domingo, 22 de febrero de 2009

Paganismo cristianizado: San Pedro Manrique, el culto al fuego

No se celebra en el corazón de Castilla, como es opinión generalizada, sino en el corazón de la Celtiberia Soriana, donde cada 24 de junio y coincidiendo con el solsticio de verano, los mozos de San Pedro Manrique desafían al fuego, rindiendo culto, de paso, a la Virgen de la Peña, figura mariana de la que son especialmente devotos.
Hasta tal punto se es fiel a ésta devoción, que Santuario y Recinto del Fuego están indivisiblemente unidos por un anfiteatro de forma hexagonal, en el que cada año cientos de visitantes acuden entusiasmados a presenciar un espectáculo sobre el que los científicos -amparados siempre en el dogma de clasificarlo todo bajo la peremne rigidez de las leyes de la Física- aún no han explicado de forma convincente y fidedigna, el curioso efecto que hace que unos pies descalzos atraviesen unas brasas ardiendo sin sufrir un solo rasguño.
Basta simplemente darse una vuelta alrededor de este curioso recinto, para ver los efectos en el suelo de las últimas hogueras. Resulta, simple y llanamente, estremecedor.
Frente a tales antecedentes, no es de extrañar, pues, que el pensamiento generalizado retome el camino de lo espiritualmente trascendente, en definitiva, de la fe, para explicar el milagro que se produce mediante la intercesión de una Virgen que, simplemente ya por el nombre -'de la Peña'- induce a sospechar ciertos atributos de 'virgen negra'.
Y es que, detrás de este rito, se ocultan, desde luego, elementos paganos que a buen seguro tienen su origen histórico en el siglo VI antes de Cristo, con las invasiones celtas de la Península.
Situado, aproximadamente, a 26 kilómetros de Garray y las ruinas de la mítica ciudad de Numancia, en las denominadas Tierras Altas sorianas, San Pedro Manrique aún conserva vestigios y tradiciones de aquéllas tribus celtíberas -los pelendones, entre otros- que se expandieron por la comarca durante generaciones, manteniendo vigentes unos ritos que, convenientemente maquillados por la ortodoxia eclesiástica, ofrecen un digno testimonio de una pervivencia cultual netamente pagana, pero cuyas raíces, no obastante, permanecen fielmente asentadas.
No sólo en el rito del paso del fuego, sino también en algunos de los elementos que lo componen, encontramos la vigencia de las antiguas tradiciones celtas a las que estamos haciendo referencia.
De todos es conocido el gran interés que el pueblo celta -y en particular su casta sacerdotal, los druidas- tenía por el entorno en el que vivían. Entorno que sacralizaban -bosques, ríos, fuentes- y a cuyos elementos conferían unos orígenes divinos, que habrían de determinar un Olimpo Celta, propiamente hablando, similar, en esencia, a los panteones mitológicos de las grandes culturas de la Antigüedad.
Antes de continuar, creo que sería interesante poner de manifiesto que los 'rituales del fuego' -permitasemé tal denominación- no son una exclusividad de un pueblo o una cultura determinados; por el contrario, se localizan en multitud de lugares, pueblos y culturas que, repartidos a lo largo y ancho del globo terráqueo, hacen sospechar de la existencia, en tiempos, de un vínculo o nexo común.

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domingo, 15 de febrero de 2009

