domingo, 8 de enero de 2012

Un Santuario en la Bureba: Santa Casilda

El Juego de la Oca, metafóricamente hablando, me induce a seguir jugando; y al hacerlo, me indica una provincia repleta de Historia, de misterios y de belleza: Burgos. Y dentro de su administración, me sugiere ir haciendo camino por una región donde los gansos elaboraron infinidad de acertijos en la piedra; claves que en muchos casos se han perdido, aunque haya, afortunadamente, algún pero suelto; algún indicio de esa antigua sabiduría; algún lugar donde meditar y revitalizar ideas. La región a la que me refiero, es La Bureba. Y el lugar, este mistérico Santuario de Santa Casilda.

El Santuario de Santa Casilda dista, aproximadamente, una quincena de kilómetros de Briviesca, y unos siete u ocho kilómetros de Revillalcón, pequeña población rural, de la que se recomienda una visita a su parroquial, que aún conserva interesantes elementos románicos, aunque su estructura no se encuentre en las mejores condiciones, amenazando ruina en algunos puntos.

Situado en un lugar agreste, aunque no exento de salvaje belleza, se le divisa en la distancia coronando un promontorio rocoso, desde el que se tiene una perspectiva general impresionante. Hasta el punto, de que basta un simple vistazo para sospechar, en tiempos, una presencia celtíbera en los alrededores, no exenta, así mismo, de la existencia de cultos druídicos que, como en muchos otros lugares peninsulares, fueron convenientemente enmascarados y cristianizados. Tales elementos, al menos consignados en su forma básica, los localizaríamos con facilidad en el bosque, en la fuente, en el estanque y en el árbol -o mejor dicho, en lo que queda de su tronco- situados, en este caso, en una pequeña pradera que se encuentra al pie del promontorio en cuya cima, como he dicho, se levanta la estructura del santuario. Incluso allí, no falta la cueva -denominada de San Vicente, como la fuente sacralizada a la que me refería con anterioridad- en cuyo interior se aprecia ese rasgo paradigmático y céltico a más no poder, que ha permanecido anclado en la memoria colectiva de los pueblos, como es la costumbre de ofrecer prebendas -en este caso monedas, con algún billete de cinco euros incluído, dicho sea a modo anecdótico- a un santo cristiano, sustituto de los antiguos manes de fuentes y pozos.






Si bien en sus inicios, el santuario debió de constituir apenas una pequeña ermita, románica para más señas, de ésta no queda rastro en la actualidad. Ahora bien, en su portada, neoplateresca cuando menos, se definen a la perfección los elementos básicos que resumen la historia de ésta curiosa santa de orígenes moriscos, que cuenta con una gran devoción de las gentes de los alrededores, y en cuyo milagro la Virgen -dicho sea comparativamente y sin ánimo de molestar las creencias personales de nadie- realizó un milagro eucarístico, transformando los panes con los que alimentaba a hurtadillas a los prisioneros cristianos, por rosas cuando el padre la sorprendió.

Cuentan las crónicas -si de crónicas podemos hablar- que enferma, la bienhechora Casilda se convirtió a la fe cristiana y se retiró a este lugar, donde falleció en olor de santidad.

Aquí surge otra referencia que considero conveniente tener en cuenta, porque se hayan antecedentes en cultos paganos: los exvotos. Se localizan en una pequeña casita que el visitante se encuentra antes de llegar a la iglesia. En su interior y ocupando el centro de la sala, una estatua de Santa Casilda recostada prevalece sobre unas paredes llenas de cuadros y lo que he de suponer certificados que, sustituyendo a los antiguos exvotos -cabellos, muletas, miembros ortopédicos, etc- como aún se puede contemplar en algunas iglesias rurales, recuerdan el antiguo culto a Diana, en cuyos santuarios -o al menos, en más de uno- se han encontrado piezas de cerámica que representaban diferentes partes del cuerpo, supuestamente sanadas por mediación de la diosa.

En fin, un lugar no sólo interesante y de respeto, sino también un lugar especial, un lugar del espíritu donde relajarse y pensar que, después de todo, existen aún detalles más que suficientes como para pensar que no hay nada nuevo bajo el sol.