lunes, 23 de enero de 2012

Un moderno Prometeo en Coruña del Conde: la ermita del Santo Cristo de San Sebastián

- Vamos a escribir cada uno un relato de fantasmas -dijo Lord Byron; y aceptamos su proposición (1)


No puedo evitar el símil, pero es cierto: la primera vez que ví ésta ermita del Santo Cristo de San Sebastián, me acordé de Mary Shelley y su moderno Prometeo. O dicho de otro modo, me acordé de Frankenstein. Cierto es, también, que estuve a punto de sufrir un shock desde la carretera, cuando observé un viejo reactor F80 Shooting Star a punto de colisionar con las piedras, doradas por el sol y milagrosamente enhiestas, del milenario castillo, donde algunos aseveran que por las noches se oyen los gritos de guerra de las huestes de Almanzor. Pero ni había actividad en los defenestrados motores de aquél viejo veterano de la guerra de Vietnam, ni ningún Top Gun del aire nos estaba ofreciendo una clase no autorizada de pericia y chulería. Es lo que tiene llegarse a una ciudad como Coruña del Conde, sin asesorarse primero.

[continúa]





(1) Mary W. Shelley: 'Frankenstein o el moderno Prometeo', Edición Círculo de Lectores, S.A., 1995, página 12.

sábado, 21 de enero de 2012

Visiones megalíticas en el Camino: el menhir de Villanueva de Gumiel



Dentro de ese inmenso marco geográfico que apuntala un milenario solar histórico llamado Burgos, y antes de alcanzar un interesante núcleo rural conocido como Villanueva de Gumiel, la carretera atraviesa un peculiar bosque, cuya espesura, en la actualidad, depende de la rapidez con la que las brigadas de leñadores terminen de desarbolar unos ejemplares de pino y abeto, que bien pudieran haber medrado en un tiempo confuso e irregular, similar a aquélla formidable Tierra Media descrita por Tolkien.

Posiblemente de esa época, una época que en justicia podríamos denominar del Silencio, por lo poco que realmente sabemos de ella, procede un curioso falo pétreo que, situado a mano derecha, en una pequeña zona despejada de vegetación, apunta inmóvil hacia un imaginario útero celestial.

Se trata, no cabe duda, de un afortunado superviviente, que por cuestiones de indeterminada y oscura piadosidad, no ha terminado engrosando las interminables esquelas funerarias que conforman ese imaginario cementerio de Historia y Patrimonio olvidado, destruído o expoliado, adjetivos que, a la postre, definen algo tan doloroso, como es la pérdida de.

Dejando aparte aquéllos otros que hubo por la zona, e incluso aquéllos, nunca se sabe si más afortunados, que terminaron engrosando los materiales de alguna iglesia cristiana (1), el pueblo llano siempre ha mantenido cierta relación tradicional con estos sorprendentes restos de un pasado ignoto y lejano. En muchas ocasiones, han sido tildados como piedras de brujas, lugares de conciliábulo de cultos al Sauron de la tradición cristiana, que no es otro que el mismisimo Diablo, o puntos de inflexión de orgías y bacanales. Una forma de describir, con las hieles de la censura a ultranza, unos simples ritos de fertilidad que formaban parte de la memoria atávica de los pueblos. Con respecto a este menhir de Villanueva de Gumiel, bueno es hacer saber, que se le denomina de la pijotada, y se le asocia a la leyenda de un cura licencioso que, hallándose un día más sofocado que de costumbre, persiguió por el bosque a una encantadora doncella, con tan mala fortuna, que tropezó y con el enhiesto miembro golpeó el centro del menhir, haciéndole el agujero que se observa. Justicia popular, diría yo, que en el refranillo -pequeño tesoro de sabiduría popular muy acertada- quedaría reflejada en la célebre frase de a Dios roganzo y con el mazo dando.

