sábado, 30 de abril de 2011

Hermanos del Camino


'En el Camino de Santiago, no pasan muchos días antes de que uno se dé cuenta de que algo no va bien en su cabeza cuando decide asumir libre y voluntariamente tanta incomodidad y tanto sufrimiento. Pero la incomodidad y el sufrimiento hacen que uno despierte del letargo en el que vive sumergido en su monótona vida cotidiana'.

[Grian (1)]



No es la primera vez que alguien apela a la locura para intentar encontrar un sentido racional a una actitud o a un comportamiento, en principio, incomprensibles. Un buen ejemplo de ello, lo encontramos en todo un clásico de la Literatura, como es el Elogio de la Locura o de la Moría (2), de Erasmo de Roterdam. Apelar a la locura es una actitud que todos, en principio, aprendemos siendo aún muy niños: ¿cuántas veces no hemos dicho estás loco, al escuchar o ver hacer palabras o cosas que no comprendemos?.

Las peregrinaciones, no son tampoco una moda, ni algo reciente, y mucho menos un fenómeno pasajero. Tampoco fueron exclusivas de Roma, ni de Jerusalén, ni de Santiago de Compostela. Antes del triunfo del Cristianismo y del descubrimiento de la supuesta tumba del Apóstol, ya existían los lugares de culto predeterminados y las peregrinaciones que los caracterizaban. Y éstas no eran propias de una cultura o de una civilización particular; se recogen, por ejemplo, entre civilizaciones tan diferentes y distantes como la egipcia y la celta. De hecho, entre éstos últimos, el Camino moría en Fisterra, en aquél Fin del Mundo que representaba el Mundo de los Muertos, aquél en el que el sol se precipitaba al atardecer, siendo engullido por las aguas primordiales del océano, en las que moría, para volver a renacer. Quizá ese sea el secreto anhelo del peregrino: volver a nacer.

Siempre ha habido, pues, peregrinaciones y peregrinos. Por eso, cuando uno se encuentra con ellos por los caminos, no puede evitar que la primera pregunta que se haga, sea aquella relacionada con los motivos que llevan, tanto a hombres como a mujeres, a arrostrar tantas penurias y sufrimiento. Es posible, que el adjetivo locura aparezca en un primer momento; pero es posible, también, que éste no constituya sino un reflejo de los artificios de Maya, del Mundo de la Ilusión, porque rápidamente se desvanece cuando se tiene la oportunidad de mirarles a los ojos y darse cuenta de la Trascendencia que se oculta en el fondo de unos iris cansados, sin duda, pero también rebosantes y satisfechos. Es posible que locos, pero también renovados.

Esta entrada queda dedicada a todos ellos: Feliz Camino, Hermanos.




(1) Grian: 'El Peregrino Loco', Ediciones Obelisco, S.A., 1ª edición, febrero de 2006, página 13.

(2) Significa elogio, loa, alabanza, exaltación de la necedad; estulticia, insensatez.






miércoles, 27 de abril de 2011

Una fantasía nocturna de Eunate

No me importa reconocerlo: siento verdadera pasión por este lugar. La capilla octogonal de Santa María de Eunate, es un lugar que no deja indiferente; un lugar que impresiona; un lugar mistérico, mágico, en definitiva, distinto, que proporciona todo aquello cuanto la fantasía del hombre llegue a imaginar. Quien acude para ver simplemente Arte, y concretamente románico, se marcha satisfecho, con la idea de haber presenciado una singular obra arquitectónica que aplica los conceptos sagrado-geométricos de la mezquita de Al-Aksá o Cúpula de la Roca de Jerusalén.

No es la casualidad, tampoco, la que desvía al peregrino de su camino; le hace descalzarse, dar tres vueltas en el sentido de las agujas del reloj alrededor del recinto exterior; admirar esa bóveda estrellada -similar, en esencia, a la de la iglesia del Santo Sepulcro de Torres del Río, a la de la iglesia de San Miguel de Almazán, a la que recubre el Mirdhab de la mezquita-catedral de Córdoba y, en menor escala, a la de la mezquita toledana del Cristo de la Luz- rezar en silencio frente a la copia de la Virgen románica (1) y encaminarse hacia Puente la Reina sintiéndose renovado, recargado, mejor.

