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Mostrando entradas de mayo, 2015

El Vino de los Salvadores

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P osiblemente no sea de Carrara, pero sí parece tener un hálito renacentista, cuando no de fría palidez en su marmórea constitución. De proporciones perfectas, su latina cabeza, levemente girada hacia el oeste, observa con mirada pícara la copa griálica que mantiene alzada en su mano derecha, y de reojo, posiblemente a hurtadillas, mira también hacia una ciudad, Briones, que duerme el sueño de los justos, embriagada su tierra con la savia sanguina que alimenta sus inmemoriales cepas. No obstante apoyado en el tronco de una de ellas, árbol de la vida o columna primordial –no sabría decir en este caso, si de nombre Jakim o Boaz -, da la espalda a San Vicente de la Sonsierra, donde en la Edad Media muchos de los caballeros que partían en la trascendente aventura de la demanda del Santo Grial se purificaban en las aguas de su parroquial, dedicada a la figura de Santa María de la Piscina. De su singularidad solar, no sólo da fe esa melena ensortijada de efebo afortunado y eternamente

Briones

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E l camino continúa y una vez dejados atrás los interminables llanos castellanos, las agridulces historias caballerescas de don Lope y el humilde encanto mudéjar de los templos olmedinos , el peregrino encamina sus pasos hacia otra tierra legendaria, conocida en el mundo entero por la brillantez del tesoro magenta que brota a borbotones de las venas de su afortunada tierra: La Rioja. A un lado quedan, también, los místicos montes, quebradas y desfiladeros del norte de Burgos –la proximidad del desfiladero de Pancorbo, acerca al recuerdo del peregrino la emoción de viajes anteriores-, así como la cercanía de otra tierra no menos mítica, Euskalerría , y una llanada, la alavesa, cuya sanguina savia comparte protagonismo, cuando no rivalidad, con la anterior. Rioja Alta. El primer punto de destino es una ciudad, Briones, sobre cuya génesis corren innumerables fuentes de agridulce sabor que confluyen en el sarmentoso mar de la Historia. No en vano, vista en su conjunto desde la distanci

Olmedo

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'Tengo el morir por mejor, Tello, que vivir sin ver...' (1) P erverso dilema éste, con el que don Lope de Vega y Carpio, audaz en su papel de dramaturgo de ángeles y demonios, nos tienta en labios de un enamorado don Alonso, caballero de antiguas caballerías y de apellido inmortalizado en una ciudad, Olmedo, cuya conciencia histórica se debate entre un alma castellana y un corazón mudéjar. Un corazón antiguo, que late, fluye y bombea dardos apasionados entre las sombras chinescas que al anochecer se abaten como alas de murciélago en esa parte de palacio que da a la calle Abrazamozas -¿recuerdo, quizás, de antiguas citas; de espinas de rosa, de capa y acero templado en las fraguas de los filtros de amor?- que desemboca en ese preciso lugar donde la perfección del octógono protege el santuario de una Astarté olmedina : la Soterraña. Junto a ella, San Miguel, intra y extra murallas que, a falta de soldadesca, olvidadas las antiguas glorias de Tarik, cautivo, desarmado y

Olmedo: Parque Temático del Mudéjar de Castilla y León

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B arcelona y su magia quedan atrás. Pero en la mente inquieta del peregrino resuenan, como un eco profundo y lejano, las misteriosas palabras de un filósofo francés, Paul Elouard, quien dejó escrita para la posteridad aquélla famosa frase de: hay otros mundos, pero están en éste . Uno de esos mundos, como bien saben los peregrinos y viajeros que se desplazan infatigables por los interminables llanos castellanos -o inclusive, aquéllos otros que lo hacen por tierras del antiguo Sobrarbe, término con el que se denominaba en la Edad Media al antiguo Reino de Aragón-, es una parte muy particular de un estilo artístico afín al Camino, el románico, que contando con alarifes de origen árabe como mano de obra principal, no sólo dejó una imborrable huella cultural de índole hispano-musulmana, sino que también, en el terreno económico, abarató los costes, llegando a sustituir la piedra -no siempre las canteras estaban en las proximidades, con la consiguiente dificultad y encarecimiento de su