jueves, 1 de enero de 2009

Mejorada del Campo, Madrid: la Catedral de Don Justo

'El mundo está en manos de la gente capaz de ver las transformaciones del presente, de la gente con coraje para vivir sus sueños, cada cual de acuerdo con su propio talento'.
[Paulo Coelho: 'Vida, selección de citas', Editorial Planeta, 2007]


Soy de los que opina que toda persona es una Historia en sí misma. Una Historia, cuyo interés radica, generalmente, en la opinión de otras personas. Hay también personas, que, al igual que el que suscribe, se dedican en ocasiones a contar la Historia de otro. O al menos, como en el caso presente, a tantearla. Y digo tantearla, porque todavía no tengo el gusto de conocer personalmente a Don Justo Gallego. Dicho esto, yo mismo pongo entre comillas mi posible objetividad, pretendiendo, de paso, no herir la susceptibilidad de nadie.
Tal y como se desarrollan los acontecimientos en el mundo actual, inmerso en guerras fratricidas; ávido de poder, con la mitad de la población poco menos que esclavizada y viviendo a duras penas para que la otra media pueda engordar cómodamente inmersa en el vicio de su propio consumismo, contar -aunque sólo sea por encima- la historia de un hombre sin cultura, sin estudios, de profesión agricultor, que un día -hace la nada despreciable cantidad de cincuenta años- decidió cambiar el arado por el pico y la pala y levantar él solo, con sus propias manos, una catedral, puede resultar tan increíble como esas historias medievales en las que, Dios mediante la intervención de la Virgen, se obraban milagros tan fabulosos, que pueden sonarnos hoy día a cuento chino.
Pero esto no es ningún cuento; ni chino, ni de cualquier otro tipo. Y la Virgen juega aquí, como no podía ser menos, un papel preponderante. De hecho, la catedral de Don Justo está dedicada a su madre y a la Virgen del Pilar.
Contrariamente a como ocurría en la Edad Media, cuando fortuitamente arando se descubrían muchas de esas fascinantes imágenes marianas de factura románica, que aún hoy día intrigan y sorprenden a los investigadores, Don Justo no desenterró ninguna imagen virginal con el filo de su arado; tampoco se le apareció la Virgen, pidiéndole que le levantara una morada en aquél mismo lugar. ¿Por qué, entonces, este sencillo mejoreño decidió un día levantar una catedral y dedicársela a la Madre de Dios?. Es un enigma fascinante, que espero poder preguntarle en breve, cuando tenga el gusto de hablar con él. Hay muchos que ya lo han hecho, de modo que remito al lector impaciente e interesado a buscar información a través de esa fabulosa herramienta de comunicación que se llama Internet.
Mientras llega este momento, espero que al menos puedan juzgar por sí mismos y disfrutar tanto del vídeo como del álbum del fotos que les presento en ésta y en la siguiente entrada. Por si acaso alguno se lo pregunta, diré que, en mi modesta opinión, con Don Justo puede aplicarse la máxima del Temple: Non, nobis, Domine, non nobis, sed nomini tua da Gloriam: No para nosotros, Señor, no para nosotros sino para gloria de tu Nombre.
Por supuesto, también hace la máxima de Paulo Coelho que citábamos al comienzo: para mi no deja de ser un pequeño atisbo de esperanza ver que todavía hay gente con coraje para vivir sus sueños, ateniéndose a su propio talento.