martes, 28 de abril de 2009

La Música y el Camino


'Para el caminante, para el Peregrino de la Vida, la dicha y el gozo renacen cuando se descubre un nuevo horizonte que alcanzar'[Grian: 'El Peregrino Loco']

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No es la primera vez que insisto en el íntimo hermanamiento que hay entre el Viaje y la Música. ¿Os habéis preguntado alguna vez, lo que pensamos, lo que sentimos, lo que deseamos o lo que añoramos cuando viajamos por esos Caminos de Dios?. Por si acaso se os ha olvidado, espero que el presente vídeo y la canción que lo acompaña, os ayuden a recordarlo.
Aunque eso sí: Siempre, Siempre, Feliz Camino y que esa Luz, sea la del regreso a Casa.


lunes, 27 de abril de 2009

Por tierras de Teruel: Valderrobres, Álbum Fotográfico


'Ningún día es igual a otro, cada mañana tiene su milagro especial, su momento mágico, en el que se destruyen viejos universos y se crean nuevas estrellas'

[Paulo Coelho: 'A orillas del río Piedra me senté y lloré']

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[Esta entrada está dedicada a mi amiga Eclipse de Luna: siempre hay algo por lo que merece la pena seguir adelante...aunque pensemos lo contrario]

domingo, 26 de abril de 2009

Por tierras de Teruel: Valderrobres

Aunque el vídeo sólo incide, por motu propio, en esas casitas colgando a la vera del río Matarraña; casitas de fachada blanca y la ropa colgada al sol, cercano y tibio, poco más o menos a la hora de comer; en la puerta medieval, custodiada por un enorme reloj solar medio borrado por el tiempo y la intemperie y sacralizada jubilarmente por una emblemática figura de ese peregrino que en el fondo todos llevamos dentro, pero que en éste caso en particular se llama Roque, siempre acompañado de su fiel perro y por supuesto, en esa indiscutible obra maestra del gótico del siglo XIV que es la iglesia de Santa María la Mayor, el pueblecito turolense de Valderrobres es, sin permitir el atisbo de una simple duda, todo un encanto con sabor a pasado, capaz de empachar al más pantagruélico de los paladares con la magia subyacente a sus calles.
Dios sabe que me costó encontrarlo; que el camino desde el soriano Valle del Jalón se me hizo eterno y de que, a pesar de las dudas que me asaltaron durante el viaje, mentiría si dijera que no mereció la pena.
Desde Iruecha -que abandoné mientras los primeros rayos del sol comenzaban a coquetear con la piedra caliza de las fachadas de sus casas- una vez dejados atrás esos inmensos sabinares que protejen y cobijan a pueblos como Judes, me adentré en la provincia de Guadalajara en dirección al Señorío de Molina de Aragón, dejando atrás una extensa lista de pequeños pueblos como Mochales, Amayas, Labros, Hinojosa, Tartanedo, Torrubia y Rueda de la Sierra, cuyos habitantes comenzaban a bostezar, y donde no faltaba la nota entrañable ofrecida por ese vejete, inquieto y madrugador, acompañándose pasito a paso con su bastón a un lado de la carretera.
El impresionante castillo de Molina de Aragón, mudo testimonio de otros tiempos...
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sábado, 11 de abril de 2009

Visita virtual a las cuevas de Olmedillo

'La existencia individual y colectiva se orienta hacia el misterio'

(Álvaro Pombo)