lunes, 9 de febrero de 2009

Música para el Camino

Siempre he creído que la música, como elemento cultural de primer orden, acercaba a los pueblos, consiguiendo el milagro de unirlos los unos a los otros. La música, unida a la emoción de un viaje, a la belleza de un paisaje; escuchada a solas, o compartida con un ser cercano, tiene unas propiedades tan singulares, que rayan en la más pura de las acepciones de la magia. Porque en eso consiste la música: en penetrar por el oído vibraciones que se graban en el alma.
Un momento mágico, es aquél en el que uno se siente en armonía consigo mismo y por lo tanto con el mundo. Más o menos, esas eran las impresiones que sentía en la madrugada del pasado sábado, mientras circulaba prácticamente en solitario hacia uno de mis destinos favoritos: la provincia de Soria.
Porque, en el fondo, magia era lo que iba buscando. En esa jornada en particular, buscaba la magia de una leyenda acaecida en plena Reconquista, y que tuvo por escenario un pueblo situado en los campos de Gómara -Almenar-, un Santuario -el de Nª Sª de la Llana- y un milagro: el del cautivo de Peroniel.
Y lo hacía, desplazándome en paz, por un país en paz. Un país al que adoro; un país del que procuro disfrutar y del que hay tanto, todavía, por aprender. Aprender de sus provincias, de sus gentes, de sus parajes naturales, de su impresionante belleza...
Esta mañana temprano, acudía al trabajo, como todas las mañanas, pensando en mi último viaje. Aguantando con estoicidad, como todas las mañanas, ese tráfico endemoniado que colapsa las grandes capitales y que altera los nervios, por mucho que pensemos que estamos ya de sobra acostumbrados. Iba, como todas las mañanas, hacia mi centro de trabajo, situado en la calle de la Ribera del Loira, enfrente del Recinto Ferial. Como cada día, sobre las 7,20 de la mañana, entraba por la puerta, dejaba el coche en el garaje, sacaba un aguachirri de la máquina -decir café no sería hacer honor a la verdad- y me sentaba en mi mesa, comenzando una larga jornada. Pero jornada, al fin y al cabo, con cuya compensación, y a duras -muy duras penas- me procuro esos pequeños placeres de ir sobreviviendo -que no es poco- y algún fin de semana buscar la paz y la aventura fuera de las fronteras de mi Comunidad.
Apenas eran las ocho de la mañana, cuando un aviso de bomba nos obligaba a desalojar el edificio, situándonos en la parte de atrás. No era cuestión de tomárselo a broma, pues unos años antes, ya habíamos sufrido las consecuencias de otro atentado. Con la preocupación de un momento así en el rostro y ateridos de frío, asistimos, como ratones atrapados en la ratonera -como aquél que dice- a los acontecimientos.
No eran siquiera las nueve de la mañana, cuando una ensordecedora explosión, aproximadamente producida a unos doscientos o trescientos metros de nuestro centro de trabajo, nos ha sobrecogido a todos.
Yo no podía pensar más que en esos momentos mágicos a los que me refería y recordar esas canciones entrañables de Serrat. Aunque, afortunadamente, hoy no se han producido víctimas, no puedo reprimir la triste sensación de que mi corazón está de luto. Luto por tanta barbarie sin sentido; luto por mis compañeras, algunas de ellas embarazadas, que con el rostro descompuesto y lágrimas en los ojos, han sido desalojadas por la parte de atrás del edificio y caminaban ateridas de frío por el arcén de una M40 congestionada de coches; luto, porque aunque la explosión se ha producido dos edificios por debajo del nuestro -en el de Ferrovial- podía habernos tocado a nosotros. Y luto, porque, igual que en ese genial poema de Miguel Hernández, al que un día Serrat puso música, todos, absolutamente TODOS NOSOTROS también sangramos, y luchamos y pervivimos cada mañana por nuestro pan y nuestra LIBERTAD.
Cuando uno sale al Camino, nunca sabe con quién se cruza. Ahora bien, en estos momentos, no dejo de preguntarme: ¿qué música escucharán esos individuos, esos miserable que se mueven libremente por un país Libre, portando muerte y destrucción?.

