuelas plateadas se van acrecentando sobre una hierba que se obstina en sobrevivir en el duro suelo de unos caminos montañeses. Hermanada con uno de los múltiples promontorios que a la luz de la luna adquieren, cuando menos, formas mucho más amenazadoras que a la luz del día, una pequeña espadaña y un sagrado campanil avisan y dirigen al peregrino desorientado de la proximidad de un pueblo –llamado también como el desfiladero bajo el que se asienta-, en el que podrá encontrar cobijo y resarcimiento de las penalidades del Camino... E ste podría ser el comienzo de una de las muchas historias, a cual más amena y fantástica, que se pueden vivir en ésta zona, lindante con Álava y La Rioja, donde las rutas no son fáciles para el peregrino, pero la experiencia, a modo de compensación, puede resultar, después de todo, suma

Sirenas del Gran Estanque

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S iguiendo con ese aparente, inadvertido pero simbólico triunfo del paganismo , y sin dejar, al menos por el momento, esa genuina magia de atracción del agua y sus criaturas asociadas, bueno es detenerse un instante y pensar en aquéllas historias cantadas por los grandes bardos del Camino . Uno de ellos fue, qué duda cabe, ese inquieto y viajero cronista mindoniense, Álvaro Cunqueiro –aquél, que entre su prolífica prosa, dio vida a la fascinante novela Merlín y familia , ambientada en su maravillosa Galicia-, a través de cuyas crónicas y reflexiones, uno siempre recuerda que el Camino –y vuelvo a insistir en lo que ya comentara anteriormente, con respecto a las fuentes-, es un lugar de encuentros insólitos, de sucesos prodigiosos y de señales más o menos certeras, donde recuperar la venerable mediatidad de los viejos mitos que siempre han acompañado a la humanidad como una segunda sombra. Tan antiguo como los mitos de la Creación, el tema de las sirenas, así mismo, ha despertado s

Fuentes, las aguas del Paganismo

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D ecía Campoamor, refiriéndose a esas peculiares ninfas de las aguas, que son las maravillosas y encantadoras xanas asturianas - donas d'aigua en la vecina Galicia-, aquello de ¡ay del que va en el mundo a alguna parte y se encuentra a una rubia en el camino! . Y es que el Camino -sígase o no en dirección a los principales santuarios de la cristiandad, cuyos itinerarios Coello comparaba, según fuera el tipo de iniciación pretendida por el neófito caminante, con los distintos palos de la baraja: oros, copas, espadas y bastos-, ha sido siempre, es y continuará siendo, el mejor escenario en el que darse de bruces con los encuentros más extraños, con las casualidades más casuales o cuando menos, el vehículo más apropiado para recalar en esos pequeños microversos tradicionales que formaban parte de unas creencias tan arraigadas en los pueblos y culturas que nos precedieron, los cuales, reconvertidos en símbolos, ritos, mitos...y modas, han acompañado siempre a la humanidad en la m

Una visita a la catedral de Calahorra

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‘Hacia los confines de la Rioja por la parte de Navarra, encuéntrase la antiquísima ciudad de Calahorra, cuya fundación, como la de otras muchas de España, se pierde en la oscuridad de los tiempos…’ (1) D e esa oscuridad de los tiempos , como afirmaba el anónimo cronista del Semanario Pintoresco, piensa el peregrino que proceden aquéllos otros afluentes legendarios que, lejos de la naturalidad de esos dos grandes ríos que besan sus lindes –el Ebro y el Cidacos-, enturbian con anacrónico dramatismo los charcos floridos en cuyo limo reposan su sueño eterno las más variopintas de las historias y leyendas. De camino a la catedral, que se eleva –según se comenta, se rumorea o se afirma- sobre el sitio donde fueron sacrificados sus santos Patronos –Emeterio y Celedonio, santos gemelos cuyos relicarios o cabezas bafométicas ocupan un lugar destacado en el altar-, imagina el peregrino las escenas de valor desesperado de los antiguos habitantes calagurritanos , cuyas hazañas libertari

El Vino de los Salvadores

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P osiblemente no sea de Carrara, pero sí parece tener un hálito renacentista, cuando no de fría palidez en su marmórea constitución. De proporciones perfectas, su latina cabeza, levemente girada hacia el oeste, observa con mirada pícara la copa griálica que mantiene alzada en su mano derecha, y de reojo, posiblemente a hurtadillas, mira también hacia una ciudad, Briones, que duerme el sueño de los justos, embriagada su tierra con la savia sanguina que alimenta sus inmemoriales cepas. No obstante apoyado en el tronco de una de ellas, árbol de la vida o columna primordial –no sabría decir en este caso, si de nombre Jakim o Boaz -, da la espalda a San Vicente de la Sonsierra, donde en la Edad Media muchos de los caballeros que partían en la trascendente aventura de la demanda del Santo Grial se purificaban en las aguas de su parroquial, dedicada a la figura de Santa María de la Piscina. De su singularidad solar, no sólo da fe esa melena ensortijada de efebo afortunado y eternamente

