martes, 5 de junio de 2012

Ullibarri-Arana: ermita de Andra Mari



‘La Gran Diosa Vasca Mari es claramente el símbolo de la Vida, la Naturaleza y sus fuerzas telúricas, pero es además la diosa-madre de todos los diosecillos, númenes, genios y fuerzas personificadas, preminentemente femeninas’. (1)

Una buena prueba de lo arraigadas que aún permanecen las tradiciones en el pueblo vasco, la tenemos aquí, en ésta sencilla ermita románica, situada a las afueras del pueblo de Ullibarri-Arana. Éste, apenas dista ocho kilómetros de Kontrasta y su Santuario de Elizmendi, y poco más de veinte, son los kilómetros que lo separan de esa frontera de Navarra, con la que comparten buena parte de esa ancestral tradición. De hecho, son menos de cincuenta los kilómetros que el peregrino ha de recorrer, si quiere llegar desde aquí a una monumental ciudad jacobea, como es Estella, donde, entre otros lugares de obligado recorrido, se localiza el santuario de otra Virgen Negra: Nª Sª de Rocamador.
La ermita, de planta rectangular y ábside semi-circular, está ajena a cualquier tipo de ornamentación –exceptuando el sencillo ajedrezado de su puerta sur, y una cruz de brazos florenzados en la añadida del oeste-, aunque conserva toda la fuerza de su antigua advocación, en la figura a que hacía referencia Ortiz-Osés, en el párrafo que sirve de introducción a la presente entrada: Andra Mari. Y en ella, fácil no es advertir, que detrás de la advocación y en esa forma cristianizada de Nuestra Señora, se oculta, imposible de anatemizar –ni siquiera con la terrible intervención de los Perros de Dios (2)- la figura ancestral de la Gran Diosa Madre, tan venerada por un pueblo, cuyos orígenes continúan siendo un auténtico misterio.
De hecho, si bien la ermita, por esa falta de ornamentación a la que aludía antes, nos puede parecer, de algún modo, carente de ese interés estético y mediático que suele despertar la visión de la exuberante simbólica medieval (3), quizás nos resulta más atractiva la visita, si ponemos la imaginación al servicio de los detalles aparentes que se localizan en el lugar y su entorno. Si así lo hacemos, puede que la forma cónica de la pequeña colina sobre la que se asienta, consiga que nos imaginemos un primitivo túmulo funerario. O quizás, como en el caso de Eguilaz y Arrizala, un majestuoso dolmen que hubiera puesto de manifiesto el telurismo implícito del lugar, tomando como referencia esa imponente morada de jentillaks, que es la cercana Sierra de Urbasa.



(1) ‘Mitos y leyendas vascos’, prólogo y epílogo de Andrés Ortiz-Osés, Jamkana Libros, colección Las Culturas, 1985, página 8.
(2) Referencia a los dominicos y la terrible Inquisición.
(3) Hasta el punto, de que existen numerosas publicaciones, que conceden estrellas a los templos, como si de guías Michelín se tratara.