domingo, 8 de febrero de 2009

Leyendas Medievales: el cautivo de Peroniel

La Edad Media. Una época de luz y oscuridad; de magia y superstición. En definitiva, una época en la que los mitos enraizaron tan profundamente en el alma de los pueblos, que llegaron a convertirse en Tradición. La Tradición es Cultura; es ese conjunto de vivencias -naturales o sobrenaturales- que conforman el carácter de un pueblo. Soria, sin duda, es un pueblo con carácter, si lo juzgamos en consonancia con la Tradición que arrastra desde tiempo inmemorial.
Resulta fácil llegar a esta conclusión, si en nuestro juicio recojemos, como un verdadero tesoro que ha llegado más o menos intacto hasta nosotros, una larga, larguísima trayectoria histórica. Desde los yacimientos antropológicos de Ambrona, Alcubilla de las Peñas o incluso los alrededores de Conquezuela y Miño de Medinaceli; el refinamiento de ciudades como Uxama; la gesta heróica de Numancia y su ejemplar resistencia frente al acoso de las legiones de Escipión; el misterio de la ciudad troglodita de Tiermes, un prodigio de ingeniería extraordinario...hasta llegar a esa vanguardia de la Reconquista desde cuya posición -como frontera del Duero- se continuó con el avance que habría de expulsar al invasor musulmán de la Península o, en fechas posteriores, la historia de las brujas de Barahona, que sigue la trayectoria diabólica de lugares como Zugarramurdi y Trasmoz.
Épocas, pues, que marcaron hitos en la memoria de los hombres y de la que surgieron, como auténtica Musa de juglares y poetas, esos mitos reconvertidos en tradición a los que estamos haciendo referencia.
No es difícil revivirlos en primera persona, si atentos al calendario, nos dejamos caer en fechas por las principales festividades de la región: las fiestas de San Juan, que marcan el solsticio de verano; las romerías de Conquezuela y la Virgen de la Santa Cruz; el impresionante Cañón del Río Lobos, con la ermita templaria de San Bartolomé y la romería de la Virgen de la Salud; el Mayo, rito de origen pagano, como prácticamente todos, que se celebra en varias poblaciones; el Toro Jubilo de Medinaceli, cuya celebración en noviembre antecede la llegada del solsticio de invierno...
La fascinante leyenda del cautivo de Peroniel forma parte, también, de una antigua saga de relatos sobrenaturales, cuyo nexo de unión, a través de épocas y países, se halla en lo mejor de las tradiciones de carácter milagroso atribuídas a la Reina del Cielo; es decir, a la Virgen María, y está asociada a un Santuario y a una de las principales vírgenes milagreras de la provincia: el Santuario de la Virgen de la Llana.
En el caso que nos ocupa, de la fascinante historia del cautivo de Peroniel, han sobrevivido dos elementos físicos -el arcón y las cadenas- y un elemento tradicional, que en forma de cantata contribuye a mantener viva una parte del folklore oral, herencia de tiempos en los que la escritura no estaba al alcance de todo el mundo.


viernes, 6 de febrero de 2009

jueves, 5 de febrero de 2009

Una alquimista llamada Gaia

'Tenemos siempre tendencia a fantasear acerca de las cosas y a no ver las lecciones que están delante de nuestros ojos'.
[Paulo Coelho: 'El peregrino de Compostela']
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lunes, 2 de febrero de 2009

