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Mostrando entradas de septiembre, 2010

Historias mágicas: la Queimada

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N o hay mejor historia mágica, que aquella que se asienta en las páginas insustanciales de ese libro maravilloso cuyas páginas se escriben de recuerdos. De la presente historia, recuerdo un día repleto de acontecimientos. Un día intenso, que comenzó, inusualmente, sin ese paseíllo vespertino por los alrededores de Néstar. La mañana anterior, sin embargo, los antiguos y desterrados lares, nos habían sorprendido con algunos detalles de magia natural, que sólo se advierten cuando la noche y el día, siguiendo un ritual tan antiguo como el mundo, se hacen el relevo, mientras en el intervalo que separa el bostezo de una y el escrupuloso atusamiento de legañas del otro, pequeños universos encantados eclosionan y finalmente desaparecen. M undos contenidos, por ejemplo, en diminutas gotas de rocío que lavan la cara de los campos, y también en telarañas plateadas, que asentándose entre las plantas sin distinguir la belleza o condición de éstas, sirven de jergón improvisado para hadas y duendes,

La efímera belleza de los girasoles

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P or una extraña razón, siempre que los veo me recuerdan estrellas fugaces, gloriosas de luz durante una infinitesimal fracción de segundo, antes de apagarse y desaparecer definitivamente por la línea del horizonte. Un horizonte inalcanzable; igual que ayer; igual que hoy; igual que mañana. Como ese sueño que ha rondado el corazón de los hombres a lo largo de la Historia, y cuyo nombre -a pesar de los pesares- no dejamos nunca de pronunciar con un sincero anhelo de nostalgia: Libertad. P or supuesto, me refiero a esos hermosos, fugaces en su vitalidad, y sin embargo eternos deshauciados, que son los girasoles. Esa sempiterna manifestación vegetal que, cuál rémora unida vitalmente al tiburón, persigue siempre al sol, sin que parezca importarle en demasía el gueto donde nace, que de hecho, será la fosa donde yazga...

Un rincón mágico de Palencia

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E ste tipo de lugares, generalmente no aparecen en las guías; ni en la Michelín o en la Campsa , sobradas de estrellas y recomendaciones, ni tampoco en aquellas otras que, sugiriendo con mayor o menor detalle la visita a tal o cual monumento histórico-artístico, no dedican una sola palabra al entorno en el que éste o aquél se localizan, y sí se pierden, por el contrario, en abundancia de detalles técnicos de difícil comprensión. Por eso las guías, en mi opinión, suelen ser reflejo del gusto o la necesidad particulares del autor, y suelen incidir, sobre todo, en aquellos monumentos grandiosos que, en teoría, se supone que han de atraer mucho más la atención del viajero. P or el contrario, procuro hacer poco caso de ellas -a excepción de alguna pertinente consulta- pues si algo me emociona particularmente, es perderme por esos caminos de Dios y paladear al máximo todos y cada uno de los detalles que pueda depararme la aventura. S í es cierto, no obstante, que junto a este pequeño rincón