Lo que sí que es cierto, y eso lo puede comprobar cualquiera que se persone en el lugar al amanecer, es que en este menhir se produce una cópula imaginaria entre el cielo y la tierra, a medida que el sol va ascendiendo sobre el horizonte y sus rayos atraviesan este centro primordial que la tradición achaca a la referida pijotada del cura. Merece la pena, como digo, detenerse aquí unos minutos, para ver el espectáculo y a la vez, sentir la soledad del lugar. Como también merece la pena, para complementar el viaje, continuar, algunos kilómetros más adelante y acercarse hasta el interesante pueblo de Villalvilla de Gumiel, para visitar su curiosa iglesia románica dedicada a Santiago Apóstol -ojo al dato-, detenerse a observar sus peculiaridades -que por respeto a cierto Magister, de momento me reservo- y de paso, obtener algunas interesantes imágenes de sus estelas funerarias medievales, cuya simbología y número van desapareciendo progresivamente con el paso de los años.





(1) Por ejemplo, el que se puede observar todavía en una de las paredes interiores de la parroquial del pueblecito soriano de Tera.

jueves, 12 de enero de 2012

Un río donde se refrescan los Gansos del Camino: el Oca



'Ha, pues, de partir de nuevo

y reconstruir su nave,

un mensajero por siempre,

un pasajero cansino,

arrastrado por el viento,

como una pluma: un marino...' (1)

Antes de que los Gansos continúen su vital peregrinaje, enfrentando las vicisitudes, generalmente inesperadas, con las que les sorprende el Mágico Tablero en su camino iniciático, bueno es detenerse unos instantes en una ciudad como Briviesca, y pasear tranquilamente por las orillas de un río simbólicamente bautizado: el Oca.

De egregio padre, el omnipotente Ebro, tiene por nodriza a la cordillera Ibérica, de cuyos pechos parte destetado para atravesar alegremente un territorio que, aunque corto en su recorrido, atraviesa zonas de misterio ancestral, como parte de La Bureba y esos Montes que se denominan igual que él.

Apacible es su paso por Villafranca, en cuyo santuario dedicado a Nª Sª de Oca -como no podía ser menos- se ennoblece y sacraliza, como el mejor de los vinos en el útero tibio y placentero de un barril de madera de druídica madera de roble.

Quizás hoy no salten las truchas en sus moribundas pozas; ni el cangrejo ibérico corte la espumosa corriente con los aspavientos de sus pinzas; ni las doncellas encantadas trencen sus rubios cabellos con peines de oro en las soledades de sus riberas; ni abreven los enjaelzados corceles de guerra de los Velasco; ni el peregrino sacie la sed de mil caminos en sus aguas, violadas por un mal innecesario -las opiniones son libres- llamado progreso; quizás los barquitos de papel de ayer, sean los envases de tetrabrik de hoy. Pero a pesar de todo, de lo que fue, hay un pretérito indefinido que le permite seguir siendo, como antaño, todo un símbolo del Camino: el río de la Oca.






(1) J.R.R.Tolkien: 'Cuentos desde el Reino Peligroso', 'Las aventuras de Tom Bombadil', Ediciones Minotauro, S.A., 2010, página 178.

domingo, 8 de enero de 2012

Un Santuario en la Bureba: Santa Casilda

El Juego de la Oca, metafóricamente hablando, me induce a seguir jugando; y al hacerlo, me indica una provincia repleta de Historia, de misterios y de belleza: Burgos. Y dentro de su administración, me sugiere ir haciendo camino por una región donde los gansos elaboraron infinidad de acertijos en la piedra; claves que en muchos casos se han perdido, aunque haya, afortunadamente, algún pero suelto; algún indicio de esa antigua sabiduría; algún lugar donde meditar y revitalizar ideas. La región a la que me refiero, es La Bureba. Y el lugar, este mistérico Santuario de Santa Casilda.

El Santuario de Santa Casilda dista, aproximadamente, una quincena de kilómetros de Briviesca, y unos siete u ocho kilómetros de Revillalcón, pequeña población rural, de la que se recomienda una visita a su parroquial, que aún conserva interesantes elementos románicos, aunque su estructura no se encuentre en las mejores condiciones, amenazando ruina en algunos puntos.

