San Pedro de Rocas
C omo Santa Maríña, San Pedro de Rocas es otro de esos lugares, enigmáticos y singulares, que hay que mirar detenidamente con el corazón contrito y ojos ávidos por zambullirse en los mares del olvido a los que actualmente pertenece. También situado en la parte orensana de esa Rovoyra Sacrata -robledal sagrado o ribera sagrada, que cada cual escoja lo que más le convenga o motive- en cuyos desfiladeros anidaron águilas benedictinas y cistercienses, es muy posible que en sus primitivos orígenes, las primeras comunidades asentadas en el lugar, vivieran el sueño fraternal del hereje Prisciliano, condenado y ejecutado en Tréveris en el siglo IV. P ero es inútil hacer grandes textos o pretender mostrar un alarde de elocuencia para algo que, como pequeño rincón olvidado de Esgos, no hay mejor epíteto para describirlo, que pensar en un lugar que creció en base a unas escuetas nupcias entre piedra y humildad que, a pesar de todo, conservan la esencia de lo más íntimo y sagrado. La últ