El buscador del Temple, pensará ver la mano de los fratres conmilitones en la misteriosa iconografía de portada y capiteles, o en las marcas de cantería -el báculo, la estrella de cinco puntas, el curioso roque e incluso el misterioso graffiti cruciforme circular que aparece en numerosas iglesias de la provincia de Navarra e incluso en el pueblecito soriano de Andaluz-considerándolo un lugar de iniciación.

Y es que todo es posible en Eunate. Pero por encima de hipótesis, partidismos y excentricidades esotéricas, todos aquellos que la hayan visto a la luz de una luna llena avanzando lentamente por el denominado campo de la estrella, coincidirán en que han tenido una experiencia total. Una experiencia que yo, habiéndola tenido hace apenas unos días, simplemente definiría con una sencilla palabra: Paz.

No puedo, si no, para terminar la presente entrada, hacerme eco de las palabras de Don José María Jimeno Jurío (Artajona, 1927-Pamplona, 2002), quien en el epílogo de su documentada obra Eunate, hito jacobeo singular, afirmaba lo siguiente:


'La promoción que experimenta Eunate a nivel nacional e internacional, hace preciso prever soluciones de futuro con el fin de que, manteniendo su carácter originario y esencial de templo mariano enclavado en el corazón geográfico y afectivo de Valdizarbe, siga deleitando a los amantes del arte y del paisaje, atrayendo a los romeros, amigos del Camino de Santiago y buscadores de energía positiva bajo la cúpula, y proporcionando a unos y otros espacio físico donde poder admirar exposiciones, escuchar conferencias y participar en foros y debates en torno a temas de palpitante actualidad relacionados con este hito jacobeo'.



(1) La imagen original, de los siglos XII-XIII desapareció en 1973.

(2) José María Jimeno Jurío: 'Eunate, hito jacobeo singular', colección Panorama Nº26, Gobierno de Navarra, Departamento de Educación y Cultura, Dirección General de Cultura-Institución Príncipe de Viana, 1ª reimpresión, Gráficas Lizarra, 2003, página 75.

miércoles, 13 de abril de 2011

Semana Santa

'Dijo una voz popular, quién me presta una escalera, para subir al madero para quitarle los clavos a Jesús el Nazareno...'

[Antonio Machado]

Qué sabiamente expresó el Poeta el auténtico significado de la Semana Santa: la Voz Popular. Una Voz que se manifiesta; que siente; que padece y llora; que canta; que festeja y que descansa; que muere y que resucita al ritmo de trompeta y tamborrada, pero manteniendo siempre viva la parte más ancestral de una cultura: la Tradición.

Un año más, y en vísperas de Semana Santa, este peregrino hace un breve pero necesario descanso. Y lo hace, deseándoos una felices vacaciones. Y como no podía ser menos, al hace al son de una saeta y los versos de su poeta favorito.

Feliz Semana Santa; Feliz Camino a todos, y por supuesto, mucho más Feliz Regreso.


domingo, 10 de abril de 2011

Regumiel de la Sierra y el oscuro encanto de las ignitas prehistóricas


En Regumiel de la Sierra, provincia de Burgos, tuve una sensación similar a la que experimenté cuando recalé en el dolmen de San Martín de Montalbán, Toledo: decepción. Digo decepción, y espero que no se me malinterprete, echándole la culpa a la imaginación. A veces, creo que es tal la ilusión que nos formamos cuando escuchamos algo relacionado con nuestro más remoto pasado, que enseguida nos imaginamos decorados típicos de Hollywood. La idea hollywoodiense que me formé referente al monumento funerario toledano, era similar, en comparación, a esos fenomenales complejos megalíticos característicos de ciertas zonas peninsulares, como Antequera o Álava, en las que uno enseguida sabe lo que ve, porque tienen la forma -grandes mesas de gigantes, por poner una comparación- que uno siempre espera encontrar. El dolmen de San Martín de Montalbán apenas puede describirse como un conjunto de pedruscos, de diversas formas y tamaños, ante el que se podría pasar de largo, si no fuera porque un cartel situado en la base del monumento te aviso de que eso es, precisamente, lo que estás buscando. Con las ignitas, o las huellas de dinosaurio de Regumiel, pasa exactamente lo mismo: aún a pesar que quedar perfectamente delimitadas en un pequeño espacio amparado por una valla metálica, cuesta hacerse a la idea de que realmente estés viendo algo espectacular o al menos que coincida con esas grandes huellas de saurio capaces de aplastar a un ser humano si le cayeran encima. Como digo, la imaginación juega un papel importante: tal vez fui buscando un parque jurásico a un lugar en cuyo entorno cuesta creer que tan poca cosa haya sobrevivido de un tiempo en el que los dinosaurios dominaban la tierra.

