Covadonga: retorno al Santuario de la Madre
'Y una vez hallé unos montes que parecían anudarse, y un camino que moría de repente -como si los mismos montes se hubieran arrojado encima de él y se lo hubieran tragado-. Luego el camino resurgió de pronto, arrastrándose, doblándose, empinándose como látigo y culebra, unas veces empujado, otras veces atraído por un río. Y ví un sitio en que parece que los montes se redimen y se disponen a lanzarse en vuelo, llevando una catedral a manera de custodia...' (1). P uede resultar un tópico afirmar que siempre resulta un auténtico placer emprender un viaje hacia el corazón de Asturias, y dejarse llevar por la sublime belleza que envuelve el privilegiado entorno de este santuario ancestral, que es Covadonga. Su efecto de atracción es tan grande, que congregando, como congrega a grandes masas de visitantes durante gran parte del año, resulta una tarea harto difícil precisar cuál es el mejor momento para subir y gozar en privado de unos minutos de auténtica paz, sin más compañí