sábado, 13 de diciembre de 2014

Exteriores de la Sagrada Familia


'Gaudí quiso superar el neogótico, pues, como él decía, el espíritu del tiempo es otro. Y acertó en el siempre difícil equilibrio entre tradición y modernidad. Pero la Sagrada Familia atrae porque la síntesis arquitectónica, la "nueva arquitectura" que Gaudí quiere levantar, descansa sobre lo que el espíritu humano busca con afán: la proporción, la armonía, en definitiva, la belleza. La basílica vive del estupor y la admiración que despierta...'(1)

Como un canto que se eleva hacia la misma Gloria, fortalecidas sus raíces con los misterios de la tierra, los exteriores de la Sagrada Familia, como bien afirma Armand Puig, proporcionan esos detalles que el espíritu humano busca con afán: proporción, armonía y belleza. No es de extrañar, por tanto, que a su alrededor, en sus aledaños e incluso en esos autobuses turísticos que la circundan con similar lentitud que el paso de esas mismas tortugas que soportan las columnas de la portada del Nacimiento, grandes multitudes rindan su particular tributo de admiración, a una obra en la que después de todo, el genial visionario, Gaudí, dejó, bien visibles en tan monumental conjunto, los grandes mitos y paradigmas de la Humanidad, afines a todos los seres humanos, sin distinción de raza o de color. Dentro de tal riqueza, no es, sino el Simbolismo, la parte proporcional más colorida con la que Gaudí destapó los arcanos más cálidos de su alma, consignándolos en el holocausto de una divina invocación. La Magia de los Números -donde se ha de incluir el cuadrado mágico, que como el enigmático silogismo de la iglesia prerrománica de Santianes de Pravia, leídos en cualquier posición, suman siempre 33, la supuesta edad de Cristo-; el Laberinto -que no sólo recuerda a una brillante civilización, la minoica y el hogar del enigmático Minotauro, sino también la distribución de los templos subterráneos dedicados a la Gran Diosa, como el Cairn de la Reina Maeve o Mab, en Sligo, o los subterráneos del Castillo de Arianrhold, donde la tradición asevera que permanece cerrada para siempre la Puerta del dios Llyr, el equivalente celta al Jano romano-; la Espiral -ese Ojo en el Cielo, sobre cuyo iris gira en vertiginosa sucesión la chispa de la vida-, conocida por los constructores desde el alba de los tiempos y transportada indolentemente en la concha de los caracoles que se deslizan con pasmosa lentitud por las paredes exteriores de la cripta; la Serpiente, maltratado emblema de Sophia, que cambia de color, verde o dorado, según la intencionalidad del artista, en el Santo Cáliz que suele portar el Evangelista; el Gallo, símbolo solar y parte de la mística gnóstica convertida en la figura del Abraxas, de cuya adoración se acusó también a los templarios; la Salamandra y el Dragón, íntimamente ligados al noble arte de la Alquimia y a los conceptos de renovación e inmortalidad....

La Sagrada Familia: en definitiva, Proporción, Armonía, Belleza y Simbolismo.


(1) Armand Puig: 'La Sagrada Familia según Gaudí', El Aleph Editores, Barcelona, 1ª edición: mayo de 2011.