Por otra parte, no puedo decir que no disfrutara de mi paseo por Regumiel, porque de hecho, me pareció un entorno idílico en el que detenerse unos instantes y relajarse contemplando una naturaleza en expansión, de verdes prados circundados por espesos montes en los que sobresale con abundancia la materia prima de la región: los interminables pinares. Y a fin de cuentas, tan inolvidable es la estampa de un pueblecito de hermosas casitas de piedra y tejados de roja arcilla contrastando con el verde de los montes y alguna cumbre nevada en la distancia, como la visión de un parque donde, entre innumerables monolitos megalíticos sobresale la figura aterradora de un tiranosauro lanzando al viento todo el bramido de su poder.

Y es que, el que no disfruta de su paseo, es porque no quiere.


jueves, 7 de abril de 2011

Fuente Sanza, Burgos: nacimiento del río Arlanza

'El agua y la tierra parecían haberse separado para visitarse mutuamente, siendo ambos muy bellos...'.

[Barón de la Motte-Fouqué (1)]


Reconozco que a la hora de planificar, soy un auténtico desastre. Uno de mis mayores deseos, es hacer algún día ese Camino de las Estrellas que, si hemos de creer todo lo que nos han contado o todo lo que hemos leído, es la Llave que conecta con nuestro Yo, abriéndonos esa puerta interior hacia nosotros mismos, que por regla general, nos obstinamos en que permanezca siempre cerrada. Independientemente de los deseos que puedan o no llegar a realizarse, a veces me sorprende esa fe infantil que tengo por la aventura; por lanzarme a esos interminables caminos y dejar que la causalidad -ya que no creo en la casualidad- me sorprenda, haciéndome recalar en un lugar inesperado, hermoso e interesante. Un lugar, digamos, muy parecido al que, en esa breve frase que prologa la presente entrada, sitúa el Baron de la Motte-Fouqué, el hogar de Ondina.

Mi juventud también se vio felizmente acompañada por la literatura fantástica, y aún conservo, con entrañable cariño, libros inolvidables como ésta Ondina, del mencionado Barón, o los Cuentos de un soñador, de Lord Dunsany, o los Viajes al otro mundo (aventuras oníricas de Randolph Carter) de H.P.Lovecraft.

Lo comento, tan sólo porque creo que gracias a ellos, aún conservo cierta holgura autocomplaciente a la hora de llegar a un lugar, como este nacedero de un río tan carismático -sobre todo para los amantes del Románico- como es el Arlanza y rendirme a la gozosa ensoñación que conlleva observar las alegres evoluciones del agua, abandonándose al vértigo de la corriente e incluso deteniéndose a formar pequeños meandros que, en este punto concreto, separan, como una frontera indiscutiblemente natural, bosque y pradera.




A pesar de todo, no se trata de un territorio hostil, en su sentido de desconocido; su aparente estado de salvaje virginidad, se ha visto doblegado hace tiempo por la acción del hombre, y muchas son las comidas campestres que éste ha realizado y realizará en el futuro, en las mesas habilitadas junto a la orilla.


Y no obstante, he aquí un lugar, a mitad de camino, aproxidamente, entre Quintanar de la Sierra y Neila, en el que detenerse unos minutos para oxigenar el espíritu, ¡y quién sabe!, quizás conseguir un encuentro con un ser mágico que, como Ondina, anhela decirle al hombre que, aunque no lo crea, aún continúan subsistiendo, aunque en espacios cada vez más reducidos.


(1) Barón de la Motte-Fouqué: 'Ondina', Ediciones Obelisco, S.A., 1ª edición, julio de 1984, página 7.



martes, 5 de abril de 2011

La necrópolis de Revenga


'Mirar el río hecho de tiempo y agua

y recordar que el tiempo es otro río,

saber que nos perdemos como el río

y que los rostros pasan como el agua...'

