martes, 22 de mayo de 2012

Santuarios Prehistóricos de Álava: el Dolmen de Sorguinetxe


Arrizala, como ya dije en la entrada anterior, dista poco menos de ocho kilómetros de Eguilaz y el dolmen de Aitzkomendi. Se llega al pueblo, siguiendo la carretera que, aproximadamente unos cuarenta kilómetros más adelante se dirige hacia la Sierra de Urbasa y Larraona, singular pueblo enclavado ya en la provincia de Navarra. Conviene reseñar, que antes de llegar a Arrizala, en cuyo término tendremos ocasión de admirar otro singular dolmen -el de Sorginetxe, o Piedra de las Brujas-, hay un pueblecito, cuyo nombre -Okariz- ha de traernos, necesariamente, la referencia a un animal sagrado, la oca; a un juego, simbólico y mistérico donde los haya, el Juego de la Oca, y también, sería imperdonable olvidarlo, el recuerdo de esas misteriosas hermandades que canteros que jalonaron con su símbolo -la pata de oca- los lugares más emblemáticos y mistéricos del Camino de las Estrellas. Nunca podríamos considerar como una pérdida de tiempo, así mismo, hacer una pequeña parada en Okariz, y acercarnos hasta su parroquial, la iglesia de la Asunción, donde tendremos ocasión de contemplar algunos interesantes restos románicos, que nos hagan todavía más presente que estamos comenzando el recorrido por la espina dorsal de una tierra sagrada; una tierra de Jentillaks, y también de Jars, su versión humana que, repito, acercándose hacia esa singular Sierra de Urbasa, dejaron cumplidas evidencias de su huella y valía.
El famoso dolmen de Sorginetxe, o más poéticamente, la celebérrima Piedra de las Brujas, se encuentra situada medio kilómetro, metro arriba metro abajo, del término municipal, en una solitaria pradera, en cuyas cercanías, no ha de sorprendernos observar las pacientes evoluciones de una oveja muy típica de la región, la latxa, de la que proviene no sólo un queso exquisito, sino también una lana formidable.


De igual manera que en Eguilaz, al dolmen de Arrizala le faltan numerosas piezas clave; ahora bien, a diferencia de aquél, en éste llama la atención la enorme piedra que le sirve de base -de peso superior a diez mil kilos- cuya inclinación induce a pensar, erróneamente, que puede resbalar hacia el suelo en cualquier momento, atrapando irremediablemente a quien tenga la desgracia de encontrarse debajo. Pero, aplicada idéntica técnica que en la gran mayoría de éstas auténticas obras de arte megalíticas, su colocación es tan perfecta, que está demostrada incluso su resistencia a los terremotos, detalle del que se podrían sacar provechosas conclusiones.
Por otra parte, y como colofón a los numerosos misterios que rodean este tipo de construcciones, decir que su nombre no es, sino una derivación mal comprendida de los ritos de fertilidad que se celebraban en las comunidades rurales. Ritos heredados de una antigua tradición -todavía en algunos lugares, se continúan celebrando, eso sí, convenientemente disimulados, alrededor de sus parientes menores, los menhires- tajantemente satanizada por imperativo de una religión, la cristiana, decidida a acabar con todo lo que hiciera referencia a la Antigua Religión, con la que fue poco o nada permisible.
Próxima parada: Kontrasta y la ermita de Nª Sª de Elizmendi.