sábado, 25 de enero de 2014

Villalcázar de Sirga: iglesia de Santa María la Blanca


Saliendo de Población de Campos, y a una decena de kilómetros, o quizá algo menos, la siguiente localidad que atrae el entusiasmo como el interés del peregrino, no es otra que la antigua Villasirga; o Villalcázar de Sirga, como se denomina en la actualidad. En ella destaca, por encima de cualquier otro elemento o consideración, el misterio, la leyenda, el Arte y los milagros asociados al auténtico compendio de Geometría Sagrada, contenido en la impresionante iglesia de Santa María la Blanca. Una figura mariana, la Virgen Blanca, cuyos milagros, loados en número aproximado de una decena en esa auténtica joya de nuestra Literatura medieval, que son las mundialmente conocidas Cantigas de Santa María, escritas por el rey Alfonso X el Sabio, constituye, en cuanto a su identificación exacta, otro de los numerosos enigmas asociados a esta antigua encomienda templaria, la única, según parece, existente al norte de la frontera con el Duero.
Aunque muy afectada por el terrible terremoto que sacudió la ciudad portuguesa de Lisboa en el año 1755, posiblemente el peregrino, además de los maravillosos milagros atribuidos a la Virgen Blanca, conozca también una de las leyendas más persistentes con relación a la fascinante cuestión del tesoro de los templarios, y fije su atención en el magnífico Pantocrátor, así como en el denominado cerdito de San Lucas, que contiene la clave del secreto y que sólo revelará a aquél afortunado que en el equinoccio de primavera golpeé en el punto exacto en el que un rayo de sol ilumina la cabeza del toro, animal representativo de San Lucas. Se crea o no en las antiguas leyendas, lo cierto es que, quien busque tesoros en este imponente lugar, tendrá que reconocer que en efecto, el tesoro auténtico existe y que no es otro que la maravilla arquitectónica que tiene delante, unida a la singular riqueza artística que tiene, tanto en el exterior como en el interior de un lugar sacro que, si hemos de hacer acopio de las palabras del gran especialista español sobre el Temple, Rafael Alarcón Herrera (1), tiene planta de cruz patriarcal, precisamente uno de los tipos de cruz más sagrados utilizados por la antigua orden de caballería.
De su interior, qué duda cabe que tanto el peregrino como el visitante, se encuentran con múltiples detalles que, aunque aquí no se analicen con la profundidad que merecen, sí es cuestión de reseñar. Indudablemente, uno de los mayores tesoros que contiene esta iglesia de Santa María la Blanca, son los magníficos sepulcros policromados de la capilla de Santiago. Sepulcros que, a juzgar por los especialistas, corresponderían, en el orden que se citan, al Infante Don Felipe, hijo de Fernando III el Santo y de Doña Beatriz de Suabia y hermano de Alfonso X el Sabio; el de su segunda esposa, Doña Inés Rodríguez Girón y un tercer sarcófago donde yacen los restos de un enigmático caballero, que algunos identifican como Juan de Pereira, caballero santiaguista, pero que, según otras fuentes, correspondería al maestro templario que realizó la obra. Observando fijamente los tres sepulcros, hay una maravillosa imagen gótica de Nuestra Señora, terriblemente mutilada -le falta el brazo derecho, así como la cabeza del Niño- que algunos identifican con la auténtica Virgen Blanca de Villasirga, enigma al que se hacía referencia al principio.
Obra de notable interés artístico, así mismo, es el fabuloso Retablo Mayor, coronado por un Calvario, en el que se muestra, como elemento de tortura, una de las denominadas Cruz de Gajos, tipo de cruz, así mismo, que suele encontrarse en lugares de comprobada o de sospechada pertenencia al Temple. Dentro de los diferentes pasajes que se muestran en dicho retablo, un dato de interés, es la muestra del Santo Rostro, tema, por otra parte, muy controvertido pero igualmente relacionado con los templarios, independientemente de que la obra sea muy posterior a su desaparición. También conviene reseñar, como ya hablábamos de los fantásticos retablos góticos conservados en la iglesia de San Pedro, en Frómista, aquí se aprecia la misma mano, o cuando menos, la misma escuela, en la forma de mandorla dorada sobre la que está recostado el Niño.
Otro pequeño retablo, situado en uno de los laterales, muestra, como ocurre también el deteriorado retablo de Santiago, de la citada iglesia de San Pedro de Frómista, escenas de la vida de Santiago.
Enigmáticas, por otra parte, continúan siendo las curiosas cabezas distribuidas en los laterales, de las cuales no se sabe si estaban allí originalmente o si fueron puestas después y por qué, pero que, contabilizándose en número de tres a un lado y de cinco al otro, conforman un número sagrado dentro del universo simbólico de la Orden: el ocho.  

