martes, 5 de julio de 2016

Fervenzas de Ézaro



'Sólo una cosa no hay. Es el olvido.
Dios, que salva el metal, salva la escoria
y cifra en Su profética memoria
las lunas que serán y las que han sido.
Ya todo está. Los miles de reflejos
que entre los dos crepúsculos del día
tu rostro fue dejando en los espejos
y los que irá dejando todavía...' (1)

Piedra, agua, monte, cielo, estrellas y mar...músicos de una inmortal orquesta. No hay mejor orquesta, ni sinfonía más melódica y perfecta, que la que brota de la batuta mayestática de Maese Natura. Dentro o fuera de esas etapas que, aparente o simbólicamente determinan los itinerarios de todo camino, sea éste peregrino o no, existen lugares que, por su trascendencia y su intrínseca belleza, parecen ajenos a este mundo: not of this Earth. Las fervenzas o cascadas de Ézaro, son uno de ellos. Hermosas lágrimas de la tierra, que entre alegres carcajadas van a fundirse eternamente con su nodriza la mar. Hacia el Oeste; siempre hacia el Oeste. El peregrino, aún cansado, hacia Fisterra va.


(1) Jorge Luis Borges: 'Everness',