miércoles, 29 de abril de 2015

Mágica Fuente de Gracia


La Fuente de Gracia o la Fuente Mágica de Montjuic. ¿Qué importa el Nombre?. Sólo importa la visión. Sólo importa el recuerdo. Sólo hay que dejarse llevar. Dejar que fluya el sentimiento a través del dulce vals que bailan al unísono el Yin y el Yang, el Agua y el Color. Querer seguir en el mundo, pero con el tiempo detenido: un segundo, una eternidad, un suspiro pero nunca un adiós. O mejor aún, tal y como dijera Unamuno en sus versos, pensar que el Ayer es Todavía y es Hoy y también es Mañana: Nocturno el río de las horas fluye desde su manantial que es el mañana eterno... Sobran las palabras. Yo sólo sé que Barcelona era una Fiesta.


lunes, 27 de abril de 2015

Tibidabo: el Sagrado Corazón


Hay algo de occitana resonancia en ese sonoro nombre, Puig de l'Áliga o Cerro del Águila, con el que antiguamente se denominaba al pico más alto de esa sierra de Collserola, cuyo nombre actual, Tibidabo, recuerda -o así lo creen muchos-, a aquél otro lugar de Tierra Santa donde el Diablo -posiblemente el mismo fatigado y melancólico con largas horas taciturnas que describía Apollinaire, y que posiblemente inspirara también el Mefistófeles de Goethe-, fracasó en sus pretensiones de tentar a Cristo. Desde luego la comparación, lejos de ser gratuita, le viene al pelo a un lugar que, como aquél sacromonte tentationis, despliega una inconmensurable visión a sus pies. Tal vez por eso, para alejar espíritus perversos, o quizás, para no permitir que los dioses volátiles de los antiguos cultos volvieran a campear por sus respetos amenazando a la católica, apostólica y romana doña Cuaresma, se decidió levantar en su cima, a principios del siglo XX, otro templo de filiación modernista -su padre fue Enric Sagnier i Villavecchia-, que a menor escala, pero sin duda influido por los cercanos bocetos del no en vano calificado como arquitecto de Dios, Antoni Gaudí, y posiblemente mirando de reojo al corazón de las angustias de la parisina Montmartre, pretendía incidir también, en la remisión del hombre a través de otro Templo Expiatorio: el del Sagrado Corazón. Un templo expiatorio que, al igual que el templo expiatorio por antonomasia, la Sagrada Familia -posiblemente, en cuanto a visitas anuales y admiración, incluso más popular aún si cabe que el del Apóstol- vuelve a recordarnos, con todo lujo de símbolos -el que tenga ojos, que observe la portada principal- una gran verdad que ya conocían los constructores a lo largo de la Historia: de la caverna a la catedral. Y como en tantos otros elevados sobre lugares jupiterinos, una cuando menos significativa presencia: la Virgen Negra. Claro que, en éste caso, no podía ser otra más que la Reina de Catalunya: Nª Sª de Montserrat.


lunes, 20 de abril de 2015

La Casa del Cuatre Cats y el Ángel del Progeso


La visita del peregrino a la Ciudad Condal va tocando a su fin. No obstante, como si de un viaje iniciático se tratara -a fin de cuentas, qué viaje no lo es-, es consciente de que hay lugares muy especiales sobre los que centrar la atención, que al igual que los diferentes santuarios del Camino -o mejor dicho, de los Caminos-, merecen, cuando menos, una mínima atención. Dos de tales lugares, complementarios, en realidad, de los anteriores, por cuanto focos, también, de sabiduría, en cuanto a su genuino y sorprendente simbolismo, son la notable Casa dels Cuatre Cats y la no menos emblemática estatua de la Fuente del Genió Catalán, también conocida como el Ángel del Progreso.

