De tranco en tranco, o mejor
quizás, de oca en oca, el siguiente punto de interés para el peregrino, en este
tramo del Camino de las Estrellas, se encuentra, aproximadamente, a cuatro o
cinco kilómetros del Alto de San Roque, que acabamos de dejar atrás. No se
trata, tampoco, de una población importante, pero sí cuenta con hostales y
algún que otro lugar de restauración, que el peregrino agradece. Como en los
anteriores casos de O Cebreiro y Liñares, volvemos a encontrarnos, en su iglesia
de San Juan, ese estilo peculiar que caracteriza los templos de la zona y que,
aún consistente en esa austera sencillez rural, no dejan de ser, después de
todo, construcciones que respetan, al menos de forma básica, las reglas de la
Geometría Sagrada, y de las que un buen observador, puede sacar alguna que otra
puntilla interesante. De nuevo aquí, en la iglesia de San Juan, el peregrino
vuelve a experimentar ese ciclo simbólico de muerte y renacimiento, que le hace
penetrar en el templo de oeste a este, simulando, aunque a la inversa, ese
mismo ciclo vital que realiza el sol todos los días, hasta desaparecer en el
infinito horizonte del Finis Terrae. Pero antes de penetrar en el
templo, es posible que se fije en lo más alto de su torre-campanario que, de igual
manera que en los casos anteriores, está rematada por un pequeño templete que
semeja –vuelvo repetir, comparativamente hablando- las stupas orientales. Y al
hacerlo, verá también una cruz de Santiago, cuya punta se hunde en un poyete de
piedra, de forma piramidal o monxoi. Siendo consciente de que se encuentra
en una zona inequívocamente relacionada con el misterioso Santo Grial, resulta
más que posible, que ésta visión le recuerde, por similitud, una de las
leyendas más formidables de la Edad Media, inequívocamente relacionada, así
mismo, con el tema del Grial, y encuadrada dentro del contexto del apasionante
Ciclo Artúrico: la espada en la piedra.
La planta, de forma rectangular y
ábside cuadrado –la misma forma, dicho sea de paso, que tiene también la planta
de uno de los lugares más enigmáticos de la provincia de Orense, como es la
denominada cripta o Forno da Santa, situada en el pueblecito de Santa
Mariña de Augas Santas, cercano a Allariz-, recibe al peregrino con el
barroquismo recargado y churrigueresco de su retablo principal, así como los
retablos laterales, en los cuales, si éste no pierde detalle de todo cuanto se
expone a su visión, podrá observar algunas curiosas peculiaridades que, cuando
menos, le sorprenderán. Posiblemente, la más desconcertante, sea la figura que
ocupa el lugar preeminente y más alto del retablo mayor: un Niño Jesús. Figura
que no tendría nada de relevante, si no fuera por el escabroso detalle –único,
añadiría, al menos que yo conozca- de estar, si no crucificado, sí al menos
unido a la Cruz del martirio. Llama la atención, así mismo, el color de la
túnica: azul-verdoso; color que nos vuelve a recordar esa asociación
tradicional con las Vírgenes Negras –Santa María la Real de O Cebreiro, por
ejemplo y cercanía- que nos volveremos a encontrar más adelante, en la imagen
de Santiago que preside la parte central del retablo mayor que se encuentra en
Triacastela, en la iglesia que lleva su nombre.
Por debajo, una imagen de época
representa a San Antonio portando al Niño, remedando al tradicional gigantón
San Cristóbal. Otra vez. Y digo otra vez, porque este santo parece tener cierta
relevancia en esta parte de la ruta; ahora bien, la peculiaridad de la imagen,
reside en que el Niño, desnudo, está sentado sobre la bola del Mundo. Completan
el retablo, las figuras, de aspecto gótico, de la Virgen y el Evangelista,
situadas arriba y a ambos lados del Niño Jesús crucificado, y el Sagrado
Corazón de María, ésta por debajo, a la altura aunque al lado contrario, de la
imagen de San Antonio. En la parte central del retablo, por encima del
Sagrario, representado por la figura del Agnus Dei, un pequeño Cristo
crucificado también resulta interesante, porque, por la posición de sus brazos,
cabría hipotetizar, si originalmente la cruz que lo soporta no tendría la
conocida y paradigmática forma de pata de oca.
Adosada a la pared y sobre una
pilastra, hay también una pila, con forma de copa y realizada en un solo bloque
de piedra. Al lado contrario, y descansando en el suelo, una campana muestra,
como diseño principal, una cruz monxoi formada por florecillas de seis
pétalos, exactamente iguales a aquéllas otras conocidas tradicionalmente como espantabrujas,
que a manera de talismán y protección, solían ponerse en los dinteles de las
casas y también en iglesias y monasterios.
El siguiente tranco, fuera de la ruta peregrina, queda un kilómetro más
delante de Hospital da Condesa, siguiendo el desvío hacia Sabugos y un lugar
llamado Temple.