En los
llanos que se extienden en las proximidades de Pancorbo y su peligroso
desfiladero, y a apenas a una insignificante distancia de una decena escasa de
kilómetros de éstos, un curioso pueblecito, que apenas sobrepasa el centenar de
habitantes, Bozoo, muestra, entre los restos bizantinos de una iglesia quizás excesivamente
reformada durante el siglo XVI y aún con posterioridad, elementos de ese
arcaico y sentido lenguaje anímico que, según algunos cronistas y literatos,
iluminaba los corazones de los canteros alto y bajo medievales. Es posible que
tan singular nombre, Bozoo, derive de esa palabra, bozo, que se utilizaba antiguamente para designar al cabestro o caperuza que se ponía en la cabeza al ganado de tracción,
principalmente bueyes. De ser así, nos indicaría, entre otras, la
característica ganadera del lugar. Según Madoz, los restos bizantinos
sobrevivientes en esta iglesia, dedicada a las figuras de San Julián y de Santa
Basilisa, corresponderían, ni más ni menos, que al siglo IX, con lo cual, no
resulta nada difícil hacerse una idea aproximada de la venerable antigüedad de
un hábitat, parte de cuya historia está ligada, así mismo, a otra población más
grande, y distante menos de dos kilómetros, de la que hablaremos en el futuro:
Santa Gadea del Cid, llamada Término
antiguamente, a la que no hay que confundir con aquélla otra Santa Gadea, en
cuya iglesia de Santiago y Santa Águeda, se produjo el famoso episodio de la Jura del Cid Campeador. Dado que su
cabecera y buena parte de la nave, se vieron irremisiblemente implicadas en las
reformas a las que se ha hecho referencia, el montante bizantino sobreviviente,
quedaría reducido, poco más o menos, a la portada principal, situada en el lado
sur, y a un notable ventanal, orientado hacia poniente. Aun afectados, en mayor
o en menor medida, por la acción del tiempo y la erosión, cabe destacar, entre
los capiteles de dicha portada, la presencia de un elemento que, cuando menos,
podríamos considerar poco habitual –evidentemente, no imposible ni tampoco único
(1)-, en tal lugar y situación: la presencia de un Cristo crucificado. Un
Cristo, cuya cabeza –el desgaste en esa parte, no permite asegurarlo con
certeza-, quizás estuviera coronada originalmente, a semejanza de numerosas
representaciones plásticas de naturaleza netamente románica. Junto a él, otro
capitel nos muestra un bello motivo foliáceo, composiciones y temáticas, que
quizás, en la mente del autor, respondieran a la intención de poner de
manifiesto ese cíclico relevo cultual, que habría de relegar al estado de
paganismo al resto de cultos y religiones anteriores. Aparte de los leones
custodios, que parecen deslizarse subrepticiamente por debajo de las basas de
apoyo de las arquivoltas –el diseño de rodillos de la principal, parece indicar
posibles influencias de origen mudéjar- es difícil, pues su estado de
conservación no lo permite, precisar la naturaleza y acciones de las figuras
antropomorfas del resto de capiteles situados a la izquierda. Muy deteriorada,
también en ésta parte izquierda, se aprecia una columna-atlante, que en origen,
bien pudiera haber representado a cualquiera de los santos titulares. Por
último, comentar que en el diseño del referido ventanal orientado a poniente,
se observan formas geométricas –ondulantes y romboidales-, vegetales, así como
ajedrezadas, del tipo denominado como jaqués
o jacetano, que sirven de cobertura
ornamentística a dos capiteles labrados: el de la izquierda, que muestra a un
águila con las alas extendidas y el de la derecha, que nos ofrece una curiosa
representación bafomética –entiéndase,
comparativamente hablando-, de los tradicionales hombres-verdes, alusivos a los antiguos cultos celtas a la
naturaleza.
(1) Otro caso similar, por ejemplo, se puede encontrar en la denominada Puerta del Perdón, de la puntera iglesia de Santiago, en Villafranca del Bierzo, aunque, a diferencia de ésta de Bozoo, su temática está relacionada con otros pasajes de la vida de Cristo, entre los que destacan el sueño y la adoración de los Magos.