'En España existe un museo cuyas salas se extienden a lo largo de ochocientos kilómetros'.
[Luis Carandel]
Esta reflexión de Luis Carandel, en referencia al Camino de las Estrellas, lejos de ser banal ofrece, en mi opinión, una visión objetiva acerca de lo que se encontraba el peregrino que, sin importar la ruta seguida, encaminaba sus pasos en dirección a Compostela. Un museo grandioso, monumental, donde la fatiga del largo camino se veía recompensada no sólo por los misterios que, en forma de enseñanzas el peregrino iba deshojando a lo largo de los diferentes tramos que recorría, sino también por el fenómeno inigualable de una Naturaleza que se desplegaba ante sus ojos con la fuerza elemental de una Gran Madre, primigenia, antigua, total. Este despliegue de fuerza en todo su esplendor, quizás fuera más sentido y a la vez admirado, por aquéllos peregrinos que decidían atravesar Asturias, encaminando sus pasos hacia Oviedo y su imponente catedral de San Salvador. Si se tuviera la oportunidad de desplegar un mapa, como de hecho existe, uno se quedaría realmente alucinado de la infinitud de caminos que, atravesando la difícil cordillera, pasando por la no menos accidentada y sufrida costa cantábrica o ya perdiéndose por las entrañables peculiaridades del interior, recalaban en esa Ovietum cortesana, que algunos recientes descubrimientos arqueológicos sitúan cuatro siglos -cuatro- más antigua de lo que se venía aceptando hasta el momento.
Si volvemos un poco la mirada hacia la entrada anterior y volvemos a situarnos en ese maravilloso Valle de Dios y, una vez visitados sus lugares más significativos, es decir, el Conventín y el monasterio de Santa María y volvemos hacia la carretera general, tenemos la oportunidad de continuar nuestro camino por otra ruta que, en algo más de una veintena de kilómetros, nos conducirá a Oviedo llevándonos, una vez dejadas atrás las hostilidades del puerto, por caminos llanos, donde predominan los verdes valles que caracterizan a los concejos de Sariego y Siero. De hecho, en Sariego, la aviación republicana, aprovechando dicha cualidad, dispuso de varios aeródromos durante la infausta Guerra Civil. Tampoco ésta pasó desapercibida por la zona, sufriendo las iglesias una terrible desolación. Por este motivo, principalmente, el peregrino que llega hasta el templo de Santiago el Mayor, apenas reconozca una estructura que fue un grandioso templo prerrománico en sus orígenes, de cuya etapa apenas conserva algunos elementos, entre ellos, varias celosías que, como ya he aventurado en más de una ocasión, son auténticas obras de arte, labradas con maestría en una sola pieza. Algo más de fortuna, aunque menos grandioso en apariencia, el cercano templo de San Román permanece de puertas abiertas al peregrino, quien puede reconfortarse con las duchas habilitadas en el interior de la sacristía.
Algo más de fortuna, y dentro de las lindes del pueblo de Vega de Sariego, la iglesia de Santa María de Narzana, conserva interesantes elementos románicos, cuyo simbolismo no ha de dejar indiferente al peregrino que encamina sus pasos hacia ella. Si es observador y ha seguido la ruta escrita por Villaviciosa y su entorno, verá el vuelo de esas bandadas de gansos medievales que, llamados canteros, quisieron dejar testimonio de su paso por el lugar, labrando una portada poco menos que gemela de aquélla otra que tuvieron oportunidad de admirar en la iglesia de Santa Eulalia de La Lloraza. Merece la pena pedir la llave en la casa vecina y admirar los capiteles del arco absidial del interior, así como los recuerdos dejados en las paredes por turistas y peregrinos procedentes de otros países con otros cultos que, a la postre, vienen a demostrar que las creencias de cada persona, no tienen por qué estar reñidas con el respeto.
Introducidos en el concejo de Siero, qué duda cabe, de que uno de los mayores atractivos para el peregrino -e incluso para el investigador que sin importale la carencia de documentación histórica, busque por estos lares la sombra escurridiza de los freires del Temple- el templo de San Esteban de Aramil, también llamado de los Caballeros, vuelve a poner de manifiesto la importancia que ese pretendido taller de canteros, de posible origen normando, tuvo en muchas de las construcciones románicas del Principado. Aquí, entre otros interesantes elementos, volvemos a encontrarnos con la peculiar portada conformada por aves. Unas aves en cuyo rostro, por poco que nos esforcemos, podremos ver una misteriosa reseña cantera que predomina, sobre todo, en numerosas construcciones afines al Camino de Santiago: la pata de oca. En las cercanías, también el pueblo de Argüelles, ofrece otro curioso templo que el peregrino debe visitar: el de San Martín.
Dejando atrás la Pola de Siero, sin abandonar por un momento la dirección de Oviedo, conveniente es detenerse en Colloto. De sus orígenes prerrománicos, no quedan huellas en la iglesia de Santa Eulalia, pero no ocurre lo mismo con el maravilloso puente medieval que, aunque más pequeño, sigue los mismos patrones que el de Puente la Reina: lomo de asno, por el que los peregrinos ascienden simbólicamente a los cielos.
La ruta poco menos está hecha. Sólo faltan cinco kilómetros escasos para que en Oviedo, éstos presenten sus respetos al Señor.