Briones

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E l camino continúa y una vez dejados atrás los interminables llanos castellanos, las agridulces historias caballerescas de don Lope y el humilde encanto mudéjar de los templos olmedinos , el peregrino encamina sus pasos hacia otra tierra legendaria, conocida en el mundo entero por la brillantez del tesoro magenta que brota a borbotones de las venas de su afortunada tierra: La Rioja. A un lado quedan, también, los místicos montes, quebradas y desfiladeros del norte de Burgos –la proximidad del desfiladero de Pancorbo, acerca al recuerdo del peregrino la emoción de viajes anteriores-, así como la cercanía de otra tierra no menos mítica, Euskalerría , y una llanada, la alavesa, cuya sanguina savia comparte protagonismo, cuando no rivalidad, con la anterior. Rioja Alta. El primer punto de destino es una ciudad, Briones, sobre cuya génesis corren innumerables fuentes de agridulce sabor que confluyen en el sarmentoso mar de la Historia. No en vano, vista en su conjunto desde la distanci

Olmedo

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'Tengo el morir por mejor, Tello, que vivir sin ver...' (1) P erverso dilema éste, con el que don Lope de Vega y Carpio, audaz en su papel de dramaturgo de ángeles y demonios, nos tienta en labios de un enamorado don Alonso, caballero de antiguas caballerías y de apellido inmortalizado en una ciudad, Olmedo, cuya conciencia histórica se debate entre un alma castellana y un corazón mudéjar. Un corazón antiguo, que late, fluye y bombea dardos apasionados entre las sombras chinescas que al anochecer se abaten como alas de murciélago en esa parte de palacio que da a la calle Abrazamozas -¿recuerdo, quizás, de antiguas citas; de espinas de rosa, de capa y acero templado en las fraguas de los filtros de amor?- que desemboca en ese preciso lugar donde la perfección del octógono protege el santuario de una Astarté olmedina : la Soterraña. Junto a ella, San Miguel, intra y extra murallas que, a falta de soldadesca, olvidadas las antiguas glorias de Tarik, cautivo, desarmado y

Olmedo: Parque Temático del Mudéjar de Castilla y León

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B arcelona y su magia quedan atrás. Pero en la mente inquieta del peregrino resuenan, como un eco profundo y lejano, las misteriosas palabras de un filósofo francés, Paul Elouard, quien dejó escrita para la posteridad aquélla famosa frase de: hay otros mundos, pero están en éste . Uno de esos mundos, como bien saben los peregrinos y viajeros que se desplazan infatigables por los interminables llanos castellanos -o inclusive, aquéllos otros que lo hacen por tierras del antiguo Sobrarbe, término con el que se denominaba en la Edad Media al antiguo Reino de Aragón-, es una parte muy particular de un estilo artístico afín al Camino, el románico, que contando con alarifes de origen árabe como mano de obra principal, no sólo dejó una imborrable huella cultural de índole hispano-musulmana, sino que también, en el terreno económico, abarató los costes, llegando a sustituir la piedra -no siempre las canteras estaban en las proximidades, con la consiguiente dificultad y encarecimiento de su

Mágica Fuente de Gracia

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L a Fuente de Gracia o la Fuente Mágica de Montjuic . ¿Qué importa el Nombre?. Sólo importa la visión. Sólo importa el recuerdo. Sólo hay que dejarse llevar. Dejar que fluya el sentimiento a través del dulce vals que bailan al unísono el Yin y el Yang, el Agua y el Color. Querer seguir en el mundo, pero con el tiempo detenido: un segundo, una eternidad, un suspiro pero nunca un adiós. O mejor aún, tal y como dijera Unamuno en sus versos, pensar que el Ayer es Todavía y es Hoy y también es Mañana: Nocturno el río de las horas fluye desde su manantial que es el mañana eterno... Sobran las palabras. Yo sólo sé que Barcelona era una Fiesta.

Tibidabo: el Sagrado Corazón

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H ay algo de occitana resonancia en ese sonoro nombre, Puig de l'Áliga o Cerro del Águila , con el que antiguamente se denominaba al pico más alto de esa sierra de Collserola, cuyo nombre actual, Tibidabo, recuerda -o así lo creen muchos-, a aquél otro lugar de Tierra Santa donde el Diablo -posiblemente el mismo fatigado y melancólico con largas horas taciturnas que describía Apollinaire, y que posiblemente inspirara también el Mefistófeles de Goethe-, fracasó en sus pretensiones de tentar a Cristo. Desde luego la comparación, lejos de ser gratuita, le viene al pelo a un lugar que, como aquél sacromonte tentationis , despliega una inconmensurable visión a sus pies. Tal vez por eso, para alejar espíritus perversos, o quizás, para no permitir que los dioses volátiles de los antiguos cultos volvieran a campear por sus respetos amenazando a la católica, apostólica y romana  doña Cuaresma , se decidió levantar en su cima, a principios del siglo XX, otro templo de filiación modern

La Casa del Cuatre Cats y el Ángel del Progeso

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L a visita del peregrino a la Ciudad Condal va tocando a su fin. No obstante, como si de un viaje iniciático se tratara -a fin de cuentas, qué viaje no lo es-, es consciente de que hay lugares muy especiales sobre los que centrar la atención, que al igual que los diferentes santuarios del Camino -o mejor dicho, de los Caminos -, merecen, cuando menos, una mínima atención. Dos de tales lugares, complementarios, en realidad, de los anteriores, por cuanto focos, también, de sabiduría, en cuanto a su genuino y sorprendente simbolismo, son la notable Casa dels Cuatre Cats y la no menos emblemática estatua de la Fuente del Genió Catalán , también conocida como el Ángel del Progreso . La Casa dels Cuatre Cats N o deja de ser, curiosamente interesante, que tanto un establecimiento hostelero como el edificio que lo alberga, se ubiquen en una calle cuyo nombre, Montsió -Monte Sión-, contenga una carga tan importante de referencias simbólicas, algunas de ellas, relacionadas con un