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Mostrando entradas de octubre, 2013

Hay otros mundos, pero están con el otoño

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'...tal vez consiguiese entender un día que las personas llegan a la hora exacta al lugar en que se las espera...' (1) N o hay prisa, pues, de manera que estamos en un momento ideal para que el peregrino se relaje y disfrute, siquiera por unos breves instantes, de esa mágica supernova de expresivo colorido con la que el Otoño, puntual siempre a su cita, arbitra las irreconciliables diferencias entre dos estaciones netamente antagónicas, como son el verano y el invierno. Detallista, como de costumbre, las botas pisan sobre esa alfombra de hojas que previamente a desplegado el heraldo del viento norte y que él arrastrará unos metros en su camino; el aire se impregna de humedades y nostalgias y la tierra se convierte en arcilla que moldea amorosamente huellas anónimas que se pierden en la distancia. Se preparan las chimeneas, se rebusca en los armarios y se desempolvan los viejos jerseys. El ganado trashumante regresa a casa y las cigüeñas abandonan sus nidos en las torr

Bouzas: petroglifo cristianizado

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U no de los detalles más fascinantes de Galicia, al menos en mi opinión es que, sin importar la provincia ni tampoco los motivos que te lleven a pisar su ancestral suelo, el destino parece tener una rara facilidad para tender celadas, haciendo que caigas en las redes del misterio en cualquier recodo del camino. Dejándonos llevar por él, y continuando con los pormenores de ésta auténtica ruta mágica por tierras aurienses, dejada atrás la singular iglesia prerrománica de Santa Eufemia de Ambía -levantada, según todos los indicios, como ya se aventuró en la anterior entrada, sobre un antiguo Ninfeo, donde todavía parece que se conserva como soporte del altar, el exvoto que Aurelio Faos Tamacano , ciudadano del Imperio, dejó en honor de las ninfas, seguramente aliviado y agradecido por la curación de alguna dolencia-, difícil sería continuar camino haciendo caso omiso de una sencilla señal, que apenas dos kilómetros más adelante, en Bouzas, tienta al viajero con una única pero sugestiv

Santa Eufemia de Ambía: otro Ninfeo que ya no es

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P osiblemente, una vez visto el Ninfeo de Santa Eulalia de Bóveda, no resulte demasiado incómodo, siquiera para el peregrino que no tiene prisa en llegar a Compostela, cambiar momentáneamente de provincia y, aunque de manera breve, darse un interesante paseo por San Esteban de Ambía y detenerse un momento a contemplar esa pequeña iglesia prerrománica, dedicada a la figura de Santa Eufemia que, lejos de exagerar, constituye uno de los pocos templos de su género sobrevivientes en la provincia. De hecho, este lugar forma parte de una interesante ruta mistérica que, arrancando de Allariz, continúa por Xunqueira de Ambía -con su inconmensurable Colegiata de Santa María, cuya iglesia conserva similar factura a la de Santa Mariña de Augas Santas-, Bouzas -donde todavía subsiste un interesante petroglifo con forma de laberinto, convenientemente cristianizado por un crucero y una ermita-, Baños de Molgas -lugar de termas, ya conocidas desde la época romana- y Maceda -con su Castelo, reconve

Un lugar mágico a la vera del Camino: Santa Eulalia de Bóveda

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A penas dista una veintena de kilómetros de un lugar que fue un bosque sagrado para los antiguos celtas, que lo habían dedicado a una de sus principales divinidades, Lug y donde los romanos levantaron una ciudad y una empalizada que, a menor escala, desde luego, pero comparativamente hablando, ejercía similares funciones a las del famoso muro de Adriano en la también brumosa Britania, para mantener a raya a los pueblos conquistados: Lugo. Tampoco queda dentro de las lindes del Viejo Camino o Camino Francés, a su paso por la provincia, pero la insignificante distancia que lo separa de éste, apenas tres kilómetros, supone un esfuerzo menor que muchos peregrinos, posiblemente atraídos por los reclamos, más persistentes en la actualidad, se arriesgan a afrontar tan ínfimo desvío, posiblemente sabiendo que van a ver algo verdaderamente especial, que no les dejará en modo alguno indiferentes y que, de hecho, supondrá otra de las múltiples experiencias del Camino, dignas de contar y recor

O Vello Lugo Agrario: una ruta a la vera del Camino

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'Todos, absolutamente todos, somos vagabundos en esta vida. ¿Acaso hay alguien que no esté aquí de paso?...' (1).   E n ocasiones, vagabundear merece la pena; alejarse de las rutas previamente establecidas, no sólo conlleva una placentera sensación de dulce expectativa, sino que también aporta la oportunidad de descubrir lugares nuevos, sitios fascinantes que muchas ocasiones dejamos a un lado de esa ruta o de ese camino que previamente nos habíamos fijado. Llegamos a nuestro destino, sí, pero muchas veces, al hacerlo, pagamos también un alto precio. Eso ocurre con muchas rutas alternativas que rozan los caminos tradicionales de peregrinación. Una de ellas, anexa al Antiguo Camino o Camino Francés a su paso por la provincia de Lugo, es ésta: la Ruta O Vello Lugo Agrario . Una ruta, no excesivamente larga que, paradójicamente, comienza y termina en uno de los lugares más especiales de la provincia: Bóveda. En Bóveda, se conserva algo realmente extraordinario y digno de v

Triacastela: iglesia de Santiago

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T riacastela, por algún motivo indeterminado, nunca se convirtió en la gran urbe soñada por el rey Alfonso IX; al menos, esa es la opinión de un peregrino que, según él mismo confiesa en uno de sus libros más conocidos, recuperó su Espada en el Camino de Santiago: Paulo Coelho. Son, aproximadamente, veinte los kilómetros que la separan de ese centro inconmensurable de Poder, que es O Cebreiro, y unos diez –kilómetro más, kilómetro menos- los que hay desde esa parada que los peregrinos generalmente obvian, en la que nos quedamos en nuestro último tranco: Temple. Precisamente, tanto Alfonso IX primero, como su hijo Fernando II después, fueron generosos con la Orden del Temple, independientemente de que el primero mantuviera sus más y sus menos con ellos, ordenándoles desmantelar, a instancias de su hermana Doña Urraca, el poblado que éstos habían desarrollado alrededor de su bailía de Faro, lugar en el que se habían instalado, probablemente, por la intercesión del poderoso conde de