Peregrinando hacia el Misterio: las Cuevas de Olmedillo

Las cuevas de Olmedillo se localizan a unos tres kilómetros, aproximadamente, de Ventosa y a unos 13 kms de distancia de Sigüenza, formando parte, pues, de la provincia de Guadalajara. A medida que nos dirigíamos hacia alli -no sin antes detenernos en los campos adyacentes a Ventosa y recoger algunos fósiles- José Luis B.M., mi guía durante esta provechosa e interesante jornada del Jueves Santo, me fue poniendo en antecedentes sobre tan misterioso y enigmático lugar.
Su historia, en cuanto a habitabilidad, se remonta al Neolítico, cuando menos y alberga varios periodos históricos, siendo, por tanto, varias las culturas que, como los celtas, dejaron la impronta de su paso en ellas. Lugar frecuentemente visitado por espeleólogos, todavía, al parecer, no se ha localizado el fondo. Una tosca inscripción en el exterior de la roca, nos advierte de que se trata de una propiedad privada; de manera que, penetrar en su interior, es desafiar, de alguna manera, la legalidad. Por fortuna para nuestra curiosidad, nadie apareció, a excepción de un par de coches en una y otra dirección, cuyos ocupantes -bien por ignorancia, bien porque no les interesara el tema- apenas nos prestaron atención, continuando sin más su camino.
Quizás la parte menos atractiva de su historia, se encuentre en ese periodo histórico que va de la Edad Media hasta la Edad Moderna, en la que las cuevas de Olmedillo se hicieron tristemente famosas por los bandidos que habitaban en ellas. Bandidos que, ante la pasividad de las autoridades, robaban y asesinaban a los viajeros que se aventuraban por el lugar. Contarlo resulta relativamente fácil; pero tratar de imaginarse semejante trance, no deja de constituir, en el fondo, toda una experiencia terrorífica. Todavía hoy en día, la soledad del lugar, sobrecoge.
Se sabe, también, que durante la Guerra Civil, las cuevas estuvieron ocupadas por integrantes del ejército republicano que tenían su sede en Sigüenza. Conquezuela y su entorno, por contra, estuvieron ocupadas por elementos del ejército nacional, aunque -según me comenta José Luis- no hubo grandes batallas, pero sí algunas escaramuzas entre uno y otro bando.
Escalonados a varios niveles, llaman la atención los numerosos habitáculos, que hacen pensar, de alguna manera, en una pequeña ciudad subterránea, convenientemente ventilada por las numerosas aberturas practicadas en la roca. En la actualidad, las cuevas constituyen el hogar predilecto de numerosas aves -como los cuervos, por poner un ejemplo- y aunque no vi ninguno durante nuestra pequeña excursión, no descarto la posibilidad de alguna colonia de murciélagos en sus niveles más profundos.
Al pie de la carretera, nada hace suponer que el nombre del pequeño riachuelo que circula con cierta parsimonia, ni tampoco la triste fama que tuvo durante la fratricida contienda, sea el que dió título a una célebre novela: el Jarama, que nace en las proximidades.
Por último, y en espera de recabar más datos sobre tan misterioso e interesante lugar, señalar la presencia de restos de hogueras, más o menos recientes, que indican el pernocte de personas y la gran cantidad de orbes o motitas de polvo -que cada uno lo juzgue a su manera- que se recogen en las fotografías.
En las cercanías, aunque ya dentro del término de la Riba de Santiuste, se encuentran otras cuevas famosas, en las que se pueden apreciar numerosos grabados rupestres. Claro que éstas, sí están convenientemente vigiladas y su acceso, además de restringido, seguramente cueste dinero.

viernes, 10 de abril de 2009

Peregrinando hacia el Misterio. La Riba de Santiuste: el 'castillo de Manuela'