[Jorge Luis Borges (1)]


Cerca de 7 kilómetros más allá de la población soriana de Duruelo de la Sierra y su interesante necrópolis mozárabe, y una vez dentro de los límites de la provincia de Burgos, el primer pueblo que nos encontramos, es Regumiel de la Sierra, cuyo señuelo principal, independientemente del hermoso entorno en el que se asienta, es atraer al viajero con las huellas de aquellos grandes reptiles que una vez poblaron la tierra, y que a pesar de los millones de años transcurridos desde su extinción, continúan poblando nuestra imaginación con teorías cada día más innovadoras, así como con visiones a cual de ellas más fantástica: los dinosaurios. Aunque las icnitas no son tan espectaculares como en otros lugares de Burgos, de Soria o de la Rioja -por lo menos, a mí no me lo parecieron- no deja de ser una buena idea, sin embargo, dejarse llevar por la curiosidad y detenerse unos minutos, siquiera para, mientras estira uno las piernas y se fuma un cigarrillo, meditar acerca del ambiente de sutil misterio y evocaciones del más remoto de los pasados, que envuelve a las poblaciones de la zona.

Una vez hecho esto, se recomienda dejar atrás también Regumiel de la Sierra, con sus casonas de piedra, sus icnitas e incluso su pequeño parque, situado casi a la entrada de la población, en el que destaca la figura aterradora de un tiranosaurus rex, y recalar, aproximadamente, 3 kilómetros más allá, en un lugar que no nos dejará, en modo alguno, indiferentes. En efecto, a la distancia indicada, y una vez dentro del término municipal de Canicosa de la Sierra, nos encontraremos una ermita y una explanada, así como un cartel que, sin necesidad de esperar al día de Todos los Santos, nos ha de invitar a visitar una gran necrópolis medieval: la de Revenga.

Una vez pasada la ermita y el restaurante anexo, veremos, a la derecha, un armazón de trazos modernistas con un cartel que define al 2011 como el año internacional de los bosques; lo cual no deja de ser curioso, si tenemos en cuenta de que nos encontramos en tierra de pinares y la madera es una materia prima de primera magnitud. A partir de aquí, sería recomendable liberar la imaginación y dejando a un lado los grandes claros que observamos en la actualidad, intentemos ver el lugar con ojos de los siglos XI ó XII: posiblemente, no nos resulte difícil crearnos una imagen mental, en la que sobresalgan tupidos bosques -mucho más que en la actualidad-, donde se enseñorean, principalmente, el pino y el abeto. Dentro de llos, y alrededor de una tierra costosamente roturada, pequeños núcleos agrícolas, descendientes, hemos de suponer, de aquellos primeros colonos procedentes del reino de Asturias, constantemente acosados por las expediciones dirigidas contra ellos desde el califato de Córdoba.




Ambientados en este punto, intentemos situarnos ahora, históricamente, en una primera mención, fechada en el año 1008, por la que sabemos que el conde Sancho García otorga una iglesia vacía -¿visigoda?- al monasterio de San Millán de la Cogolla; otorgamiento, que traería consigo la llegada de monjes que ampliarían las dependencias de la iglesia y a cuyo alrededor se irá asentando una pequeña comunidad, cuyas huellas conocemos hoy como el despoblado de Revenga. Con posterioridad, ya introducidos en el siglo XIII, estando la Reconquista en su punto álgido, el lugar pasó a depender del monasterio de San Pedro de Arlanza, una joya arquitectónica que, desgraciadamente, se encuentra en ruinas en la actualidad.


A escasa distancia del enclave, y rodeado de altos pinos, un promontorio rocoso brota como un pecho de las entrañas de la Diosa Tierra. El día es caluroso y apenas una leve brisa agita las hojas marchitas que, probablemente heredadas del otoño, las nieves del invierno han conservado para que el aire de la primavera las bambolee a su antojo, esparciéndolas hasta deshacerlas en polvo. Horadadas en su superficie, como arrugas que el tiempo ha ido labrando en un campo de mármol, infinidad de cavidades de formas y tamaños variados. Son sepulturas que pertenecen a otras gentes, a otro mundo, lejano en el espacio, pero, en esencia, quizás no tanto en el tiempo. Las hay con forma antropomorfa, que representan las características del cuerpo humano; otras, con forma de bañera; algunas, tan pequeñas, que enseguida se adivina, con cierta congoja, qué pequeños seres humanos fueron sepultados allí. No obstante, de todas, y por su inusual longitud, destaca una, cuya visión remueve en las conciencias las primigenias leyendas de gigantes.


(1) Jorge Luis Borges: 'Antología poética 1923/1977', Alianza Editorial, S.A., 2ª edición, 1983, página 42.