lunes, 31 de mayo de 2010

Monasterio de Piedra. Cuarta Parte: la Magia de las Leyendas. La Peña del Diablo

Metafóricamente hablando, se puede decir que Steven Spielberg fue, en cierto modo, uno de los precursores que volvió a poner de moda el antiquísimo concepto de Montaña del Diablo, al situar en un impresionante peñasco del estado de Wyoming la base extraterrestre de su espectacular película Encuentros en la Tercera Fase. Seguramente, si dispusiéramos de tiempo y tuviéramos la fortuna de tener a mano un detallado mapa mundi, nos sorprendería la cantidad de picos, montes y montañas que utilizan este calificativo, así como su asociación a una o más leyendas relacionadas. En cierto modo, tiene su lógica. Ya no sólo por la forma de la peña, el pico o la montaña en cuestión, pues ya se sabe que la Naturaleza, aparte de sabia, también suele ser caprichosa, sino porque este tipo de lugares atraen toda clase de fenómenos que, aunque sujetos la mayoría de las veces a explicaciones racionales, para el pensamiento primitivo, constituían, no obstante, manifestaciones de carácter tanto celestial como infernal, dando lugar a toda clase de mitos y leyendas.
Resulta difícil pensar en esto, y partiendo de la ancestral historia de Adán y Eva, no llegar a la conclusión de que, en el fondo, no hay Paraíso sin su correspondiente Diablo. Lo cuál, dicho de otra manera, viene a confirmar el principio de los opuestos.

La leyenda, en el caso que nos ocupa -conocida en Aragón, con el nombre de La Energúmena- no habla de un solo diablo, también es cierto, sino que, como en las célebres sagas que siguieron a El Exorcista -basada en la obra del novelista norteamericano William Friedkin- menciona la existencia de una legión de diablos empeñados en obstaculizar la obra de los monjes -situada en las inmediaciones de las cuevas donde éstos tenían la costumbre de reunirse desde tiempo inmemorial para hacer sus conciliábulos- echando abajo los cimientos del monasterio que los monjes, con un supremo esfuerzo, volvían a levantar, hasta el punto de que, enfurecidos y para que no quedara piedra sobre piedra, los diablos planearon cortar una gran extensión de árboles y con la leña, prenderle fuego.

Es evidente, que no consiguieron su pérfido objetivo. Al menos, hasta la famosa desamortización de Mendizábal -cuyos efectos, son todavía notoriamente visibles- pero no deja de tener su vertiente morbosa e inquietante, pasear por la ribera del denominado Estanque del Espejo y contemplar ésta enigmática peña, testigo silencioso de un mundo perdido, y hasta cierto punto, desconocido por completo.