 
(1) Rafael Alarcón Herrera: 'La otra España del Temple', Ediciones Martínez Roca, S.A., 1988, páginas 256-257.

domingo, 19 de enero de 2014

Entre Frómista y Villalcázar de Sirga, Población de Campos: la ermita de San Miguel


Una vez dejada atrás Frómista,y continuando ruta por la llanura palentina y el viejo Camino Francés, apenas son unos insignificantes kilómetros los que separan al peregrino de un pequeño pueblo, definido por Aymeric Picaud, en su Codex Calistino, como Población. Población de Campos, nombre con el que se define en la actualidad, posee dos iglesias románicas, datadas aproximadamente en el siglo XIII: una muy reformada y principal, la de Nuestra Señora del Socorro, emplazada dentro del casco urbano, y otra más humilde y mejor conservada en aspecto original, dedicada a la figura de San Miguel. Obviando la primera, mi recomendación es la dejarse llevar por el encanto y la paz de ésta última y dejarse llevar unos minutos en plácida contemplación. No en vano, está situada a las afueras del pueblo, al otro lado de la carretera, enfrente del cementerio municipal y al lado de unos campos de labor que parecen extenderse hacia el infinito.
La de San Miguel, es una iglesia de una sola nave, de planta rectangular y una curiosa portada, que en su ejecución, ya apunta maneras de ese arte goético -en palabras de Fulcanelli-, que sembró de magia arquitectónica buena parte de las construcciones sacras de la provincia. La portada principal,orientada al oeste, recuerda las típicas construcciones lucenses de la zona de O Cebreiro, e inciden, probablemente, en ese acto simbólico de dejar el ocaso a la espalda para recibir la luz. Una luz que, a juzgar por lo poco que se puede ver a través del cristal, viene directamente proporcionada por la figura mítica del Arcángel Solar, blandiendo escudo y espada para doblegar al Diablo, ataviado con un traje donde sobresalen dos colores eminentemente simbólicos, como son el rojo y el blanco: el rojo, relacionado con la sangre del martirio, derramada por numerosos integrantes de las órdenes militares que le tenían como Santo Padrino, y el blanco, símbolo distintivo de pureza.
Quizás uno de sus mayores atractivos, reside en su práctica escasez de ornamentación, reduciéndose ésta a dos series de canecillos, repartidos en ambos laterales, que a pesar de su desgaste, muestran sencillos elementos geométricos, incluidos los ajedrezados, generalmente conocidos como de estilo jaqués, y un águila abalanzándose sobre un conejo, que simbolizaría, a grosso modo, la confrontación de dos elementos típicamente antagónicos, como sería lo solar, simbolizado por el águila y lo lunar, simbolizado por el conejo, animal no sólo considerado impuro, sino también terrestre y subterráneo, pues habita en la oscuridad de sus madrigueras.
Una pequeña arboleda, con su correspondiente pradera, aseguran una sombra fresca, que sin duda se agradece en los tórridos meses de verano. Y a juzgar por los restos de roca que se vislumbran, sobre todo en el lado norte, no descartaría la posibilidad de que en tiempos pretéritos, hubiera existido en el lugar algún tipo de santuario de carácter megalítico.

