Cirauqui
Una magia, que inventó a la Sirenita siglos antes de que Andersen soñara su cuento y Copenhagen la convirtiera en emblema nacional; un emblema nacional que, curiosamente, sufre continuos y similares aguillotinamientos que las figuras de muchos de nuestros templos. Enfrente de ella, dos grifos enfrentados continúan ese viaje virtualmente simbólico que asocia elementos mitológicos con virtudes y pecados, los cuales han de orientar el camino espiritual de unos fieles nacidos a abismal distancia de la Cultura.
Algo más abajo, aunque no muy lejos de donde una estela de finales del siglo XVI nos recuerda la veneración de los navarros por este arcaico ornamento funerario, la iglesia de Santa Catalina, situada enfrente del frontón del pueblo, convertido ocasionalmente en mercadillo, continúa ejerciendo -aunque con las páginas de sus capiteles terriblemente roídas por las polillas del tiempo- esa labor pedagógica medieval, introduciendo, en los canecillos de su ábside, un elemento que se observa en numerosos templos de la provincia: los gemelos.
Pero sin duda, la imagen que con más nitidez y de manera más entrañable acude puntual a mi memoria cada vez que pienso en Cirauqui, no es la figura de ese gato negro que cruza por delante de mí con esa lejana elegancia de modelo característica de los felinos, sino la visión de esos hermanos del Camino que, en solitario o en grupo, ascienden indolentemente la cuesta, el rostro curtido a la intemperie y los pensamientos volando detrás de la próxima etapa.
Comentarios
...No puedo dejar de alucinar con la primera foto que has puesto en el artículo.
Un saludo caminante
A veces, parece que sean algo ajeno a nosotros, como mucho una curiosidad del entorno, o algo cotidiano y sin más trascendencia, como las piedras o los árboles.
Pero en ocasiones especiales, sin proponérnoslo, parece como si nos viésemos reflejados en cada uno de ellos, como si se hubiesen convertido en objetos vivos de nuestra más íntima peregrinación interior, prolongaciones del peregrinaje que recorre, las más de las veces sin que lo sepamos, los laberínticos caminos de nuestra mente...
Los que hemos hecho el Camino físicamente, para luego continuarlo de forma interiorizada, sabemos que es una peregrinación que no termina nunca.
Y sin embargo, seguimos caminando.
Salud y fraternidad.
Tiene únicamente lo que tu lleves dentro. El no va a darte nada que ya no esté en ti...
Su virtud, es hacer aflorar todo aquello que, a lo largo de la vida, hemos ido almacenando en los desvanes del espíritu.
Según lo evolucionado que esté nuestro intelecto, analizaremos y sacaremos algunas consecuencias positivas.
¿Que eso podemos hacerlo en el sofá de casa, sin tanto romanticismo, ni tantas gaitas?
Pues no señor, el nivel de introspección que proporciona el Camino, como ambiente ajeno a nuestra cotidianiedad, no podemos alcanzarlo en el ámbito presuntamente confortable y seguro del hogar.
Lo inestable, impreciso, cambiante y azaroso, del Camino, proporciona un nivel de alerta mental y espiritual, más elevado.
Por supuesto, si vamos con ánimo receptivo, como Peregrinos -y no me refiero en sentido religioso, sino como un estado del ánima-, no como turistas que juegan a ser peregrinos...
Salud y fraternidad.