Situado en un lugar agreste, aunque no exento de salvaje belleza, se le divisa en la distancia coronando un promontorio rocoso, desde el que se tiene una perspectiva general impresionante. Hasta el punto, de que basta un simple vistazo para sospechar, en tiempos, una presencia celtíbera en los alrededores, no exenta, así mismo, de la existencia de cultos druídicos que, como en muchos otros lugares peninsulares, fueron convenientemente enmascarados y cristianizados. Tales elementos, al menos consignados en su forma básica, los localizaríamos con facilidad en el bosque, en la fuente, en el estanque y en el árbol -o mejor dicho, en lo que queda de su tronco- situados, en este caso, en una pequeña pradera que se encuentra al pie del promontorio en cuya cima, como he dicho, se levanta la estructura del santuario. Incluso allí, no falta la cueva -denominada de San Vicente, como la fuente sacralizada a la que me refería con anterioridad- en cuyo interior se aprecia ese rasgo paradigmático y céltico a más no poder, que ha permanecido anclado en la memoria colectiva de los pueblos, como es la costumbre de ofrecer prebendas -en este caso monedas, con algún billete de cinco euros incluído, dicho sea a modo anecdótico- a un santo cristiano, sustituto de los antiguos manes de fuentes y pozos.






Si bien en sus inicios, el santuario debió de constituir apenas una pequeña ermita, románica para más señas, de ésta no queda rastro en la actualidad. Ahora bien, en su portada, neoplateresca cuando menos, se definen a la perfección los elementos básicos que resumen la historia de ésta curiosa santa de orígenes moriscos, que cuenta con una gran devoción de las gentes de los alrededores, y en cuyo milagro la Virgen -dicho sea comparativamente y sin ánimo de molestar las creencias personales de nadie- realizó un milagro eucarístico, transformando los panes con los que alimentaba a hurtadillas a los prisioneros cristianos, por rosas cuando el padre la sorprendió.

Cuentan las crónicas -si de crónicas podemos hablar- que enferma, la bienhechora Casilda se convirtió a la fe cristiana y se retiró a este lugar, donde falleció en olor de santidad.

Aquí surge otra referencia que considero conveniente tener en cuenta, porque se hayan antecedentes en cultos paganos: los exvotos. Se localizan en una pequeña casita que el visitante se encuentra antes de llegar a la iglesia. En su interior y ocupando el centro de la sala, una estatua de Santa Casilda recostada prevalece sobre unas paredes llenas de cuadros y lo que he de suponer certificados que, sustituyendo a los antiguos exvotos -cabellos, muletas, miembros ortopédicos, etc- como aún se puede contemplar en algunas iglesias rurales, recuerdan el antiguo culto a Diana, en cuyos santuarios -o al menos, en más de uno- se han encontrado piezas de cerámica que representaban diferentes partes del cuerpo, supuestamente sanadas por mediación de la diosa.

En fin, un lugar no sólo interesante y de respeto, sino también un lugar especial, un lugar del espíritu donde relajarse y pensar que, después de todo, existen aún detalles más que suficientes como para pensar que no hay nada nuevo bajo el sol.




jueves, 5 de enero de 2012

Retorno al Camino

Los Magos están a punto de culminar su goético trabajo. En sus alforjas el oro, el incienso y la mirra se transmutarán en ilusión y alegría. Después, tan silenciosamente como han llegado -por algo son Grandes Adeptos- volverán a su Torre Dorada, situada en algún lugar ignoto de ese misterioso Oriente de donde procede toda la Luz. El Juego de la Oca continúa; la forma de su tablero, espiral y cíclica, no permite que uno esté demasiado tiempo inactivo. Ni siquiera habiendo caído, voluntariamente o no, en el pozo o en la cárcel. Nuevas rutas, nuevos destinos, pondrán a prueba nuestros sentidos e irán limando nuestros espíritus, garantizándonos nuevas sensaciones, nuevas oportunidades, y por supuesto, nuevos aprendizajes.

Tal vez éste sea el año de la Gran Revelación y la Profecía Maya, como en su momento el terrible Efecto 2000, pase por el mundo sin más pena ni gloria. Que sea lo que tenga que ser; que pase lo que tenga que pasar. Pero, mientras tanto, que la ilusión no nos aleje de nuestras metas y tampoco del Camino. Que nunca queden en el olvido las palabras del Poeta: Caminante no hay Camino, se hace Camino al andar...

Ahora sí, ahora ya puedo decir: de Oca a Oca, y tiro porque me toca.