lunes, 29 de agosto de 2011

Pueblines del Camín: Pedroveya

Pedroveya es un apacible pueblecito asturiano, situado en las inmediaciones de un mundo legendario, tradicionalmente encantado: el Desfiladero de las Xanas. Perteneciente al concejo de Quirós (1), linda en vecindad con los concejos de Morcín, Proaza y Santo Adriano, en lo que merecidamente podría denominarse como un pequeño paraíso natural, compuesto de montañas, bosques y prados de un verde realmente deslumbrador.

De Pedroveya, no obstante cualidad característica de tantos y tantos pueblecitos de nuestra geografía peninsular, destaca esa sólida arquitectura rural que se nutre de la piedra, la teja -cuando no la pizarra, abundante en el Principado- y la madera para constituir los pequeños núcleos unifamiliares, que se agrupan, como una piña, alrededor de una plazuela central en la que destaca, dignos sobrevivientes de un mundo ancestral, la visión sublime de varios hórreos.

A la vera de algunos de éstos -realmente, es un placer verlos con el colorido adicional que les proporcionan las ristras de ajos, de guindillas y de tradicionales panochas de maíz, colgando como trofeos de las paredes laterales, como lo es también, observar la placidez con la que un viejo pastor alemán duerme la siesta en los escalones- hay una casa familiar, que ofrece alojamiento y comida caser al forastero. Bien dentro, o a la sombra de los hórreos, no es raro ver la afluencia de comensales, sobre todo en los meses de verano. Aquí volví a reencontrarme con el pote asturiano y con un postre hecho a base de huevo, leche y azúcar -los frisuelos-, que volvieron a recordarme aquéllos felices días de infancia en la casa de los abuelos paternos, en Boronas de Otur, Luarca.




Transversal a la plazuela y los hórreos, parte un camino que, dirigiéndose hacia las lindes del pueblo, desciende más adelante hacia unos desfiladeros que se tornan imponentes a medida que la distancia se va desvaneciendo. Después de franquear algunos metros de bosquecillo, el camino se despeja, a ambos lados, ofreciendo la inconmensurable visión de unas praderas que semejan olas caribeñas por el color esmeraldino de la hierba que las recubre. A la izquierda, con la peana rectangular lamida por ésta, se distingue un ara o altar, que posiblemente denote el lugar donde se practicaran en tiempos, cultos precristianos posteriormente adaptados por los evangelizadores. Al lado derecho, y al frente, la praderilla que circunda a la iglesia de San Antonio, como muchas relevantes iglesias del Camino de las Estrellas, se convierte en el punto de reunión de los excursionistas que se dejan caer exhaustos sobre ella, después de una dura pero intensa etapa. En este caso, desde luego, la etapa en cuestión no es otra que el recorrido del Desfiladero encantado de las Xanas, que se extiende hasta el vecino concejo de Santo Adriano, terminando en la confluencia de la denominada Senda del Oso, y desde luego, en las cercanías de Tuñón.
Localizable, así mismo, en las inmediaciones, se encuentra el famoso Puerto Ventana, por el que, según la tradición, pasaron las santas reliquias traídas de Jerusalén por Santo Toribio, camino del Monsacro, lugar de culto ancestral, en el que fueron depositadas y puestas a salvo de la rapiña musulmana.





(1) Los Quirós, una de las familias más antiguas y preeminentes de Asturias. Oportuno es recordar el dicho popular que dice:

Antes que Dios fuera Dios

y el sol diera en estos riscos,

los Quirós eran Quirós

y los Garrido, Garrido.

jueves, 25 de agosto de 2011

Pueblines del Camín: Argame



Situado a la vera del río Caudal, a escasa distancia de Oviedo y apenas a doce kilómetros de todo un emblema minero, como es Mieres del Camino, el pueblecito de Argame adolece de una ensoñadora tranquilidad, adormecido bajo la saya protectora de un monte que apunta en dirección al sacrosanto Monsacro y custodiado por una parroquial de paredes blancas como la cal y campanines quietas, aguardando sobre su balancín la vigilia del domingo.

A su alrededor, custodios de un mundo milenario, los hórreos permanecen impasibles, dominando las alturas desde un caparazón asentado sobre patas de cangrejo. Se trata de testigos culturales de primer orden, que relatan sin palabras la magia de una arquitectura autóctona y tradicional. Bajo su vientre de madera de raza, donde antaño retozaban carros que avanzaban hacia los campos tirados por indolentes bestias, se guarecen automóviles modernos, bestias de precisión que anuncian unos tiempos que miran hacia el futuro a pasos agigantados.