Maderuelo y la leyenda del tesoro de Don Álvaro de Luna

Maderuelo, un pequeño pueblo que aún conserva un genuino sabor medieval, cuál Brigadoon de la leyenda en el que se tiene la curiosa sensación de que el tiempo se ha detenido, guarda numerosos secretos, leyendas y misterios que, a poco que se intente penetrar en el oscuro e insondable velo que los cubre, dejan entrever una historia larga, fascinante y de una importancia posiblemente fundamental.
Situado a una quincena de kilómetros de la señorial villa de Ayllón y separado por una estrecha franja de nueve kilómetros del pueblo más frío de España -Castillejo de Robledo- hubo un tiempo en el que sus lindes pertenecieron a la villa de San Esteban de Gormaz.
Pero aparte de las fiestas medievales que suelen hacer el agosto -y nunca mejor dicho- de multitud de visitantes, hablar de Maderuelo es recordar, inmediatamente, una maravilla artística que, por fortuna para nuestro Patrimonio Nacional, no acabó allende los mares, como sus homólogas, las de San Baudelio de Berlanga. Me refiero, obviamente, a las maravillosas pinturas de una pequeña ermita situada a las afueras del pueblo, al otro lado de lo que en actualidad se conoce como el pantano de Linares: la Vera Cruz.
Asociados a ésta ermita, la presencia de unos ciertos personajes, los templarios, hacen volar ipso-facto la imaginación hacia esa reliquia santa que custodiaban con inusitado celo: un fragmento del Lignum Crucis.
Pero Maderuelo levanta la imaginación aún más allá, al ser foco de una leyenda que, al cabo del tiempo, aún continúa atrayendo el interés de curiosos e investigadores: el destino del fabuloso tesoro de Don Álvaro de Luna.
Personaje destacado en su época, de Don Álvaro de Luna se han dicho tantas cosas, que llega un momento en el que resulta difícil separar leyenda y realidad. Nacido en el pueblo conquense de Cañete en el año 1390, y emparentado con otro no menos famoso personaje, el Papa Luna, desde muy pequeño destacó por una viva inteligencia, que habría de abrirle las puertas de la Corte castellana, primero como compañero de juegos del príncipe Juan (II de Trastámara) y después, a la muerte del padre de éste, el rey Fernando, apodado 'el Justo', como Mayordomo de palacio, en detrimento de Juan Hurtado de Mendoza, con quien se granjeó una eterna enemistad.
También, curiosamente, fue este mismo rey -Juan II, a quien con tanta fidelidad había servido, asentando el reino de Castilla y manteniendo a raya a los belicosos Infantes de Aragón- quien permitió que fuera públicamente degollado en la Plaza Mayor de Valladolid. La fecha, el 21 de julio de 1454.
Si en vida fue acusado de ambicioso, cruel e incluso de nigromante, no es, sino después de su muerte, cuando, incluso mucho antes de esos doscientos años en que el Consejo de Castilla le declaró inocente de todos los cargos que le habían llevado al cadalso -1658- las leyendas en torno a su figura y el paradero de su inmenso tesoro, comienzan a levantar pasión, circulando de boca en boca.
La más curiosa y no menos interesante de dichas leyendas, no se sitúa en Ayllón; ni tampoco en Maderuelo. Muy al contrario, está vinculada con su tumba, situada en la catedral de Toledo.

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domingo, 1 de febrero de 2009

El Mundo Subterráneo del Monasterio de Piedra

Decía un excepcional poeta hindú -Rabindranath Tagore, y así nos lo recuerda un pequeño cartel que hay en la entrada de la llamada Gruta del Artista- que 'no es el martillo el que deja perfectos los guijarros, sino el agua con su danza y su canción'. Nada más cierto, sobre todo si aplicamos esta sabia máxima a lo que bien podríamos denominar, justamente -de ahí el título de la presente entrada- como el Mundo Subterráneo del Monasterio de Piedra.
No son pocas las grutas que nos podemos encontrar durante el paseo por este extraordinario entorno. Grutas más o menos grandes; más o menos profundas; más o menos cinceladas durante siglos por el agua y el viento. Pero todas, sin ninguna duda, capaces de sorprender por su extraordinario atractivo y belleza.
Algunas de ellas, se abren en mitad de la tupida vegetación como bocas de gigantes bostezando; otras, situadas en las inmediaciones de hermosas cascadas naturales, que algún revisador de la mitología greco-romana bautizó con los nombres de algunas de sus diosas principales, como la cascada conocida como 'el Baño de Diana'.
Y sin embargo, formidable y maravillosa como ninguna, destaca -semi oculta por la cascada conocida con el nombre de 'Cola de Caballo'- la Gruta Iris.
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