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Mostrando entradas de abril, 2012

Covadonga: retorno al Santuario de la Madre

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'Y una vez hallé unos montes que parecían anudarse, y un camino que moría de repente -como si los mismos montes se hubieran arrojado encima de él y se lo hubieran tragado-. Luego el camino resurgió de pronto, arrastrándose, doblándose, empinándose como látigo y culebra, unas veces empujado, otras veces atraído por un río. Y ví un sitio en que parece que los montes se redimen y se disponen a lanzarse en vuelo, llevando una catedral a manera de custodia...' (1). P uede resultar un tópico afirmar que siempre resulta un auténtico placer emprender un viaje hacia el corazón de Asturias, y dejarse llevar por la sublime belleza que envuelve el privilegiado entorno de este santuario ancestral, que es Covadonga. Su efecto de atracción es tan grande, que congregando, como congrega a grandes masas de visitantes durante gran parte del año, resulta una tarea harto difícil precisar cuál es el mejor momento para subir y gozar en privado de unos minutos de auténtica paz, sin más compañí

Ruteando por la Asturias Mágica

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'Comienzo con este libro mi peregrinación a los santuarios de la Asturias misteriosa; voy a llevar la humilde limosnica del amor y del esfuerzo a la historia de su origen; voy a beber el agua de su fuente y voy a buscar en ella las razones de sus usos, de su superstición, de su carácter...' (1). I magina que vas a iniciar una Ruta Mágica. Una ruta que comienza horas después de dejar atrás las asperezas de la Meseta, afrontando nevadas y lluvia, hasta recalar en un tranquilo hotel, situado a apenas unos insignificantes cuatro kilómetros del Santuario de la Madre, allí, en la mítica Cangas de Onís. Imagina un sueño reparador y un amanecer, con la claridad colándose alegremente a través de las cortinas de tu habitación. Una claridad que te deslumbra, deslizándose furtiva, aunque persistente, por el mármol sonrosado de tu cara. Te levantas, y aún somnoliento, descorres del todo las cortinas y abres la ventana. Un soplo de aire fresco acaricia tu cara, mientras escuchas el dulce can

La Cruz de Hierro de Foncebadón

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'Los peregrinos de hoy, como los de antaño, seguimos la tradición pagana de echar una piedra al montículo que sostiene una humilde cruz levantada sobre un palo de roble a 1500 metros de altura. Al arrojar la piedra pronunciamos la oración de la Cruz de Hierro: "Señor, que esta piedra, símbolo del esfuerzo de mi peregrinación, que arrojo al pie de la Cruz salvadora, sea la que, llegado el instante en que se juzguen los actos de mi vida, sirva para inclinar la balanza a favor de mis buenas obras. Así sea"' (1). N o podía despedir, momentáneamente, ésta etapa de mi breve experiencia por tierras leonesas, sin comentar, siquiera sea de una manera breve y posiblemente romántica, un lugar como éste donde se asienta la denominada Cruz de Hierro de Foncebadón. Recuerdo que lo alcanzamos poco antes del mediodía y después de dejar atrás las singularidades relacionadas con el pueblo deshabitado de Manjarín y la Encomienda Templaria de Frey Tomás, a quien no tuvimos el gusto de c

Molinaseca, un oasis en el Camino

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L a página web de su Ayuntamiento, define a Molinaseca como un oasis en el Camino . Y ciertamente que lo es, sobre todo para el peregrino que, viniendo de la maragata Astorga, ve en parte finalizadas las penalidades de su ruta por los intrincados caminos del monte Irago y el Valle del Silencio. Antes de entrar en la ciudad, su primera y a la vez obligada visita, se localiza en el peculiar Santuario -excesivamente modificado, hasta el punto de ofrecer un aspecto en extremo neoclásico, ajeno a todo rastro de lo que pudo ser su primigenia y original fábrica románica- de la Virgen del Camino, cuyo ábside, no obstante, conforma una prolongación de la gruta sobre la ladera, que indica, posiblemente sin margen de error, que el lugar debió de ser, en tiempos inmemoriales, un espacio sacro dedicado a cultos precristianos. A continuación, y también como una prolongación de la calle más peculiar del lugar -la de los Peregrinos, como no podía ser de otra manera- el antiguo puente medieval, de pi

De Astorga a Ponferrada: El Acebo

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Y a en su primera Guía de la España Mágica, ese infatigable caballero de los caminos que fue Juan García Atienza, recientemente fallecido, comentaba de este singular pueblecito leonés, el terrible fantasma de la despoblación que comenzaba a dejarse sentir en el lugar, y de una manera más o menos poética, recordaba el chirriar de los maderámenes de sus medio hundidas casonas cuando el viento soplaba por aquéllas alturas. Algo ha cambiado el pueblo en este sentido, aunque quizás no se note tanto en su calleja principal, donde las casas denotan, posiblemente, una necesidad imperiosa de restauración, en algunos casos, hasta el punto de que en los balcones tradicionales, se advierta el vencimiento que sobre la madera ejerce un monstruo tan voraz, como es el tiempo; pero sí se advierte mejor, en su Ayuntamiento y en las casonas de piedra y novísimo tejado de pizarra, situadas detrás de éste. T ambién advertía Atienza, de la naturaleza precéltica del lugar. Una naturaleza que comienza a adve

De Astorga a Ponferrada: El Ganso

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'Oca (simbología). Animal benéfico asimilado a los peligros y fortunas que se producen antes de llegar a regresar al seno materno. Se relaciona con el destino como lo prueba el clásico "juego de la oca", que no es sino el tránsito por la vida anes de lograr volver' (1). M uchos, en efecto, son los tópicos simbólicos que arrostran estas singulares y simpáticas palmípedas, como múltiples son los autores y los diccionarios de simbología que se ocupan de desenmarañar unos ovillos ancestrales de los que, para ser honestos, hemos de reconocernos ajenos a las claves originales que les dieron auténtico sentido en su vuelos por los infinitos caminos jacobeos medievales. Así, por ejemplo, un benedictino francés del siglo XVIII -Dom Antoine-Joseph Pernety- masón y Conservador de la Biblioteca Real de Berlín en tiempos de Federico II escribió, en 1798, su Diccionario Mito-Hermético (2), en el que relacionaba a éstas míticas aves con el Arte Supremo de la Alquimia. De hecho, si ac