Sobre el descansillo, y como puestas ex-profeso para una foto turística, algunos hórreos muestran las tradicionales ristras de panoches: maíz, hijo del sol y fruto de una tierra generosa, que aún monte adentro se deja adormecer por el canto de sirenas procedentes del Cantábrico.

Difícil hubiera sido no toparse con la Santina, esa virgencita que ye pequeñina y galana, pero que como muy bien continúa el cantar, es, indiscutiblemente, la Reina de las Montañas.






Apenas cruzado el puente sobre el río Caudal, una estrecha carreterilla comarcal, situada a la izquierda, tienta al viajero hacia la magia de los concejos vecinos de Quirós y Santo Adriano, a través de los cuales se accede a lugares míticos, como el desfiladero de las Xanas o la Senda del Oso.



jueves, 18 de agosto de 2011

Mágica Asturias

Hablar de Asturias conlleva, inevitablemente, caer en el hechizo de palabras como medida, proporción, perfección, altura, belleza, Historia y Tradición; adjetivos calificativos, de cuyo mínimo común denominador se obtiene, una vez mezclados en el Atanor de la Expresión, la más áurea y brillante de todas ellas: la Magia.
Una Magia, sin duda, especial; una Magia que cada visitante -alquimista y buscador, en el fondo, de lo misterioso y lo primordial- intuye, independientemente de las rutas que considere conveniente realizar.
Mi última ruta por tierra Astur, se desarrolló por Oviedo -Ovieu, Ovietum- y sus cercanías, extendiéndose por Concejos vecinos, testigos y guardianes de una longeva, lejana Tradición. Lugares que no pueden faltar en este blog, y de los que iré hablando en el futuro -libremente como hombre, aunque viajando como poeta por el infinito del Misterio, como diría ese gran erudito y pensador que fue Mario Roso de Luna (1)- pero que aquí, y a modo de presentación, agrupo y apenas me detengo un momento en ellos:
- la perfección áurea de sus monumentos prerrománicos, justamente calificados como Arte Asturiano por su singularidad, única en el mundo, como Santa Cristina de Lena, Santa María de Bendones, Santa María del Naranco, San Miguel de Lillo, Santo Adriano de Tuñón y la malograda Santa Eulalia de Mérida, en Santolaya que, aún después de ser incendiada durante la revolución de 1934, aún conserva la lápida fundacional, verdadero documento de identidad que la valida en siglo IX.
- el encanto de sus pueblines -pueblines del Camín-, como Santa Eulalia de Morcín, La Piñera -donde se hizo famosa la coplilla picaresca del cura y la molinera, con perdón de don Miguel Ángel, párroco de Santolaya, al que debo gratitud y respeto- Pedroveya, El Campo, Peñerudes, Argame, San Martín de Teverga, distribuídos a lo largo y ancho de los Concejos de Morcín, Quirós, Santo Adriano y Proaza.
- la magia mística de montañas como el Monsacro, sagradas desde tiempos inmemoriales y en cuya cima, a la par que los testigos ancestrales de dólmenes y túmulos funerarios, se cierne la sombra de los templarios, según tradición, en sus ermitas de La Magdalena y de Santiago.
- la belleza inconmensurable de sus monumentos naturales, como el desfiladero de las Xanas, espina dorsal que se extiende por los Concejos de Quirós y Santo Adriano.
- el misterio de su arquitectura tradicional, expuesta en sus hórreos milenarios. Fascinación que queda reflejada en el trabajo de un rey Sabio, Alfonso X, en el milagro narrado en su cantiga 187 donde, curiosamente, en un monasterio de Jerusalén, la Virgen, ante el ruego de los monjes, llena de trigo los graneros. No hace falta decir, pues se ha dicho ya, que dichos graneros -¡admiración de admiraciones!- son representados como hórreos.
- el románico, digno de estudio, de Sograndio y Priorio, conservándose en la iglesia de San Juan Bautista de ésta última, uno de los escasos tímpanos del Principado.
- y sobre todo, los inconmensurables enigmas de lugares como la Colegiata de San Pedro, en San Martín de Teverga, o la desconcertante y enigmática iglesia de San Vicente de Serrapio, en el Concejo de Aller.
- contando también, como es de rigor, con la magia visual de sus montes, bosques, prados y riachuelos.
Y no sigo, porque la Magia de tres días, exhaustos pero repletos, no dá para más; sino para decir hasta pronto y preparar nuevos desplazamientos en el futuro.







