martes, 8 de septiembre de 2009

Ríos de las Merindades: el Trueba a su paso por Medina de Pomar

El Trueba, uno de los pocos ríos donde todavía se pueden ver ejemplares de cangrejos autóctonos, que la fortuna quiso que escapasen del genocidio promovido hace muchos años por ICONA, cuando introdujo el voraz cangrejo americano en los ríos españoles.
A su paso por Medina de Pomar, la multitud de bichitos conocidos como pulgas de agua que se ven evolucionando graciosamente en la superficie, son un claro indicativo -según se dice- de la calidad del agua.
Pero no quiero hablar de la calidad de las aguas; ni de los fantásticos meandros que el Trueba forma a su paso por ésta importante capital merindense, que recuerdan -comparativamente hablando- a esas dunas misteriosas de los desiertos de Arabia donde las tradiciones de los tuareg sitúan el lugar de residencia de los djinns, los genios de las arenas. Ni tan siquiera pretendo hablar de los cangrejos, sean o no autóctonos. Ni de las pulgas de agua, que me traen a la memoria aquéllas otras que conocí en las cristalinas aguas de los ríos asturianos, en cuyas riberas pasé inolvidables momentos en la niñez. No. En ésta ocasión -y creo que nunca es tarde, si la dicha es buena- quiero hablar de la fascinación que ejerce el agua sobre las personas. ¿Y qué mejor persona, como tuve ocasión de comprobar, que el amigo Pedro?.
Porque Pedro, aparte de ser un amigo, como he dicho, es también una persona fascinante. Una persona que aún conserva -¿cómo lo diría?- intacto ese envidiable poder de fascinación que, en mi opinión, puede caracterizar tanto a un niño como a un espíritu inquieto. ¿O sería mejor, definirlo como poseedor de ese poder de ensoñación que describiera Carlos Castaneda, en un intento por acercar esas oscuras tradiciones chamánicas al racionalismo occidental?. No sé, pero creo que en realidad, en Pedro se da la curiosa circunstancia de ser uno de esos felices adultos que han tenido la fortuna de conservar la esencia de los tres; es decir, la curiosidad, unida a la inquietud de espíritu, elevada a la ensoñación.
Dada su fascinación por todo lo relativo a la humedad, al agua, cualquiera diría que en Pedro se basaron las leyendas relativas al hombre-pez de Liérganes, en la lejana Cantabria; o que en él basó Jean-Jacques Annaud a su personaje protagonista de 'El Gran Azul'. Y es que Pedro, es escuchar la caída de una gota de agua y saltar como un resorte. Después de todo, y habiendo compartido tan buenos momentos en las Merindades, he pensado que sería injusto subir un vídeo de uno de los principales ríos por los que anduvimos, y no dedicárselo a él.
A fin de cuentas, observándole, uno no deja de preguntarse: ¿y si fue Ulises en una vida pasada, y donde hay agua, siente inevitablemente, la llamada de las sirenas ?.
Como dirían en los ruedos: ¡va por ti, Maestro!.