martes, 2 de agosto de 2011

Monsacro: aventura en el Monte Sagrado




'Más cosas encontraréis en los bosques que en los libros; los árboles y las piedras pueden haceros ver lo que los maestros nunca sabrán enseñaros. ¿Pensáis acaso que no podéis libar miel de las piedras, aceite de la roca más dura?. ¿Será que las montañas no destilan dulzura?. ¿Será que las colinas no maman leche y miel?. ¿Será que los valles no están llenos de trigo?. Tengo tantas cosas que deciros, que apenas sí puedo contenerme...'.

[San Bernardo (1)]

Cuando se tiene la oportunidad de visitar un lugar de las características de éste Monsacro, o Monte Sagrado asturiano, se tiene la oportunidad, así mismo, de comprender, sentir y hacer propias estas hermosas palabras de una de las mentes más brillantes y lúcidas de la Edad Media: San Bernardo de Clairvaux o, convenientemente latinizado su apellido, cuando no su origen, de Claraval

En cierto modo, San Bernardo tiene parte de culpa de mi reciente aventura por tierras astures; eso, por no citar a ese místico escritor de origen brasileño -Paulo Coelho- y hacer propia, también, su filosofía personal de que cuando uno desea algo de verdad, el Universo entero conspira para ponérselo al alcance de la mano.

Conspiraciones y apadrinamientos aparte, lo que sí es evidente, es que mi interés por la Orden del Temple, no deja de proporcionarme insólitas sorpresas y momentos de especial relevancia. Y no obstante, lo cierto es que, dejando aparte las posibles connotaciones templarias que puedan adscribirse al lugar -indemostrables a día de la fecha, aunque plausibles a hipóteticos razonamientos basados en algunas curiosas probabilidades, que ya exploraré en otro momento y lugar- cuando uno llega a la cima, sin resuello pero consciente de la gran belleza que ha ido contemplando durante la difícil ascensión, su primera impresión, no es otra que aquélla que le induce a pensar que ha traspasado la frontera de otro mundo. Literariamente hablando, por supuesto, se podría comparar con esas experiencias cercanas a la muerte, en las que los pacientes cuya vida ha pendido de un hilo, describen una experiencia mística al final del túnel. Porque eso, para mí, significó la llegada a la cima de ésta emblemática montaña; una experiencia mística en la que, junto con el sudor del esfuerzo -juramentos incluídos-, se deslizaba también todo indicio de mundanidad, para dejar paso, simple y llanamente, a lo que bien podría denominarse como el universo del Espíritu.

Es por este motivo, que yo no definiría al Monsacro como un Lugar de Poder; sino, más bien, como un Lugar del Espíritu. Un lugar que, aún habiendo sido cristianizado ya en tiempos de la conquista musulmuna -según una de las leyendas, allí se depositaron las sagradas reliquias traídas por Santo Toribio de Jerusalén, posteriormente trasladadas a la catedral de Oviedo por el rey Alfonso VI- fue escenario simbólico y sagrado de culturas anteriores, de las que aún perviven, si no los dólmenes que se supone que hubo, sí algunos túmulos funerarios, como el que se puede apreciar por debajo de donde se alza la ermita de la Magdalena, esa ermita, quizás menos interesante para algunos, por no tener la planta octogonal de su vecina, la ermita de Santiago (2), pero que recuerda, por su estructura, aquélla otra de Maderuelo, en la provincia de Segovia, cuya advocación no es otra que la de la Vera Cruz.

Subir al Monsacro, pues, independientemente del ánimo templarista que pueda albergarse en el corazón de cada uno (3), conlleva un ejercicio de autocomplacencia espiritual, en el que poco o nada importa la procedencia de la mano que elevó ambos templos, sino más bien el motivo por el que los elevó.

Y un dato curioso a tener en cuenta: sólo los que acuden de fuera dicen subir al Monsacro; los del lugar y los de los pueblos de los alrededores, siempre dicen: subir a la Madalena, tal cual suena, con esa falta de ortografía que tanto le molesta a esa notable figura que es su párroco, el estimado amigo don Miguel Ángel García Bueno.








(1) Bernardo de Claraval: 'Epístola 106'.

(2) Anteriormente bajo la advocación de Nuestra Señora del Monsacro.

(3) Con fecha 25 de julio de 2011, el periódico La Nueva España puso de manifiesto la intención del alcalde de Santa Eulalia de Morcín, de poner 12.000 euros a disposición de arquéologos de la Universidad de Oviedo para demostrar la procedencia templaria de ambas ermitas.