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Mostrando entradas de mayo, 2011

Tradiciones y exvotos en el Camino de las Estrellas

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'Somos tres andaluces, un callo y un pollo con el lema: de lo que llevas, te sobra la mitad y desa mitad, todavía te sobra, porque en el Camino se te caerán lágrimas como puños. Buen Camino que arrieros semos' (1). O pinan algunos, que la pequeña ermita de San Miguel pertenece a un estilo prerrománico que, cronológicamente hablando, la situarían, cuando menos, entre los siglos IX-XI. La mayoría de sus motivos ornamentales, por no decir todos, se exhiben en la actualidad en el Museo de Navarra, situado en la emblemática localidad de Pamplona. S e localiza la ermita, a las afueras de la población de Villatuerta, distante unos ocho kilómetros de Estella, y entre las cualidades o características de su entorno, cabe situarla junto a un pequeño Huerto de los Olivos . Por la situación de su altar principal -pegado al ábside- es de suponer que la liturgia estaba basada en el antiguo rito mozárabe. Con el tiempo, se añadió un segundo altar, delante del anterior, motivo que en el fondo r

Simplemente Torres del Río

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H ay algo especial en ésta apacible localidad navarra que despide al peregrino en la frontera con La Rioja. Algo intangible, pero sutil, que va incluso más allá del magistral misterio que envuelve a un icono de la arquitectura románica de planta octogonal, como es su peculiar iglesia del Santo Sepulcro. P uede que sea un brote de paz interior que, irradiando de un objeto de poder -permítaseme tal expresión- como es su Santo Cristo, crucificado sobre una cruz florenzada, se desparrama por unas calles estrechas, algo enjutas en algunos tramos, pero donde las casas se hermanan con su proximidad. T orres del Río sabe también a eclosión de ocas que atraen con el misterio de su esencia al peregrino trascendental que busca símbolos en su Camino. En sus calles se percibe el olor a ozono que dejan tras de sí los sudarios fantasmales de anónimos caballeros de la cruz paté, pobres en Cristo, que vagan en las medianoches sin luna, clamando reparación y justicia a una Historia prepotente que nunca

Campos de Navarra: el espíritu de Van Gogh

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S e nota, se siente...el espíritu de Van Gogh está presente. Qué curioso es el mundo de las sensaciones. Mientras nos desplazábamos de un lugar a otro dentro de una provincia tan rica en historia y arte como es Navarra, no podía evitar, al contemplar la belleza deslumbrante de estos campos, pensar en Van Gogh. Rememorar el genial impresionismo de las acuarelas del genio del pelo rojo; su pasión por la vida, a la que exprimía el color como quien exprime un limón hasta la última gota. La viveza de sus colores, similar, comparativamente hablando, a esos frescos románicos que eclosionaban en pequeños big-banes iluminando la sombría intimidad de los templos que esperaban la luz del gótico como agua de mayo. A cudían a mi memoria los monótonos días de invierno pasados junto al cristal de la ventana, observando mohíno la lluvia caer; varado en tierra cual ballenato que ha perdido el rumbo, soñando con días claros en los que partir en busca de la inalcanzable línea del horizonte. Esos anhelos

Pueblos del Camino: Burguete

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N o puedo evitar dejarme llevar por una tibia sensación de romántica ensoñación cuando recuerdo mi breve, pero a la vez intensa permanencia en Roncesvalles y su entorno. Burguete es un pueblecito que, situado a la exigüa distancia de un kilómetro, nació a la vera de la comunidad religiosa, la hospedería, el hospital y los cientos de peregrinos que, procedentes de allende los Pirineos, hallaban un lugar en el que reposar de la fatiga y avanzar con esperanza e ilusión en dirección, supongo, al confín de un Mito universal. E l estilo carolingio de sus casas, de tejados picudos y agujas apuntando al sol consigue transmitir el curioso efecto de que el tiempo, cuando no el destino -como cantara aquél jovencísimo Adamo- parecen haberse detenido, hasta el punto de que se tiene la impresión de ver salir a Gretel o a Hamsel de esa casona centenaria cubierta de enredaderas, como el palacio encantado de la Bella Durmiente, situada en la calle principal. Y tras ellos, a una bandada de ocas cantarin

