sábado, 21 de enero de 2012

Visiones megalíticas en el Camino: el menhir de Villanueva de Gumiel



Dentro de ese inmenso marco geográfico que apuntala un milenario solar histórico llamado Burgos, y antes de alcanzar un interesante núcleo rural conocido como Villanueva de Gumiel, la carretera atraviesa un peculiar bosque, cuya espesura, en la actualidad, depende de la rapidez con la que las brigadas de leñadores terminen de desarbolar unos ejemplares de pino y abeto, que bien pudieran haber medrado en un tiempo confuso e irregular, similar a aquélla formidable Tierra Media descrita por Tolkien.

Posiblemente de esa época, una época que en justicia podríamos denominar del Silencio, por lo poco que realmente sabemos de ella, procede un curioso falo pétreo que, situado a mano derecha, en una pequeña zona despejada de vegetación, apunta inmóvil hacia un imaginario útero celestial.

Se trata, no cabe duda, de un afortunado superviviente, que por cuestiones de indeterminada y oscura piadosidad, no ha terminado engrosando las interminables esquelas funerarias que conforman ese imaginario cementerio de Historia y Patrimonio olvidado, destruído o expoliado, adjetivos que, a la postre, definen algo tan doloroso, como es la pérdida de.

Dejando aparte aquéllos otros que hubo por la zona, e incluso aquéllos, nunca se sabe si más afortunados, que terminaron engrosando los materiales de alguna iglesia cristiana (1), el pueblo llano siempre ha mantenido cierta relación tradicional con estos sorprendentes restos de un pasado ignoto y lejano. En muchas ocasiones, han sido tildados como piedras de brujas, lugares de conciliábulo de cultos al Sauron de la tradición cristiana, que no es otro que el mismisimo Diablo, o puntos de inflexión de orgías y bacanales. Una forma de describir, con las hieles de la censura a ultranza, unos simples ritos de fertilidad que formaban parte de la memoria atávica de los pueblos. Con respecto a este menhir de Villanueva de Gumiel, bueno es hacer saber, que se le denomina de la pijotada, y se le asocia a la leyenda de un cura licencioso que, hallándose un día más sofocado que de costumbre, persiguió por el bosque a una encantadora doncella, con tan mala fortuna, que tropezó y con el enhiesto miembro golpeó el centro del menhir, haciéndole el agujero que se observa. Justicia popular, diría yo, que en el refranillo -pequeño tesoro de sabiduría popular muy acertada- quedaría reflejada en la célebre frase de a Dios roganzo y con el mazo dando.

Lo que sí que es cierto, y eso lo puede comprobar cualquiera que se persone en el lugar al amanecer, es que en este menhir se produce una cópula imaginaria entre el cielo y la tierra, a medida que el sol va ascendiendo sobre el horizonte y sus rayos atraviesan este centro primordial que la tradición achaca a la referida pijotada del cura. Merece la pena, como digo, detenerse aquí unos minutos, para ver el espectáculo y a la vez, sentir la soledad del lugar. Como también merece la pena, para complementar el viaje, continuar, algunos kilómetros más adelante y acercarse hasta el interesante pueblo de Villalvilla de Gumiel, para visitar su curiosa iglesia románica dedicada a Santiago Apóstol -ojo al dato-, detenerse a observar sus peculiaridades -que por respeto a cierto Magister, de momento me reservo- y de paso, obtener algunas interesantes imágenes de sus estelas funerarias medievales, cuya simbología y número van desapareciendo progresivamente con el paso de los años.





(1) Por ejemplo, el que se puede observar todavía en una de las paredes interiores de la parroquial del pueblecito soriano de Tera.