Uno de los detalles más fascinantes del Camino, es aquél en el que uno, pensando que sabe dónde va, ignora, sin embargo, dónde puede terminar y por tanto, cuáles son, en realidad, los planes de ese hado fatuo que conocemos con el nombre de destino. Aunque tenía una cita en Conquezuela, provincia de Soria, terminé merodeando por la vecina provincia de Guadalajara, visitando lugares interesantes y misteriosos que, aunque de oídas conocidos, nunca sospeché que estuvieran tan al alcance de la mano y mucho menos que de una forma tan inusualmente inesperada, terminaran cruzándose en mi camino.
A una distancia equivalente de Sigüenza y Conquezuela -unos 13 ó 15 kilómetros, aproximadamente- y a pesar de ser un pueblo bonito y relativamente grande, la Riba de Santiuste hubiera pasado desapercibido -como tantos otros pueblos- si hace ya al menos unos 30 años, la Cadena Ser, y más concretamente el equipo del programa Medianoche -dirigido por Antonio José Alés- no hubiera pernoctado una noche, intentando atrapar al fantasma de Manuela -o Manola- doncella cuyo espíritu, al cabo de los siglos de su muerte, posiblemente violenta, y siempre según la rumorología local, seguiría deambulando por las murallas y las habitaciones del formidable castillo en el que habitó un día.
Como era de esperar, la noticia también se hizo eco en el programa Cuarto Milenio de un auténtico sabueso del misterio, como es Iker Jiménez, quien recogió los testimonios de aquélla primera expedición, cuyos miembros todavía se estremecen al recordar los pormenores de su insólita aventura. Estos son datos de sobra conocidos por los vecinos, quienes parecen desconfiar -y en algunos casos acertadamente- de todos cuantos se interesan y pretenden subir al castillo.
El cerro rocoso sobre el que se asienta, es visible en la distancia, como corresponde por ley a este tipo de construcciones, que jalonan España de una punta a otra. Mi primera impresión, al verlo, fue de la de recordar la historia bíblica del Arca construída por Noé para eludir las terribles consecuencias del Diluvio Universal. Y es que, después de una fatigosa caminata cuesta arriba, al observar la rosada mole pétrea de cerca, no pude por menos de compararla con la quilla de un formidable navío varado en la cima de aquél extraordinario peñasco.
Antes que nosotros -y cuando digo nosotros, me refiero también a José Luis, mi guía durante la memorable jornada del Jueves Santo y también el 'culpable' de alterar mi destino para aquél día, consiguiendo que llegara a conocer, al menos de manera parcial, este hechizado enclave- unos moteros habían llegado a las puertas del castillo.
Tiene ésta una inequívoca y arabizada forma de cerradura, que recuerda aquélla otra que oculta una auténtica joya artística, como es la ermita mozárabe de San Baudelio de Berlanga. También tiene un enrejado de hierro y un candado -posiblemente el enésimo interpuesto por su dueño- para evitar visitas inoportunas. Y por si fuera poco, señales evidentes en sus muros -tanto exteriores como interiores- de la visita de algún grupúsculo de extrema derecha, que todavía no ha aprendido a respetar parte de los componentes de ese ultranacionalismo conservador -e incido en el amplio sentido del verbo conservar- que tanto defienden cuando se manifiestan por las calles armados hasta los dientes.
Según nos comentaron unas vecinas que estaban sentadas al sol, en un banco situado enfrente de la iglesia y la casa consistorial, el dueño toma estas precauciones porque no quiere que penetre nadie al interior del castillo, basándose en su mal estado, aunque no es esa, precisamente, la impresión que da y sí, por el contrario, ofrece una visión de compacta constitución que ha desafiado al tiempo desde el siglo X en el que se fechan sus orígenes. En realidad -y no es de extrañar, tampoco- en el pueblo están cansados de aventureros, vándalos, satanistas -que haberlos, haylos, y muchos- cazafantasmas y curiosos.
Inseparable de su báculo egipcio, regalo de un amigo, José Luis charla animadamente con los moteros, mientras yo deambulo fascinado por los alrededores, aunque -y dejo constancia del hecho- sin observar nada anormal: ninguna aparición en las almenas; ningún grito sobrenatural -otra de las características atribuídas al fantasma de Manuela- si exceptuamos el trino repentino de algún ave, detalle éste que puede ser una genuina señal de que todo 'marcha bien' y no hay nada raro en el ambiente.
En definitiva, que posiblemente decepcionados ante la ausencia de experiencias sobrenaturales con las que poder adornar las páginas de este blog -no descarto en el futuro intentar obtener el consentimiento del dueño del castillo y pernoctar una noche, como el equipo de Antonio José Alés- abandonamos el castillo encantado de la Riba de Santiuste. Eran, aproximadamente, la una y media del mediodía y ya llevábamos un buen tute para el cuerpo. Eso sí, las vistas que se disfrutan desde allí hacen, no me cabe duda, que el esfuerzo de la ascensión siempre merezca la pena. Y quién sabe: a lo mejor en la próxima ocasión el indolente fantasma de la doncella puede que se muestre con menos timidez, y nos ponga la carne de gallina.


sábado, 4 de abril de 2009

Señales en el Camino

'Cuando se viaja en pos de un objetivo, es muy importante prestar atención al Camino. El Camino es el que nos enseña la mejor forma de llegar y nos enriquece mientras lo estamos cruzando'.
[Paulo Coelho: 'El peregrino de Compostela']

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El sol naciente; globos de colores elevándose sobre el Alcázar, desplazándose lentamente en dirección a la iglesia de la Vera Cruz. La loba, amamantando a los gemelos Rómulo y Remo, en el corazón de Segovia. Un peregrino posa junto al milenario acueducto, mientras el tiempo y la gente pasan junto a él con significativa indiferencia. En los campos de Albendiego, un cartel con las figuras del hidalgo caballero y su fiel escudero, señala una ruta de Don Quijote que probablemente no se ajuste a la realidad. En Saelices, provincia de Cuenca, los susurros del viento tren a la memoria el recuerdo de una urbe, Segóbriga, que conoció esplendor y desgracia, destinando al polvo el paso de numerosas culturas. En los campos aledaños a Santa María de Huerta, los restos de una puerta medieval, probablemente único testimonio de la muralla que en tiempos salvaguardaba la ciudad, bosteza, profundamente hundida en su lecho de tierra y hierba. Algo más allá, el monasterio cisterciense desafía al tiempo, dibujando gestos de admiración en el rostro de los turistas. La rosa mística, transfigurada en rueda que conforma su rosetón, plantea enigmas hace tiempo olvidados: las espinas de la rosa, el número de Apóstoles, quizás...En la iglesia segoviana de San Martín, una hermosa escultura muestra a la Virgen compartiendo con el Niño un racimo de uvas, como anticipando el sagrado rito de la Eucaristía

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