Roncesvalles: Claustro del siglo XVII, Capilla de San Agustín y Sepulcro de Sancho el Fuerte

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U na de las más grandes victorias de la Cristiandad sobre el invasor árabe, se produjo en julio de 1212 en un lugar de la provincia de Jaén, conocido como Las Navas de Tolosa. A la batalla, también se la conoce desde entonces con el nombre del lugar donde se desarrolló, aunque además ha pasado a engrosar las páginas doradas de la Historia, con el sobrenombre de batalla de los Tres Reyes . Uno de tales reyes, era Sancho VII de Navarra, al que por su imponente constitución física y su estatura -medía cerca de dos metros, detalle muy poco corriente para la época- se le conocía con el justo apelativo de Sancho el Fuerte. L a batalla, desde luego, fue una auténtica carnicería, en la que ambos bandos dejaron miles de cadáveres en el campo de batalla. Cadáveres que, ante la imposibilidad de ser enterrados adecuadamente, quedaron expuestos la mayoría en los lugares donde habían fallecido, dando lugar a numerosas epidemias, cuyos efectos se dejaron sentir en la zona durante años. El resultado,

Roncesvalles: Colegiata de Santa María

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'...los dos mundos que permanentemente convergen en Roncesvalles: el carolingio y el jacobeo...' (1) L a primera visión que tiene el peregrino que desciende las estribaciones del puerto de Ibañeta, una vez dejados atrás el obelisco conmemorativo que recuerda la lucha legendaria de Roldán con el gigante Ferragut y la pequeña ermita de San Salvador, son varios edificios, de destacado estilo carolingio, que corresponden a las dependencias de los monjes, archivo, museo y hospedería. Encajonada entre ellos, como dama enrocada celosamente protegida por sus peones, la colegiata recibe a peregrinos y visitantes, mostrándose lozana y deslumbradora, sobre todo de puertas hacia dentro, con uno de los más puros y admirables ejemplos del gótico francés, o Ille de France , como es denominado por los expertos en la materia. D ejando a un lado las modificaciones realizadas a lo largo de la Historia por diversas y divergentes circunstancias, como, por ejemplo, la portada o el claustro del siglo

Roncesvalles: la Canción de Roldán

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'Muy altos son los montes, tenebrosos y grandes, los valles son profundos y violentas las aguas. Resuenan los clarines por detrás, por delante, todos al olifante responden con su son...' [La Canción de Roldán, CXXXVIII] S i me despojara de esa racionalidad fría que cierra como una losa de granito las profundidades del sepulcro donde yace el alma, no podría dar rienda suelta a la ensoñación, ni tampoco permitir a mi mano escribir obediente al dictado de la imaginación, una vez situada ésta en una pequeña colina del puerto de Ibañeta, solitaria y constamente batida por esos Hijos de Horus de la mitología egipcia, que no serían otra cosa, a mi modo de entender, que unos vientos de distinta procedencia que por alguna curiosa razón, deciden encontrarse precisamente aquí, en el lugar en el que la Tradición -bendito tesoro- sitúa uno de los grandes mitos del Medievo: el combate de Roldán y el gigante Ferragut. B uena prueba de la fidelidad del hombre medieval por

Roncesvalles

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'Y es que la peregrinación a Compostela es, junto al mundo carolingio, el argumento esencial de Roncesvalles: el paso de los puertos, vencido el Sumo Pirinero, donde las estrellas señalaban ya sin vacilar el camino jacobeo...' (1). A penas han pasado un par de semanas, pero cuando recuerdo Roncesvalles, no puedo evitar un ligero estremecimiento, pensando en la gran verdad que subyace en una célebre frase de Paulo Coelho; una frase que viene a decir, a grosso modo, que cuando se desea algo con cierta intensidad, el Universo conspira para que se consiga. M uchas rutas, quizás demasiadas para unas cortas, cortisimas vacaciones en una provincia tan interesante y con tantos atractivos como Navarra. Curiosamente, en ningún momento se mencionó Roncesvalles; de hecho, creo que ni tan siquiera figuraba como candidatura -ni principal, ni secundaria- en las rutas programadas. Y sin embargo, sin saber cómo ni por qué, vi cumplido un deseo largamente acariciado: pisé Roncesvalles. M i visió