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Mostrando entradas de marzo, 2011

Una lágrima en los Picos de Urbión: la Laguna Negra

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'Con su temperamento de poeta más que de científico, es posible que sea un soñador inspirado, pero sin duda, como erudito, resulta insuficiente...'. [Morris West (1)] H uyo de cualquier tipo de erudición, de manera que no se extrañe nadie que a la hora de ponerme a hablar de un lugar como la Laguna Negra de los Picos de Urbión, deje aflorar mi temperamento de poeta , o mejor aún, de soñador inspirado y les invite a compartir, si así lo desean, una pequeña fantasía. D ecía Antonio Machado, refiriéndose a este lugar, inapreciable y ensoñador donde los haya, que sus aguas son puras y silenciosas y en ellas se guarda el impasible reflejo de las estrellas . Desde luego, comparto su opinión, aunque quizás intente ir más lejos aún -es lo que tiene la ensoñación- al afirmar, sin falso recato, que a lo mejor se trata de una lágrima que se desprendió de la Luna, en la noche de los tiempos -como diría otro soñador, de nombre Barjabel (2)- y quedó eternamente atrapada en este idílico rin

El embalse de Nuévalos

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S e diría que hablar del embalse de Nuévalos, conlleva referirse, acto seguido y por defecto, a uno de los lugares más extraordinarios no sólo de la comunidad aragonesa, sino también del resto de la geografía peninsular: el Monasterio de Piedra. En realidad, y en lo referente a los pormenores de la presente historia, la mención al Monasterio de Piedra -mal que me pese decirlo- es solamente circunstancial y su reseña, una simple referencia dentro de los pormenores de un viaje cuyo destino estaba situado una treintena de kilómetros más allá: Calatayud. E n efecto, mi destino era Calatayud, el Castillo de Ayud de la berbería conquistadora, y aparte de una visita a la ciudad de la Dolores , mis pretensiones se centraban, principalmente, en la iglesia del Santo Sepulcro y el Santuario de la Virgen de la Peña. Obviamente, no contaba con esas tretas inesperadas que el Camino a veces utiliza como anzuelo, de manera que cuando observé la referencia al Santuario de la Virgen de Jaraba, no me lo

In illia tempore: San Miguel de Lillo

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'En el octavo libro de la Odisea se lee que los dioses tejen desdichas para que a las futuras generaciones no les falte algo que cantar...'. [Jorge Luis Borges, 'Del culto a los libros'] N o lo puedo evitar: cada vez que pienso en este hermoso conjunto prerrománico de San Miguel de Lillo -o Liño, como lo denominan algunas fuentes, atendiendo a su nombre antiguo- recuerdo un episodio de la película Merlín (1), en el que el rey Vortigern -un hombre tirano y sin escrúpulos- manda ejecutar a varios maestros constructores, que ven impotentes cómo se desmoronan cuantos intentos realizan por levantar un castillo en un lugar a todas vistas inconveniente. Es un símil válido, bajo mi punto de vista, que define a la perfección las funestas consecuencias que pueden derivarse del enfrentamiento entre capricho y lógica. Al menos, una parte de la historia de San Miguel de Lillo, tiene ese lado épico, odiséico y desgraciado que, no obstante y quizás por milagro, aún se puede contar. E

In illia tempore: Santa María del Naranco

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C ronológicamente hablando, conocí antes ésta iglesia de Santa María del Naranco, que la de Santa Cristina de Lena que he comentado en la anterior entrada. Y no obstante, los recuerdos, en ocasiones caprichosos, se han conjurado para que reviva mis emociones en segundo lugar. No se trata, pues, de una cuestión de preferencias y mucho menos de una selección prioritaria y al gusto, como pudiera interpretarse en un principio. I n illia tempore o en aquél tiempo, junio se presentaba caluroso. Y sin embargo, en aquélla latitud desde la que se divisa la ciudad de Oviedo como una piña alrededor de la catedral de San Salvador, una leve, agradable brisa agitaba las hojas de los árboles. Ramos de campanillas, diría mi mente subconsciente, agitadas por el vuelo invisible de las hadas encantadas, la brisa traía también, ocasionalmente, el mugido de las vacas que pastaban plácidamente en las laderas, ajenas, cuando no indiferentes, a la vieja reliquia del rey Ramiro. S emejando una gran arca de p

In illia tempore: Santa Cristina de Lena

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F inales de junio de 2009. Aunque se vislumbran algunos nubarrones por encima de las montañas que rodean a ésta apacible población asturiana de Pola de Lena, no parecen amenazar lluvia. Al menos, de momento. Resulta extraño, sin embargo, encontrarse en una provincia como Asturias y no verse sorprendido por esa lluvia meona , de nuberos o juancabritos , característica de la región, al igual que las fumarolas de niebla que se desplazan sigilosamente laderas abajo, hasta cubrir unos valles que rebosan vitalidad a raudales. L a brisa, ligera hasta el momento, se ve acompañada por los tañidos ocasionales de los cencerros de las vacas que pastan plácidamente en los prados aledaños a este promontorio espiritual hacia el que me dirijo, en cuya cúspide, marcando con milimétrica precisión el punto geodésico, la iglesia prerrománica de Santa Cristina permanece estática e inmutable al devenir del tiempo, tan profundo e inmemorial es el sueño encantado que la guarda. N o obstante el silencio, así

Vivencias del Alma: San Baudelio de Berlanga

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'- Qué historia tan hermosa -dijo el Alquimista'. [Paulo Coelho (1)] E videntemente, el Alquimista no se refiere a la historia de San Baudelio de Berlanga, sino a la historia de Narciso, aquél que, según la leyenda, iba todos los días al lago a contemplar su propia belleza hasta que un día, fascinado consigo mismo, cayó al agua y se ahogó. Hablar de San Baudelio, es también hablar de belleza. Pero al contrario que la belleza del pagado Narciso, la belleza de San Baudelio se encuentra en su interior, en ese espacio recóndito, pero vital que busca siempre el sabio y que, paradójicamente, suele ser musa e inspiración para el poeta. U na belleza tímida, pudorosa, escondida entre unos montes paraméricos, en los que hace siglos se extinguió la simiente que nutría el lugar de frondosos bosques. Esos mismos bosques que, cuando se levantaron sus cimientos, allá por el siglo XII, la sirvieron de cuna, salvaguardándola de los avatares de un choque de civilizaciones. Un mundo, el cristian

Enigmático Valle de Losa: San Pantaleón

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'Según cuenta una leyenda, cuando Lucifer fue expulsado del cielo se desprendió una piedra de la maravillosa corona que le habían presentado sesenta mil ángeles. Esta pìedra de singular belleza al caer a la Tierra, se transformó en una vasija que después de mucho tiempo llegó a las manos de José de Arimatea. Ella fue ofrecida a Cristo, quien la usó en la Última Cena. Más tarde, José la recuperó y la utilizó para recoger la sangre que manaba del costado del Salvador. Gracias a esta circunstancia se creía que la copa tenía poderes mágicos, aseguraba abundancia, salud y larga vida a quien la poseyera...' (1) H ay lugares difíciles de olvidar. Lugares que, a pesar del tiempo transcurrido, continúan conservando intacta una virginidad mistérica , que los convierte en el punto de mira de una infinitud de casanovas que, a la postre, regresan rendidos a sus lugares de origen, con el rabo entre las piernas y su poder de seducción en entredicho. Veamos esta iglesia de San Pantaleón, pues