Un rincón mágico de Palencia
Sí es cierto, no obstante, que junto a este pequeño rincón de vivos colores, perdido en las cercanías de Aguilar de Campóo, hay una preciosa iglesia románica -la de Santa Marina- que sí aparece en las guías. Y aparece, todo hay que decirlo, con total justicia y merecimiento, pues se trata de un soberbio ejemplo de románico palentino -permítaseme el término- que bien merece ser visto y estudiado. Pero eso forma parte de otra historia, así como también el pueblecito, tranquilo y resguardado sobre sí mismo, que la alberga: Vallespinoso de Aguilar.
Un pequeño rincón -fuera de las guías oficiales, como digo- en el que se conjuga la magia del color que conforman amapolas y girasoles por un lado, y el dorado vital de los trigales, por el otro. El arroyo de aguas cristalinas, que se desliza campo abajo, con algún que otro cardo instalado en su ribera y una formación rocosa al fondo, en forma de presa que, cuál muralla mandarina, le da protección y cobijo.
En definitiva, un diminuto shangri-lá, perdido en una tierra cuya Historia, y a golpes de paciencia y azadón, tiene aún muchas cosas que contar.
Comentarios
No era románico, pero todos quedamos fascinados por lo que contemplaban nuestros ojos, todos sin excepción estabamos de acuerdo en que lo verdaderamente grandioso es lo más pequeño.
Que buena idea que lo hayas "inmortalizado"!!
Salud y románico
Un abrazo
Un gran amigo me envio la foto de las amapolas, anunciándome la belleza de tu entrada. Como la sencillez del campo, la grandeza del detalle, que sin ser necesario, las pequeñas cosas son las que se llevan en el corazón, no las echas en falta, hasta que las ves o hasta que no las tienes.
Las rojas amapolas que crecen libres en el campo, entre hierba, flores, huertos...
Sabes y con todos mis respetos, la naturaleza, fíjate si es grande, que para mí es Dios, crea y destruye y no se defiende, la naturaleza es sabia y el hombre nunca la podrá superar, no hay mayor arquitecto que la naturaleza.
Espero... en fin, ya sabes... que no te parezca, lo que te parece, Juancar, lo efímero no es importante, es un momento.
Que en tú camino sigas encontrando cosas tan grandes, tan bonitas, que te llenen y que nos llenen a todos los que las disfrutamos, porque es sencillamente ¡Bello!
Un abrazo.
Pero coincido con vosotros en que el entorno era también especial y mágico: el huerto en flor, el trigo espigado, el sonoro riachuelo donde casi "se cae" Juancar... y, a mí, me cautivó el árbol. Ese enorme árbol que presidia el enclave y que, con su majestuosidad, empequeñecía el templo de Santa Marina.
Un abrazo,