La Huerta de Malvís
Erase de un marinero
que hizo un jardín junto al mar,
y se metió a jardinero.
Estaba el jardín en flor,
y el marinero se fue
por esos mares de Dios...
[Antonio Machado: Parábolas]
No puedo evitar recordar, cuando pienso en mi estimado amigo Malvís y su huerta, en estos significativos versos de Antonio Machado, a los que también puso música un por entonces jovencísimo Joan Manuel Serrat, los cuales hacen referencia a esa alma marinera que en el fondo todos poseemos, y a esa infinita mar, que es la vida, en la que nos embarcamos, desde el mismo momento de nacer, sacando el pasaje hacia esos Mundos de Dios.
Así conocí a éste jovial marinero majinense, por esos Mundos de Dios, en los que nos hicieron coincidir invisibles vientos y corrientes, y donde, por obra y gracia de un interés común, quedaron sellados unos lazos que, como ese cordón de plata que las tradiciones budistas aseveran que une cuerpo y espíritu, en este caso bien se podría decir que sirvieron para amarrar un pequeño cofrecito, en el que cabe, sin embargo, el mayor de los tesoros: la Amistad.
Hace tiempo que tenía que haber hecho esta entrada, también es cierto, pero como se suele decir, nunca es tarde si la dicha es buena. Además, tengo la sensación de que el blog estaría incompleto. Y como me apetecía hacerla, pues ahí va...Sólo una cosa más: el refranero popular asegura que los ojos son el espejo del alma; yo iría un poco más allá y diría: dime cómo es el huerto de un hombre, y te diré qué clase de persona es.
¡Va por usía, don Manué!
Comentarios
Presidida por el Aznaitín generoso que riega sus olivares hasta innundarlos, al tiempo que la ampara en su regazo de dinosaurio pétrero, es mi Fraga imaginaria, el sitio de mi arraigo y pertenencia original. Es el vergel, el jardín de este marinero accidental que, por mucho tiempo, evocó entre las piedras lunares de sus Cerrillos los espíritus de seres queridos que no volverán, pero que a partir de ahora, ha vuelto a florecer con esperanza renovada merced al abonado inmerecido de vuestra amistad.
Siempre será un lugar para la ensoñación, la reunión y punto de encuentro para abrazos por la distancia contenidos.
Gracias por la belleza de tu entrada y por el amor del que permitiste dejar empapar tu espíritu con la visita a ese lugar que ya, es tan tuyo como mío.
Un fuerte abrazo
Algún día, también aportaré mi granito de arena, para cantar las bondades de la generosa Madre Tierra, incluso en estos "pequeños" paraísos familiares.
En el fondo de nuestro corazón, todos somos un poco cazadores y agricultores.
Salud y fraternidad.
Y he de confesar que de haber estado en el paraiso de los tomates no podría haber evitado comer alguno, si hay fruto jugoso es un tomate recién cogido de la mata.
Besotes!
Un abrazo
Y a ver quien es el guapo que hace ensalada con las piedras, yo lo más que he conseguido hacer es una brecha en mi cabeza...
Nota culinaria. Tomates y demás estaban rebuenos, pero lo que aconsejo son "las guindillas de la Mojonera, que pican de aquella manera..." Y además tienen una virtud, la sorpresa, pues cual si estuviesen injertadas en "pimientos de Padrón", unas pican y otras no.
Salud y fraternidad.
Es un bonito homenaje Juancar, al huerto, al compañerismo y sobretodo al amigo.
Besos