sábado, 10 de mayo de 2014

Daroca, una Puerta del Perdón en el Camino Mudéjar


Dentro de la extraordinaria confluencia de caminos que se dirigen hacia Compostela, siguiendo esa ruta simbólica y maravillosa marcada por las estrellas en el firmamento, hay lugares de especial interés, en los que el peregrino que se ve obligado a abandonar su viaje por cualquier circunstancia imprevista y no puede alcanzar su destino, atravesando el majestuoso Pórtico de la Gloria de la catedral compostelana para rendir pleitesía a Santiago en la cripta donde se conserva el Arca en la que están depositadas sus reliquias, consigue también la remisión de sus pecados o indulgencia plenaria, como si hubiera cumplido con todos los trámites, etapas y penurias del Camino. Uno de esos lugares, en los que existe una iglesia muy peculiar, con una puerta que lleva precisamente ese nombre, del Perdón, se localiza en plena ruta mudéjar a su paso por la provincia de Zaragoza. La ciudad, situada aproximadamente a treinta kilómetros de aquél medieval Castillo de Ayud o Calatayud, se llama Daroca y la iglesia en cuestión, no es otra que la Basílica de Santa María de los Sagrados Corporales.
 
Daroca, como O Cebreiro, como San Juan de la Peña o incluso como palentina Frómista, es otro de esos peculiares enclaves peninsulares, que por alguna circunstancia muy particular, hay que relacionar también con el más grande de los mitos medievales, consiguiendo, de paso, que esa relación se convierta en otro atractivo añadido, capaz de aumentar aún más, si cabe, la capacidad de admiración por una ciudad que todavía conserva buena parte de sus antiguas raíces, entre las que figura, desde luego, esa notable herencia testimonial basada en un Arte muy específico, que ha sido considerado, muy justamente, como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El Arte a que se hace referencia, obviamente, es el Mudéjar, y el Mito, fomentado en gran medida, qué duda cabe, por cistercienses y templarios, aquél que siguiendo los romances encriptados de autores de similar filiación, como Chrétien de Troyes y Wólfram von Eschenbach, entre otros, se convirtió en el Ideal por antonomasia de una caballería pura, cristiana y medieval, que marcó toda una época: la búsqueda o demanda del Santo Grial.
 
A este respecto, tal vez sea oportuno añadir -y seguro que esto constituirá también un aliciente para el peregrino inmerso en su particular aventura espiritual-, que las referencias son abundantes en este lugar, y no sólo se encuentran en la Puerta del Perdón, sino también en el interior de esta Basílica, cuyas raíces románico-góticas se fueron nutriendo progresivamente de otros estilos arquitectónicos, que hacen de ella, no obstante, un curioso híbrido, en el que después de todo no falta la presencia de Dios, tal y como la describía en su De Considerationes uno de los personajes más relevantes de la Historia, como fue San Bernardo de Claraval: Longitud, anchura, altura y profundidad.


En el tímpano de esta Puerta del Perdón, las referencias griálicas son evidentes, no sólo en el hecho de la muerte y la resurrección de Cristo -recordemos que el Grial da, pero también quita la vida-, sino también en los diferentes objetos de la pasión que portan los ángeles, en los que se pueden ver la Lanza Sagrada y la Corona de Espinas e incluso también una referencia al mito griálico céltico, en los cuernos que tocan otros dos ángeles situados a ambos extremos de la escena, así como otras alusiones que, situadas a lo largo de la archivolta principal, resumidas en ese peculiar lenguaje argótico, típico de este estilo arquitectónico, extensamente comentado en las obras de un enigma moderno llamado Fulcanelli.
 
Por otra parte, y similar a la naturaleza de los milagros de O Cebreiro y Frómista (1), también aquí en Daroca y su leyenda de los Sagrados Corporales, se reclama la atención en ese vehículo simbólico representativo del Cuerpo de Cristo (2), la hostia eucarística, donde se reproduce una alquimia o transmutación divina, en la que intervienen, de paso, elementos alternativos presentes en otros lugares, como la mula, que determinan el lugar sagrado y el sitio donde ha construirse el templo que lo señale.
 
En rasgos generales, la leyenda de los Sagrados Corporales se remonta a los tiempos de Jaime I el Conquistador, después de la conquista de Valencia y en pleno avance hacia el sur. Sucedió, según las crónicas, en la villa de Luchente, rayando el alba, cuando don Berenguer de Entenza, que comandaba las fuerzas, y sus cinco capitanes, se disponían a oír la Santa Misa y recibir la comunión. Los moros atacaron improvisadamente y aunque pudieron ser finalmente rechazados, cuál no sería la sorpresa de las tropas cristianas -similar a la del descreído párroco de O Cebreiro- cuando al volver, descubrieron que las sagradas hostias quedaron marcadas a sangre en el lienzo que las contenía. Dado que todos querían para sus lugares de origen, tan milagrosa reliquia, al final se decidió que fuera una burra quien, portándolas, determinara el lugar donde habrían de ser depositadas. El lugar, no fue otro que la Basílica de Santa María de Daroca, que por tal motivo, pasó a denominarse de los Sagrados Corporales.
 
Sin duda el peregrino encontrará numerosas claves en esta historia, así como también en el interior de esta Basílica, no sólo en la Capilla, con sus magníficas representaciones góticas donde no falta una Virgen de la Leche situada por encima de donde se localiza el relicario de cristal que contiene el santo paño, sino también en los numerosos detalles que se recogen en el interior, siendo uno de ellos, ese curioso pedestal, en forma de concha marina sobre el que se alza la Virgen en el altar. Pero de todo esto, se hablará con más profundidad más adelante. Por el momento, baste con saber que tenemos aquí, en la hermosa ciudad de Daroca y en su Basílica de Santa María de los Sagrados Corporales, otro de esos lugares de interés mistérico, cuyo conocimiento no debería faltar en la hoja de ruta del Camino maravilloso del peregrino.

 
(1) Esta denominada patena del milagro, datada en el siglo XV, está expuesta a la visión del público en general, en la iglesia de San Pedro, en Frómista, Palencia.
(2) O como Osiris, como Mitra, como Dioniso....