martes, 22 de octubre de 2013

Santa Eufemia de Ambía: otro Ninfeo que ya no es


Posiblemente, una vez visto el Ninfeo de Santa Eulalia de Bóveda, no resulte demasiado incómodo, siquiera para el peregrino que no tiene prisa en llegar a Compostela, cambiar momentáneamente de provincia y, aunque de manera breve, darse un interesante paseo por San Esteban de Ambía y detenerse un momento a contemplar esa pequeña iglesia prerrománica, dedicada a la figura de Santa Eufemia que, lejos de exagerar, constituye uno de los pocos templos de su género sobrevivientes en la provincia. De hecho, este lugar forma parte de una interesante ruta mistérica que, arrancando de Allariz, continúa por Xunqueira de Ambía -con su inconmensurable Colegiata de Santa María, cuya iglesia conserva similar factura a la de Santa Mariña de Augas Santas-, Bouzas -donde todavía subsiste un interesante petroglifo con forma de laberinto, convenientemente cristianizado por un crucero y una ermita-, Baños de Molgas -lugar de termas, ya conocidas desde la época romana- y Maceda -con su Castelo, reconvertido en hotel y en cuyos sillares los canteros medievales dejaron buenas pruebas de su paso-, hasta desembocar en la carretera general que, partiendo de Orense capital y llegando, cuando menos a Castro Caldelas, reconduce al viajero hacia la Roboyra Sacrata y lugares de enigmática belleza como San Pedro de Rocas, Santa Cristina de Ribas de Sil, San Estevo de Ribas de Sil o San Paio de Abeleda.
Aún situado a escasos metros de la carretera comarcal que atraviesa el pueblo, dividiéndolo en dos mitades, no es fácil vislumbrar este lugar, puesto que queda detrás de varias casas que, aparte de estar prácticamente pegadas a su ábside, impiden su visión hasta que no se está encima. Lo más destacable de éste son, sin duda, sus típicos ventanales. Cerca de la entrada, bastante reformada, en cuanto a la portada se refiere, hay un grueso monolito pétreo en el que, quién sabe, quizás esas huellas de color rojizo fueran en templos vestigios de arte megalítico o simplemente sedimentos ferrosos. Pero de lo que no cabe duda, y así queda de manifiesto en la pieza que sostiene el altar -o al menos lo sostenía, porque, dado que no pude entrar en el interior del templo, hablo a través de fuentes que me reservo de momento-, es que aquí, antes de que se levantara el templo, existió un ninfario (1), detalle ya de por sí interesante, que no sólo relaciona el lugar con el que acabamos de ver en Santa Eulalia de Bóveda, sino que, además, vuelve a poner de manifiesto un fenómeno que ya se ha comentado en alguna ocasión anterior: que siendo Orense la única de las provincias gallegas que no tiene frontera natural con el mar, los antiguos cultos relacionados con el agua proliferaron tanto o más que en aquéllas.
Así mismo, de la actividad megalítica desarrollada en el lugar, y como se ha aventurado al principio, parte un camino desde Bouzas, pueblo distante, aproximadamente dos kilómetros de aquí que, apenas un kilómetro más adelante y en una explanada desde la que se ve en la distancia una cantera, dato que puede ser interesante, se conserva un petroglifo en forma de laberinto circular, que al igual que este ninfeo de San Esteban, fue en su momento convenientemente cristianizado y que veremos en una próxima entrada.


(1) La antigua ara romana que sostiene o sostenía el altar, conservaba una inscripción, en la que se podían leer las siguientes palabras: AURELIUS / FLAUS / TAMACANU / NYMPHIS / EX VOTO.