lunes, 13 de enero de 2014

Fromista: los retablos góticos de la iglesia de San Pedro


Situada en la calle principal de Frómista, enfrente de la estatua de San Telmo -hijo predilecto de la ciudad y compañero de estudios de Santo Domingo de Guzmán en la universidad de Palencia-, así como también en las proximidades de un curioso edificio que llama la atención por su peculiar conjunción de estilos, donde a la vista del uso y abuso de columnas greco-latinas y motivos mitológicos, el peregrino tiene la incierta sensación de que los canteros medievales reaprovecharon parte de un antiguo templo pagano para levantar el actual, dedicada a la figura de San Pedro. Ahora bien, y no obstante las primeras reticencias, es en su interior donde peregrinos y visitantes tienen la oportunidad de contemplar no sólo la presencia de determinados personajes de la rama dorada, cuando no eminentemente mistérica del santoral cristiano, sino también el deteriorado retablo gótico de Santiago y aquéllos otros, maravillosos en forma, ejecución y mensaje, que en tiempos iluminaban la cercana iglesia de Santa María del Castillo.
Sin pasar de largo, al menos por algunos de esos personajes mistéricos a los que se hacía referencia, cabe destacar, situadas ambas en el lateral derecho de la nave, las llamativas figuras de Santa Lucía y de Santa Águeda, además de las tradicionales hojas de palma, unos característicos atributos -ojos y pechos, respectivamente- que, lejos de constituir un escabroso detalle -sobre todo si se observan desde un punto de vista equidistante del literal-, deberían hacernos reflexionar, en primer lugar, sobre el tipo de recipiente griálico que los contiene -plato o bandeja-, y seguidamente, con su simbolismo añadido, referido a la visión interior -en las tradiciones orientales, son notables las referencias al tercer ojo u ojo espiritual- y al alimento espiritual, del que se nutre o aspira a nutrirse algún día, todo auténtico buscador del Conocimiento. Al igual que la presencia de Santa Catalina, con su rueda inseparable, característica del mundo y su eterno movimiento, reflejada en el lateral izquierdo, como parte integrante de los misterios que rodean al retablo de Santiago. Un retablo que, muy deteriorado, fue descubierto en el año 2004 y está considerado como el vestigio mueble más antiguo de la iglesia de San Pedro. Aún en su deterioro, pueden verse algunas escenas relativas a la vida del Apóstol, entre ellas, la conversión del mago Hermógenes y su discípulo Fileto.
Pero es, no obstante, en uno de los cuartos anexos, reconvertido en pequeño museo, donde la magia de los retablos góticos ha de producir una visión placentera, unida a la contemplación de una curiosa Virgen gótica de finales del siglo XIII -la Virgen Panadera, que por algo estas tierras de campos son pródigas en Pan y Vino- y un elemento netamente griálico, comparable a otros varios que se localizan en diferentes puntos de la geografía peninsular -como O Cebreiro, por ejemplo-, denominado la Patera del Milagro, de cuya historia nos ocuparemos dentro de algún tiempo, cuando las circunstancias nos permitan hablan de esos objetos especiales que tanto abundan en el Camino.
Procedente de la iglesia de Santa María del Castillo, en 1980 fueron robadas algunas de las tablas, desmembrándose el retablo, siendo, al parecer, uno de los ejecutores del robo, el famoso ladrón Erik el Belga, cuyas acciones tanto daño hicieron en el Patrimonio nacional. Aunque fueron recuperadas todas, hubo una, sin embargo, que fue imposible recuperar pues los ladrones la trocearon para poder venderla mejor. Datadas, aproximadamente, en 1485, se sabe que en su ejecución intervinieron al menos tres reputados Maestros: el Maestro Salomón, de Frómista; el Maestro burgalés de los Balbases y el Maestro Antón. De su maravillosa calidad, ofrece testimonio el detalle de haber sido expuestas -afortunadamente, con billete de regreso- en el certamen dedicado a las Edades del Hombre, celebrado en Nueva York.
Los retablos, repletos de símbolos y detalles que recomiendo que estudie con detenimiento el peregrino o el visitante que un día se dejen caer por Frómista, contienen los capítulos más relevantes de la vida de Jesús. Pero, no obstante, como anticipo a futuras entradas, conviene observar, allá, en el episodio de la Adoración, la esterilla dorada, con forma de mandorla, sobre la que está tumbado el Niño, pues esa misma forma, volveremos a encontrárnosla algunos kilómetros más adelante: en el interior de iglesia de Santa María la Blanca, en la que fuera antigua encomienda templaria de Villalcázar de Sirga.

