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Mostrando entradas de octubre 17, 2010

Crónica de un amanecer en la Fraga de Malvís

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Q uisiera pensar que cuando Lewis Carroll imaginó el País de las Maravillas, no fue porque lo soñara o lo viera reflejado en la fría e inerme superficie de un cristal, sino porque realmente lo descubrió a través de la ventana abierta de la habitación de un hotel. Un hotel donde las estrellas son las mismas que antaño alumbraban el paso de los ejércitos de la Media Luna en su avance arrollador. Un hotel, que siglos antes de griegos y fenicios; de romanos y celtas; de moros y cristianos, bien pudo haber sido un templo dedicado a esas oscuras divinidades de la Naturaleza, que aún pueden percibirse como diminutas e invisibles burbujas de luz huyendo hacia los cielos apenas el sol comienza a despuntar por el horizonte. U n horizonte señalado por unas sierras cuyas cimas semejan senos de mujer; Diosas Madres o Madre Tierras de cuyo vientre, aún hoy día el labrador desentierra misterios a golpes de pico y azadón. L uces de pueblecitos en la distancia, que son como estrellas en la tierra, señ