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Mostrando entradas de marzo, 2013

Una joya al alcance del peregrino: los maravillosos tapices flamencos de la catedral de San Salvador de Zamora

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A mbrose Bierce, un gran escritor y a la vez, un Maestro insuperable en el fino Arte del cinismo -con permiso de nuestro gruñón e internacional don Francisco de Quevedo y Villegas, que de santo poco tenía y aun así fue caballero de la Orden de Santiago, aunque blasfemase como un templario- opinaba que la Historia es un relato, casi siempre falso, de las hazañas, casi siempre carentes de la menor importancia, que realizan gobernantes, casi siempre deshonestos, y soldados, casi siempre necios (1). Es una gran verdad. Una verdad, que el mundo viene padeciendo, como un lastre colgado en el cuello de los pueblos, a lo largo de los siglos; como verdad es, también, que estos artistas flamencos, que hilaron sueños y rozaron la perfección por encargo de esos mismos gobernantes -generalmente deshonestos- y de esos mismos soldados -casi siempre necios, pues donde impera el bigote de poco o nada sirve el capote-, comulgaron por encargo, aceptando esos defectos, mundanos y molientes, pero salv

Zamora: la catedral de San Salvador

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''El viajero la viene viendo ya desde lejos. Desde que avistó Zamora al doblar una colina, lo primero que vio de ella es esta torre cuadrada, robusta, de fortaleza, que ahora tiene frente a él. Es la única del templo y, por tanto, la que le hace de estandarte. Aunque es infinitamente más conocido, en Zamora y fuera de ella, el original cimborrio que se alza justo detrás y que recuerda de alguna forma a Bizancio, con su cúpula redonda y sus crestas y tambores gallonados. Algo que no debería extrañar trampoco, pues, según los estudiosos, es, en efecto, de inspiración bizantina, que traerían a Occidente los primitivos cruzados...' (1).   E l Caminante ha dejado atrás la hermosa vista del puente medieval que se levanta airoso al paso de un viejo amigo: el Duero. No le consta la presencia de Machado en el recuerdo de esa ribera que podría ser -piensa, contemplando melancólico el paso silencioso de unas aguas cantarinas, que comienzan a echar de menos los  ritmos de fado

Románico perdido en el Camino Portugués: el monasterio de Santa María de Moreruela

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'La memoria de las personas conserva las sagradas historias en relación a las reliquias de estos grandes peregrinos. Y la fantasía las adorna con las más bellas guirnaldas. ¡Ah, estos tesoros ocultos! ¡Qué ambición se dirige hacia ellos!'. (1) D ando un rodeo, y antes de adentrarse por las numerosas circunstancias históricas y culturales que hacen de Zamora una ciudad, sin duda interesante para viajeros y peregrinos, el Caminante se dirige hacia unas ruinas románticas, por cuyas heridas gime un viento que hiende, en su opinión, el corazón y el alma con puñaladas de melancolía. En realidad, si tuviéramos que echar mano del cuaderno de bitácora de éste, sabríamos que el monasterio de Santa María de Moreruela fue uno de los primeros lugares que visitó, apenas su pies se posaron sobre este terruño perdido del antiguo Reino de Asturias que, según el escritor Julio Llamazares, es la provincia de Zamora. Resulta difícil no preguntarse, frente a la visión de tan espléndida deca

Una joya en el Camino Portugués: la iglesia visigoda de San Pedro de la Nave

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'En la raíz de la historia hay una fuerza cósmica que impulsa al hombre hacia el oeste, algo que la trasciende y se inscribe en el mito'. (1)   P oco después del canto del gallo, es un decir, el Caminante atraviesa la calle principal de un pequeño pueblo zamorano, llamado El Campillo. Como es habitual, por el pueblo no se ve un alma, si se exceptúa -y en esto el Caminante, echa mano de las creencias budistas- la de algún perro, cuyos ladridos -molestos, aunque no dejan de ser un detalle, que a fuerza de costumbre se puede llegar a considerar tradicional- rompen la magia de un silencio, que bien podría compararse con ese ángelus que precede al canto de los monjes en monasterios como Silos. El Caminante piensa -sin hacer caso de los ladridos del perro, que cansino le persigue unos metros calle arriba-, que quizás, sólo quizás, es en detalles tan banales como éste, donde puede que se encuentre el origen popular que se refiere al paso de un ángel , cuando entre dos o más co