martes, 29 de junio de 2010

Pueblos del Camino: Agüero

Dentro de la denominada Hoya de Huesca, la zona que comprende los Mallos -impresionantes formaciones rocosas de origen antediluviano- adquiere, sin duda, una trascendencia y una significación especial, no sólo por la magnificencia de un paisaje que atrae poderosamente la atención en el espectador, sino, también, porque de su entorno surgió, allá por el siglo XII, la figura de un Magister o de un gremio de cantería muy particular, que extendió su peculiar visión del estilo de la peregrinación también a las provincias adyacentes. Me refiero, naturalmente, al denominado Maestro de Agüero, cuya identidad, al cabo de los siglos, continúa siendo un auténtico misterio. Misterio que, hipotéticamente hablando, tal vez tenga relación con una curiosa grafía que, como parte de ese impresionante mosaico de testimonios canteros que se puede apreciar en la iglesia de Santiago, se repite hasta la saciedad, abundando especialmente en la zona del ábside.
Pero éste, sin duda, es sólo uno más de los enigmas que envuelven, como digo, a ésta carismática región, conocida durante la Edad Media con el significativo nombre de Reino de los Mallos, formado, junto con Agüero, por varios pueblos de la zona, como Riglos, Ayerbe o Murillo de Gállego.
Un vistazo a estas monumentales formaciones rocosas, hace buena, desde luego, la significativa frase de Ramón J. Sender, que las calificó de centinelas de las huestes del Diablo. Y es que, siendo España un país de mitos y leyendas, la zona, sin duda, se presta a que los lugareños, observando la caprichosa forma que la Naturaleza tuvo a bien otorgar, no dudaran por un momento en asociar el lugar con toda clase y variedad de seres fantásticos y legendarios, entre los que no han de faltar unos personajes tan abundantes en cuentos y leyendas; personajes, por otra parte, que fueron objeto de la atención y estudio de antropólogos e historiadores de la talla de Julio Caro Baroja -por ejemplo, Vidas Mágicas e Inquisición-: las brujas y su fascinante mundo.
El microcosmos constituido por la población de Agüero, se apiña al cobijo, como digo, de estas impresionantes formaciones rocosas, cuya sola visión, despierta multitud de impresiones en el espectador. Notables, así mismo, resultan sus dos joyas de origen románico: las iglesias de San Salvador y de Santiago, ambas fechadas en el siglo XII, aunque de la primera apenas se conserve la portada. E incluso ésta, puede inducir -por el modo de encaje y porque el mensaje y la labra no pertenecen, a priori, a la misma escuela que la del Maestro de Agüero- la sospecha de que, realmente, no perteneciera a este templo y sí, quizás, a algún otro de los pequeños pueblos de alrededor.