lunes, 22 de diciembre de 2008

Trasmoz, el pueblo de las brujas

'...polvo, niebla, viento y sol, y donde hay agua una huerta, al norte los Pirineos, ésta tierra es Aragón...', así define un zaragozano de pura cepa, nacido en 1935, una tierra que, no obstante tan pesimistas adjetivos, es rica en belleza, y por supuesto, en folklore y tradición. En cuanto al artista, me refiero, naturalmente, a José Antonio Labordeta, ese maño trotamundos, buen conocedor del Camino, diputado por la Chunta Aragonesista hasta este recién terminado el año 2008, cuya magia -inagotable- fue capaz de meterse un País en la mochila y de mandar a la mierda en el Congreso -textualmente- a los diputados de un partido rival, empeñados en no dejarle hablar. Y es que hay tanto de que hablar sobre Aragón...
Precisamente de eso se trata, de hablar. Y hablando, pues, sería una tremenda injusticia dirigirse hacia Vera de Moncayo y el monasterio cisterciense de Veruela, y no hablar de algunos pueblos, como Trasmoz, que se encuentran en el camino.
Gustavo Adolfo Bécquer, buen conocedor del lugar y refiriéndose a Trasmoz, legó a la posteridad unos versos que, desde luego, no tienen desperdicio alguno:
'De las brujas de Trasmoz
que de unas a otras se heredan,
y así sostienen su fama,
no habléis mal, porque se vengan'.
'Trasmoz es en Aragón
hasta el año de la fecha,
Zagarramurdi, Aquellarre,
Tolosa y su historia entera...'.
El poema lo dice todo: Trasmoz, el pueblo de las brujas.
De la afinidad entre Bécquer y Trasmoz, ofrece cumplida constancia la estatua del poeta, situada junto al castillo, contemplando eternamente el pueblo, de espaldas al Moncayo.
La historia brujeril de Trasmoz se remonta, en cuanto al mundo de la leyenda se refiere, a ese oscuro siglo XII en el que, si hemos de fiarnos de la historia que ha circulado de boca en boca a lo largo de generaciones, un nigromante, utilizando las pérfidas artes oscuras y en connivencia con el mismisimo Diablo, levantó el castillo en una sola noche.
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