'Quomodo cecidisti de caelo, lucifer, fili aurorae?'. '¡Cómo has cáído de los cielos, Lucero, hijo de la Aurora!' [Isaías, cap.14, ver. 12-14] N o dejo de ser una estatua, y sin embargo, ¡cuántos misterios conservo!. No os extrañéis, ni penséis que, cuál representación abominable de la Rebelión, lo que os voy a decir son simplemente falacias. Así lo quiso mi padre, de nombre Ricardo Bellver y de profesión, en apariencia, escultor. L ejos de ver en mí esa bestia abyecta de un Génesis demasiado complicado para ser siquiera intuído -cuando menos comprendido- por vuestras limitadas mentalidades humanas, pensad en mí como en un espíritu libre y mitológico que volvió a nacer en 1877, en una época en la que todavía algunas cosas no se hacían porque sí, y hasta donde una, en apariencia, inocente estatua, ocultaba detalles evidentemente ajenos a la casualidad. N o aludáis al adjetivo de la vanidad para calificarme, si os digo que Bellver, gracias a mi, obtuvo, un año después de
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La cilla, la Sala Capitular, la de los Conversos, su Cola de Caballo, la cascada de Iris y el Lago de los Espejos, no hacen sino poner en valor la hospedería.
Bonitos recuerdo para este peregrino que también pasó en un día lejano por esa ruta haciendo camino y posada y dejó sus recuerdos en un Relato que puedes ver en La Fraga: http://elmundodemalvis.blogspot.com/2008/06/de-profesin-gestor.html.
Un abrazo, Caminante