lunes, 30 de agosto de 2010

Reposición: Toledo, conciliábulo de brujas y soñadores


[Verba volant, scripta manent: las palabras se las lleva el viento, lo escrito permanece. Nunca es demasiado tarde para decir lo siento]

Afirma Julio Caro Baroja en su obra Vidas Mágicas e Inquisión, referente a las brujas manchegas y toledanas, que los fondos del Archivo de la Inquisición de Toledo referentes a hechicería son escasísimos en procesos de los comienzos del tribunal; abundan, relativamente, los que corresponden al reinado de Carlos I, bajan en el de Felipe II y suben de modo considerable en el siglo XVII, para volver a bajar en el XVIII.Yo estoy y no estoy de acuerdo. En primer lugar, porque una visita a Toledo resulta, si no hechizadora, al menos sí hechizante; y en segundo lugar, porque las brujas, lejos de desaparecer, exterminadas por ese fuego supuestamente purificador que con tanta arbitrariedad y -¿por qué no decirlo?- con tanta mala leche aplicaban los padres dominicos, proliferan en la actualidad como esas golondrinas que revolotean alegremente por encima de iglesias, catedrales y sinanogas. Es cierto, desde luego, que, amoldándose a los tiempos, utilizan múltiples medios de transporte, en sustitución de las viejas y obsoletas escobas con las que -según se cuenta, y no me mojo a la hora de decidirme por las buenas o las malas lenguas- antaño atravesaban las nubes, provocando alguna que otra tormenta de sapos.Pero en el fondo, y en esto sí que quisiera aplicar el concepto seguido por el señor Baroja a la hora de definir lo que a su juicio son o pueden ser vidas mágicas, las bujas de ayer, como las brujas de hoy, continúan siendo personas, más o menos oscuras, dominadas por pensamientos mágicos.Es difícil no sentir magia, por ejemplo, contemplando a una bruja en la Plaza de Zocodover, embelesada con los bolillos, mientras las terrazas de los edificios de alrededor muestran su galana disposición a la festividad del Corpus, con mil y un adornos. El intenso calor, achacable, sin duda, a la apertura de puertas de Pedro Botero no despedía, sin embargo, ese característico olor a azufre, común a todo infierno que se precie; y sin embargo, mil y una fragancias -incluídas las inherentes a un fino de cuerpo y raza- anticipaban la llegada a la ciudad, apenas despuntada el alba, del heraldo de un brujo de Sierra Mágina, señor indiscutible de ese plano astral donde reinan la poesía y la nostalgia, y al que sus amigos conocen y veneran como Señor Pelargonium.Por otra parte, no resulta menos cierto que, a la hora de sorprender, una alianza explosiva puede residir en la magia de una bruja y el poder de convicción de un abogado; acompañados, eso sí, por un notario. Pero no un notario a la vieja usanza, de esos de levita y tirabuzones, empeñado siempre en apuntar hasta la última coma de una historia que ni le va ni le viene; no, me refiero a esa otra clase de plumíferos empeñados en dar siempre la nota con su cámara de fotos y su libretita que, a fuerza de entrar y salir del bolsillo del pantalón para recibir las acusicas palabrejas de la pluma, está haciéndose con una leyenda comparable -comparativa y exageradamente hablando, claro- con los misterios de Eleusis.Quizás debido a esa providencial mala costumbre de garabatear todo aquello cuanto ve, este nota, es decir, este notario, puede dar hasta cierto punto fiel testimonio de la cara de sorpresa de Maese Alkaest y la Señá Polvorilla, frente a un encuentro casualmente intencionado, como si hubieran visto siete gatos negros y un templario endemoniado. Y bien merecido que se lo tenían, por no avisar a los amigos de la llegada a los Madriles de la artista Donna Baruk y consorte, no menos artista, Don Eduar, notables compañeros curtidos en mil y una aventuras románicas por esos pueblos de Dios.Siendo Toledo ciudad de cultura y tradición, no podía faltar, desde luego, el correspondiente aquelarre. ¿Y qué mejor campo embrujado que el Parador Nacional, donde, para no perder su pésima costumbre, don Manué se fue a orinar sin avisar?. ¡Calma, Kalma, esto es así y el truhán pagará su afrenta!.Y para rematar la faena, una entrañable reunión, en casa de otra artista de talento: su nombre, Patadoca, quien, rompiendo la tradición de las hermandades compañeriles del Camino, nos recibió sin exigirnos el signo de identificación. Eso sí, luego se vengó, intentando revelarnos el futuro con la magia de las cartas y las runas.Pero, en realidad, ¿quién necesita saber el futuro, cuando se está disfrutando del presente entre amigos?.Moraleja: la próxima vez avisa, que si no te encuentras con la sorpresa.