La Casa dels Cuatre Cats

No deja de ser, curiosamente interesante, que tanto un establecimiento hostelero como el edificio que lo alberga, se ubiquen en una calle cuyo nombre, Montsió -Monte Sión-, contenga una carga tan importante de referencias simbólicas, algunas de ellas, relacionadas con un auténtico y legendario objeto de poder que, aunque supuestamente perdida durante los oscuros años de la invasión musulmana, se supone todavía convenientemente oculta en algún lugar de la Península Ibérica: la famosa Mesa o Tabla de Salomón. De manera, que en ente venerable, urbanita y condal Monte Sión, comparativamente hablando, vio la luz, en 1896, parido con la gracia del romanticismo y de la imaginación, un edificio de claro aspecto neogótico, tan relacionado con ese nuevo movimiento modernista o Reinaixeça que, sin embargo, se caracterizaba en parte porque miraba hacia la belleza del pasado con ojos de futuro. Contemporáneo del Maestro Gaudí, el Maestro Cadafalch -padre prolífico que también lo fue de la magnífica Casa Ametller-, pronto sus bajos habrían de hacerse notoriamente famosos cuando un año después, el 12 de junio de 1897, uno de sus primeros padrinos -Pere Romeu i Borrás-, abrió para el público de la época un establecimiento hostelero que, basándose en el glamuroso Le Chat Noir o El Gato Negro parisino, recogía lo mejor de la tradición francesa en cuanto a locales ambientalmente bohemios que recogían, en conjunto, la magia de la cervecería, el restaurante y el cabaret. No es de extrañar, pues, que durante los seis años que se mantuvo abierto, supusiera una auténtica referencia para la flor y nata de los intelectuales del referido modernismo catalán. Hoy en día, aunque con notables diferencias, el Cuatre Cats continúa desarrollando su labor de restauración.


La Fuente del Genio Catalán o el Ángel del Progreso

Similar, en cuanto a ese aire de arcana cuando no melancólica bohemia, la Fuente del Genio Catalán, más conocida, posiblemente y en base a la figura que la corona, como el Ángel del Progreso, muestra otro de esos inesperados fascícula sapientiae de simbología, que en ocasiones suelen pasar desapercibidos, confundidos con el espejismo monumental del conjunto. Tal vez no sea casual, tampoco, que en éste, su emplazamiento en la Plaza del Palau, el esbelto, luciférico o quizás mejor, prometeico ángel que sujeta una estrella de cinco puntas sobre su cabeza a modo de real corona -similar a aquél otro, mucho más melancólico, desde luego, que custodia doliente una vieja tumba agraciada con el orín de los años, situada en el cementerio anexo a la iglesia soriano capitalina de la Virgen del Espino, no lejos de donde reposan los restos mortales de Leonor, la primera esposa del insigne poeta Don Antonio Machado-, mire con nostálgico deseo hacia el cercano obelisco en cuya cima Colón, el Gran y cada día más desconocido Almirante, señala con su dedo el puerto de Barcelona y esa aguerrida mar océana, cuya travesía mató a las fantásticas criaturas que poblaban la imaginación medieval -otro mar de sentimientos y temores, al fin y al cabo-, dejando completamente obsoleto el supersticioso non plus ultra de los pendones marineros. No es de extrañar, hablando de referencias, pendones y blasones que en el frente del pedestal, camuflado entre las vigilantes cabezas de león de cuyas bocas sale un chorro de agua representativo -según dicen- de los cuatro ríos más significativos de Catalunya -como los del Paraíso: el Ebro, el Segre, el Llobregat y el Ter-, el antiguo lema de la rancia y milenaria familia asturiana de los Kauros, Coiros o Quirós -después de Dios la casa de Quirós-, sorprenda al observador, pues no en vano, la fuente está dedicada a la memoria del que fuera Gobernador General: Francisco Bernaldo de Quirós, marqués de Campo Sagrado, promotor de la traída a la ciudad de las aguas procedentes de la Sierra Moncada. Curiosamente, a los pies del ángel, se observa un ancla. Y unidas a ella, unas cadenas cuyas argollas están cerradas sobre los picos de las alas, quizás sugiriendo que genio -catalán o no- y progreso, como el vino, deberían tomarse o ejecutarse con prudencial moderación. Después de muchos avatares y desperfectos -incluidos los de la Guerra Civil-, el monumento fue restaurado por Frederic Marés. Aquél Marés, precisamente, que en 1946, fundó uno de los museos artísticos -con expolio o sin él- del mundo: el Museo Marés.