(1) A todo aquél que quiera penetrar en el Universo Mágico asturiano, les recomiendo la lectura del libro El Tesoro de los Lagos de Somiedo.

martes, 2 de agosto de 2011

Monsacro: aventura en el Monte Sagrado




'Más cosas encontraréis en los bosques que en los libros; los árboles y las piedras pueden haceros ver lo que los maestros nunca sabrán enseñaros. ¿Pensáis acaso que no podéis libar miel de las piedras, aceite de la roca más dura?. ¿Será que las montañas no destilan dulzura?. ¿Será que las colinas no maman leche y miel?. ¿Será que los valles no están llenos de trigo?. Tengo tantas cosas que deciros, que apenas sí puedo contenerme...'.

[San Bernardo (1)]

Cuando se tiene la oportunidad de visitar un lugar de las características de éste Monsacro, o Monte Sagrado asturiano, se tiene la oportunidad, así mismo, de comprender, sentir y hacer propias estas hermosas palabras de una de las mentes más brillantes y lúcidas de la Edad Media: San Bernardo de Clairvaux o, convenientemente latinizado su apellido, cuando no su origen, de Claraval

En cierto modo, San Bernardo tiene parte de culpa de mi reciente aventura por tierras astures; eso, por no citar a ese místico escritor de origen brasileño -Paulo Coelho- y hacer propia, también, su filosofía personal de que cuando uno desea algo de verdad, el Universo entero conspira para ponérselo al alcance de la mano.

Conspiraciones y apadrinamientos aparte, lo que sí es evidente, es que mi interés por la Orden del Temple, no deja de proporcionarme insólitas sorpresas y momentos de especial relevancia. Y no obstante, lo cierto es que, dejando aparte las posibles connotaciones templarias que puedan adscribirse al lugar -indemostrables a día de la fecha, aunque plausibles a hipóteticos razonamientos basados en algunas curiosas probabilidades, que ya exploraré en otro momento y lugar- cuando uno llega a la cima, sin resuello pero consciente de la gran belleza que ha ido contemplando durante la difícil ascensión, su primera impresión, no es otra que aquélla que le induce a pensar que ha traspasado la frontera de otro mundo. Literariamente hablando, por supuesto, se podría comparar con esas experiencias cercanas a la muerte, en las que los pacientes cuya vida ha pendido de un hilo, describen una experiencia mística al final del túnel. Porque eso, para mí, significó la llegada a la cima de ésta emblemática montaña; una experiencia mística en la que, junto con el sudor del esfuerzo -juramentos incluídos-, se deslizaba también todo indicio de mundanidad, para dejar paso, simple y llanamente, a lo que bien podría denominarse como el universo del Espíritu.

Es por este motivo, que yo no definiría al Monsacro como un Lugar de Poder; sino, más bien, como un Lugar del Espíritu. Un lugar que, aún habiendo sido cristianizado ya en tiempos de la conquista musulmuna -según una de las leyendas, allí se depositaron las sagradas reliquias traídas por Santo Toribio de Jerusalén, posteriormente trasladadas a la catedral de Oviedo por el rey Alfonso VI- fue escenario simbólico y sagrado de culturas anteriores, de las que aún perviven, si no los dólmenes que se supone que hubo, sí algunos túmulos funerarios, como el que se puede apreciar por debajo de donde se alza la ermita de la Magdalena, esa ermita, quizás menos interesante para algunos, por no tener la planta octogonal de su vecina, la ermita de Santiago (2), pero que recuerda, por su estructura, aquélla otra de Maderuelo, en la provincia de Segovia, cuya advocación no es otra que la de la Vera Cruz.

Subir al Monsacro, pues, independientemente del ánimo templarista que pueda albergarse en el corazón de cada uno (3), conlleva un ejercicio de autocomplacencia espiritual, en el que poco o nada importa la procedencia de la mano que elevó ambos templos, sino más bien el motivo por el que los elevó.

Y un dato curioso a tener en cuenta: sólo los que acuden de fuera dicen subir al Monsacro; los del lugar y los de los pueblos de los alrededores, siempre dicen: subir a la Madalena, tal cual suena, con esa falta de ortografía que tanto le molesta a esa notable figura que es su párroco, el estimado amigo don Miguel Ángel García Bueno.








(1) Bernardo de Claraval: 'Epístola 106'.

(2) Anteriormente bajo la advocación de Nuestra Señora del Monsacro.

(3) Con fecha 25 de julio de 2011, el periódico La Nueva España puso de manifiesto la intención del alcalde de Santa Eulalia de Morcín, de poner 12.000 euros a disposición de arquéologos de la Universidad de Oviedo para demostrar la procedencia templaria de ambas ermitas.