Nª Sª de Soterraña: Capiteles, los Libros de Piedra

El románico, una extensa biblioteca de piedra donde se concentra el saber, las creencias y la forma de vida de toda una época. Cosmogonías y mitos encauzados a apresar la voluntad de unos pueblos que, aunque evangelizados -que no escolarizados, de ahí la importancia universal del símbolo- aún conservaban profundamente arraigadas creencias de antiguas culturas, así como recuerdos de cultos a dioses cuyo rastro, perdido en el cementerio de los acontecimientos pasados, a duras penas sobrevive fuera de las enmohecidas páginas de los libros de Historia.
Símbolos y figuras generaban conceptos e ideas, que hacían de ermitas, iglesias y catedrales auténticas escuelas para un pueblo analfabeto, que no inculto -puede que ahí, precisamente, radique la importancia de la tradición oral- pero sí fácil de manejar, en base a su profunda superstición.
Tal vez por este motivo, y aplicando en parte el axioma de que 'si no puedes con tu enemigo, únete a él', el Cristianismo 'adoptó' numerosos de estos símbolos y cosmologías, adaptándolos a su propia conveniencia; mezclándolos con otros, en teoría, de su propia concepción. Concepción que, a poco que revisemos las creencias religiosas de civilizaciones milenarias, como la egipcia, la griega y la romana, observaremos -cuando no exacta- una más que sospechosa coincidencia.
Situada a unos 30 kilómetros, aproximadamente de Segovia, Santa María la Real de Nieva constituye una villa que se recrea –podríamos decir- alrededor del monasterio de Nª Sª de Soterraña. Este santuario, mandado construir en 1392 por la reina Catalina de Lancaster, alberga en su interior a una de las principales vírgenes negras –y de hecho, más milagreras- de la provincia –cuando no de la Península Ibérica-, cuyo nombre y características –soterrada, subterránea-, de entrada nos alertan sobre las especiales cualidades del entorno y lugar.
Pero tan importante como el detalle de sabernos en un lugar especial, son, así mismo, las lecciones magistrales que subyacen en las figuras y temáticas que conforman los capiteles de su claustro, motivo principal de la presente entrada.
A juzgar por las diferentes marcas que a poco que uno se entretenga en observar, se pueden llegar a encontrar –sobre todo en la pulida superficie de las columnas que soportan a los capiteles- se ha llegado a especular con la nada despreciable cantidad de catorce maestros o gremios canteros que participaron en su construcción.
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