domingo, 5 de enero de 2014

Frómista: la Virgen del Buen Camino


'Como el lirio entre espinas, así mi amiga entre las hijas...'
[Cantar de los Cantares]
Si bien en Frómista los descalabros, en cuanto al Arte en general se refiere han sido múltiples y no todos reducidos precisamente al ámbito de la magnífica iglesia románica de San Martín, sería imperdonable, no obstante, continuar haciendo camino sin al menos rendir un pequeño gesto de admiración -o cuando menos, una merecida pleitesía- a una preciosa Virgen Negra, la del Buen Camino, así como a los maravillosos retablos góticos que, todo sea dicho de paso, aún incompletos y con buenos esfuerzos, todavía se conservan en la cercana iglesia de San Pedro. De éstos, y de su referencia con el Santo Patrón de España, hablaremos en una próxima entrada, e incluso continuaremos hablando, algo más, cuando los pormenores de nuestro viaje por estos parajes palentinos nos obliguen a detenernos en la cercana localidad de Villalcázar de Sirga, que por algo fue encomienda de los más aguerridos guardianes del Camino y donde, después de todo, su antiguo hospital continúa atendiendo a los peregrinos, al menos en cuanto al buen yantar se refiere.
No me consta, por otra parte, que en mi anterior visita a Frómista, acaecida en agosto de 2010, ésta preciosa y venerada imagen se encontrara en el lugar donde se encuentra hoy; es decir, en el lugar que por belleza, equilibrio, medida y perfección pueda ser considerado, en buena ley, como el más digno de la ciudad para albergarla: la propia iglesia de San Martín. O lo que vendría a ser lo mismo, ese tabernáculo salomónico, comparativamente hablando, en el que el más sabio de los reyes de Israel compuso los más bellos versos en honor de la más hermosa de las doncellas de la época: la negra reina de Saba.
De ésta pequeña talla de la Virgen del Camino, se puede opinar, que no sólo por su color nos recuerda a esa mítica tierra de Shem, donde la tradición sitúa el nacimiento de la Alquimia, sino que también su propia entronización y su propio hieratismo, nos recuerdan a la más persistentes de las Diosas Madres que han permanecido con más ahínco en el subconsciente colectivo: la Diosa Isis. Precisamente aquélla que, según nos refieren los textos clásicos, se le apareció en sueños a Plutarco, hablándole así: '....los atenienses, naturales y allí nacidos, me llaman Minerva cicrópea, y también los de Chipre, que moran cerca de la mar, me nombran Venus Pafia. Los arqueros y sagitarios de Creta, Diana. Los sicilianos de tres lenguas me llaman Proserpina. Los eleusinos, la diosa Ceres antigua. Otros me llaman Juno, otros Bellona, otros Hecates, otros Ranusia. Los etíopes ilustrados de los ardientes rayos del sol, cuando nace, y los arrios y egipcios, poderosos y sabios, donde nació toda la doctrina, cuando me honran y sacrifican con mis propios ritos y ceremonias, me llaman mi verdadero nombre, que es la reina Isis...'.
Llama la atención, por otra parte, el color dorado de su túnica, comparable con esa callada y ardua operación alquímica de transmutar en la perfección del más noble de los metales hasta al más vulgar de los minerales. Pureza comparable, además, con la de una de las flores más hermosas que la representan: el lirio. O flor de lis, elemento que, simbólicamente, vendría a concretarse en la famosa Runa de la Vida escandinava y en términos medievales, en la señal reina del Camino de las Estrellas y símbolo de identidad de los Maestros Constructores: la Pata de Oca.
Por último, sólo me resta añadir que, cuando le pregunté a la persona que atiende la iglesia de San Martín sobre la procedencia de ésta talla mariana, apenas me dijo que fue un regalo de las monjas de Saldaña al párroco de Frómista, que la tenía en su casa. Tal vez eso explique por qué no pude verla la primera vez que pasé por Frómista.



Publicado en Steemit (talentclub), el día 19 de mayo de 2018: https://steemit.com/spanish/@juancar347/fromista-y-la-virgen-negra-del-buen-camino

jueves, 2 de enero de 2014

San Martín de Frómista


Bien sabe el peregrino que abandona la provincia de Burgos dejando atrás las mistéricas bendiciones de las Taus del malogrado monasterio de San Antón, en Castrojeriz, que apenas adentrado algunos kilómetros en esos carismáticos Campos Góticos que conforman buena parte de la meseta palentina, su esfuerzo y soledad se verán ampliamente recompensados por la fascinante visión de parte de lo más granado del románico español. Aunque algo alejada de la visión penetrante de los ojos de bronce de San Telmo, hijo predilecto y santo Patrón de Frómista, la equilibrada y esbelta figura de la iglesia románica de San Martín, ha de insinuársele como ese maravilloso canto de sirenas que estuvo a punto de atrapar y perder al homérico Ulises en un turbulento mar de olvidos y mortales placeres. Pero a diferencia de éste, y a falta de ataduras que le mantengan unido al mástil de un bajío conjurando la tempestad, visitantes y peregrinos se dejan voluntariamente seducir, apenas tienen a su alcance la visión de tan emérita maravilla. Y es que, si hemos de ser sinceros, poco importan los lavados de cara y las beatas liposucciones que de alguna manera han ido alterando un cuerpo geométrico que nació concebido para ser perfecto. Como inalcanzable doncella, tan distinguida criatura exhibe, en sus múltiples encantos, las cualidades esenciales que hicieron de los maestros canteros medievales, los ejecutores de la Obra de Dios en la tierra: elegancia, proporción, equilibrio, mesura y medida.