Pueblines del Camín: La Piñera
No podía falta, y con esto termino por el momento el pequeño ciclo dedicado a algunos pueblines asturianos, otro emblemático lugar, también situado en las inmediaciones del Monsacro y beneficiado, por tanto, al menos teóricamente, de la magia, la tradición y el telurismo ancestral que emanan desde sus misteriosas entrañas, desparramándose como un torrente por el entorno: La Piñera.
La Piñera conlleva para Asturias, lo que Calatayud para Aragón: arrastra una coplila maliciosa, que a base de repetición y cachondeo popular, se ha convertido en pieza indiscutible de todas las floridas romerías; una coplilla que soportan, como una especie de rito de iniciación, cuando no de paciencia -permítaseme el símil- todos los párrocos que se van relevando en el lugar, y que se basa en los deslices carnales de un cura con una molinera (1). Por cierto, que tuve ocasión de comprobarlo el pasado 24 de julio, durante la romería celebrada en la cima del Monsacro. El párroco, don Miguel Ángel (2) estaba precisamente a mi lado cuando sonaron los acordes, y el pobre hombre, resignado -¡qué remedio!- sólo acertó a comentar, encogiéndose de hombros: ya se están metiendo conmigo. Y es que en todos los sitios cuecen habas, pero eso es otra historia.
De la historia que puede interesar aquí, basta saber, por ejemplo, que la iglesia de La Piñera , aunque no quede ninguna huella -al menos en su estructura exterior- fue levantada con los restos de una iglesia más antigua, que se levantaba en el denominado prado de San Juan, situado en la vecina aldea de Llavandera, y que también, dentro de su término, encontramos un curioso ejemplo de ermita privada cuya restauración, acogiéndose al denominado Plan A de adecuación interior, curiosamente se va a ver beneficiada con dinero público. Pero esto no es que sea otra historia; es simplemente política, que es -y perdón por la redundancia- algo mucho peor.
Pero La Piñera tiene también una cierta conexión con Oriente, en esos felinos trotamundos que, denominados de angora, retozan perezosos en el porche de las casas o vagan confundidos por los descansillos de los hórreos, preguntándose, quizás, por dónde contertulian unos ratones que en ocasiones son tan pequeños como una cucaracha.Y también hay cruces ancestrales; algunas, de tipo sospechosamente monxoi que, cual eternas imaginarias, custodian nuevos cuarteles, derruidos en el olvido inmemorial aquellos otros, detrás de cuyos dinteles, monjes y guerreros velaron armas fervorosamente en pro de una Tradición, poco menos que perdida hoy en día.
Pueblines del Camín, raiganos de esencia astur.
(1) 'Al señor cura de La Piñera, toca la gaita la molinera...'.
(2) También es párroco de La Piñera.
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Un abrazo.