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Mostrando entradas de noviembre, 2010

Encuentros con el Misterio

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H abiendo comentado, posiblemente de una manera bastante somera, un acercamiento al mundo de lo Extraño, como son las celebérrimas caras de Bélmez , no podía dejar pasar la oportunidad de hablar de aquéllas otras circunstancias, rayanas en la irrealidad, que se producen cuando uno llega a casa y observa las fotos que ha conseguido recopilar durante su excursión por esos infinitos y misteriosos caminos. C uando te encuentras con ciertos detalles, digamos que peculiares, en fotos que sólo deberían haber captado lo que supuestamente veían los ojos en el momento de tomarlas, es imposible no detenerse a pensar en aquélla circunstancia que algunos investigadores, allá por los años ochenta, denominaban como bromas cósmicas , cuyos antecedentes más notables ya habían sido consignados muchos años antes por un infatigable recopilador de hechos inexplicables: el estadounidense Charles Hoy Fort. D e la impresionante colección de recortes de periódico que éste clasificó en cajas de zapatos durante

Una visión apócrifa de las Caras de Bélmez

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S i hemos de encontrar culpables, no se me ocurre ninguno mejor, que esa Dama, burlona y en ocasiones cruel, que se llama Providencia. Ahora bien, no deja de ser un aserto honesto, también, que en la presente historia, el hombre dispone y la Providencia, que no Dios, me parece a mí y el Diablo tampoco, hace el resto. D esde un punto de vista lovecraftiano , no puedo comparar los impenetrables y sombríos bosques de Providence, en Rhode Island, con esas fascinantes extensiones de altivos olivos, que caracterizan a la provincia de Jaén. Pero sí puedo comparar, en parte, esos tenebrosos Mitos de Cthulhu , con un no menos tenebroso Mito, eminentemente nacional, cuyas raíces se hunden en esta tierra con idéntica profundidad a como lo hacen las arcanas raíces de los olivos que la representan: las Caras de Bélmez. L amento decir, que no he estado en Bélmez de la Moraleda. Y bien que lo siento, porque, de hecho, su visita formaba parte de esas alternativas que, caso de ser necesario para mant

Don Quijote y el jardín encantado de Sierra Mágina

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P odría comenzar la presente historia, a la manera cervantina, que bajo mi punto de vista, no es, si no un antecedente en el que se basaría posteriormente el érase que se era de los cuentos populares. Y tentado estoy de hacerlo, desde luego, porque los peores momentos que te puedes encontrar a la hora de escribir, son los comienzos y los finales. Los comienzos, porque han de generar el magnetismo suficiente para atraer la atención y conseguir el interés y la continuidad de la lectura; los finales, porque se acercan a esa cualidad, humana y sensorial, que es el paladar, y determinan el gusto. E l caso es que, se sea mejor o peor narrador, las historias te asaltan apenas das la vuelta a la esquina de tu casa: un gato negro que se cruza en tu camino de madrugada, cuando aún la luna sobresale pálida por encima de los tejados de las casas; el primer autobús, que pasa raudo como un fantasma por la calle, sin detenerse en una parada cuya marquesina, cinco minutos después, cobijará a los mi

Contrastes de Magia Natural

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' - ¡Oh fuerzas misericordiosas! ¡Sueños otra vez!' [T.H.White: 'El Libro de Merlín'] (1) L a Naturaleza es un Crisol; un Crisol infinito y maravilloso, que mezcla belleza y magia a partes iguales. El Tiempo, lejos de esa funesta cualidad de padre inclemente que devora a sus propios hijos, es el Alquimista que vigila ese crisol y que hace magia, siquiera sea con un mismo elemento. ¿ Alguien me podría decir, por qué un mismo lugar se nos presenta de tantas maneras diferentes, siendo cada una de ellas tan hermosa o más que la anterior?. ¿Y si tuviéramos el Grial -pienso- frente a nuestros ojos constantemente y no fuéramos capaces de verlo?. E s por eso que amo el Camino: porque con sol o con lluvia; con bosque o desierto, nunca me deja indiferente, si no que, por el contrario, siempre consigue sorprenderme. (1) Editorial Bruguera, S.A., 1ª edición: marzo, 1982.

Águilas de Albanchez

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S iempre he vivido en un barrio que, al cabo de muchos años de evolución social, dejó de ser un terror marginal para convertirse en un distrito multicultural donde convivimos, con mayor o menor grado de aceptación, como en cualquier sitio, multitud de etnias y culturas. Los ojos de este niño feliz que fui -hogares humildes y niños felices no tienen por qué ser incompatibles- a veces se anteponen a la visión del hombre gris que soy, y me muestran mi calle como la veía entonces. De esa calle de antaño, lo más misterioso que recuerdo, son un viejo solar y una casa completamente arruinada, repleta de trincheras de escombros, ratas y telerañas de todas las espesuras y tamaños, así como un árbol enorme que, marchito también como la casa, era exactamente igual a ese siniestro árbol del ahorcado de la famosa película de igual título, interpretada por Gary Cooper. En su reseca madera, había unas manchas de pintura roja que, sin saber de dónde venía el bulo, todos los niños estábamos convencidos

Otoño en el embalse de la Cuerda del Pozo

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A veces creo que fue ayer, en este mismo lugar, donde un muchacho que se parecía a mí, soñaba, junto a las tranquilas aguas del embalse, con ese corazón de las tinieblas de Conrad -de ahí el por qué del título de la canción de Supertramp que acompaña al vídeo- y aún espantado y maravillado a la vez por la grandeza y la miseria que convierten el corazón humano en un campo de batalla entre el Bien y el Mal, abandonaba sigilosamente África, para embarcarme en esa fantástica Nave de los Sueños, y continuar con una travesía incierta por los oscuros laberintos de las calles de Praga. Buscaba al Dominico Blanco, y la única carta de presentación que tenía, allí, debajo de la sombra del mismo pino -hubiera sido impedonable, elegir otro árbol en Tierra y Corte de Pinares- era el nombre de un caballero que cambió su carrera en el banco, por el placer de la ruina literaria. El caballero en cuestión, se llamaba Gustav Meyrinck, y no tanto por su condición de judío como por los esoterismos a los qu