Águilas de Albanchez


Siempre he vivido en un barrio que, al cabo de muchos años de evolución social, dejó de ser un terror marginal para convertirse en un distrito multicultural donde convivimos, con mayor o menor grado de aceptación, como en cualquier sitio, multitud de etnias y culturas. Los ojos de este niño feliz que fui -hogares humildes y niños felices no tienen por qué ser incompatibles- a veces se anteponen a la visión del hombre gris que soy, y me muestran mi calle como la veía entonces. De esa calle de antaño, lo más misterioso que recuerdo, son un viejo solar y una casa completamente arruinada, repleta de trincheras de escombros, ratas y telerañas de todas las espesuras y tamaños, así como un árbol enorme que, marchito también como la casa, era exactamente igual a ese siniestro árbol del ahorcado de la famosa película de igual título, interpretada por Gary Cooper. En su reseca madera, había unas manchas de pintura roja que, sin saber de dónde venía el bulo, todos los niños estábamos convencidos de que se trataba de sangre auténtica. Creíamos, en nuestra febril imaginación, que en ese árbol, el viejo e irascivo Daniel había decapitado a su mujer con un hacha, motivo por el que Dios, como castigo, le había condenado a vagar por las ruinas como alma en pena. Y debía de ser verdad que su espíritu estaba allí atrapado, porque a veces, al caer la noche, veíamos unos ojos brillantes que nos observaban a través del espacio vacío en que se habían convertido los marcos de las ventanas. Entonces, como almas que lleva el diablo, salíamos corriendo, para refugiarnos en el santuario de nuestros portales, sin pensar, siquiera, que sólo eran los ojos de algún gato, que nos miraban seguramente sin tanto miedo como nosotros a él.
Hasta donde alcanza mi recuerdo, éstas eran las ruinas y sus historias asociadas que más cerca había tenido nunca. Los castillos y sus mediáticas leyendas los descubrí, no obstante, también por esa época, cuando el Cine y la Literatura comenzaron a hacer de mí un empedernido soñador. Por aquél entonces, la mayoría de las aventuras medievales, visionadas en una televisión en blanco y negro, comenzaban en el bosque de Sherwood, con Robin Hood o Robin de Lobsley, y terminaban no muy lejos de allí, también, con Ivanhoe y la eternas diferencias entre normandos y sajones. A veces se colaba el terror, y precisamente en el país originario de éstos últimos, me estremecía con la historia del doctor Frankenstein y los terribles experimentos que éste alucinado doctor, deseoso de imitar a Dios, realizaba en los sótanos de su castillo; unos sótanos semejantes, en esencia, a aquellos otros del castillo de los Cárpatos, en los que el conde Drácula y sus novias dormitaban por el día, para alimentarse de la sangre de inocentes campesinas al caer la noche. Ignoraba, pues, hasta qué punto España era y es un país de castillos, con historias y leyendas tan ricas o más, como estos clásicos de la imaginación. Ahora tengo una idea aproximada; quizás por eso, cuando tengo la fortuna y la ocasión de visitar uno, no puedo evitar que estos recuerdos afloren de mi interior y me obliguen a mirar atrás, hacia esa Época Dorada, que un día, como le ocurrió a la mítica Atlántida, fue irremisiblemente tragada por los Ríos de la Evolución.



Dicen que Jaén, es la provincia de España que más castillos posee. Yo no lo pongo en duda, aunque a día de hoy, y por más que me pese, he de confesar que sólo he tenido la oportunidad de visitar y conocer uno de ellos: el de Albanchez de Mágina. Tal vez por eso, e intentando alardear de imaginación -divino tesoro- puedo decir que, a mi modo de ver, los que decidieron instalarse allí, siquiera para una simple función de vigilancia, debían de poseer, en el fondo, un alma de águila, o en su defecto, unos deseos irreprimibles de llegar a habitar un día los lugares en los que éstas, de forma natural, suelen escoger para hacer sus nidos.

Los carteles no lo mencionan, pero se me ocurre pensar que a lo mejor, antes que ellos, hombres de otras culturas y creencias aún más antiguas, decidieran, de igual manera, instalar en sus cornisas altares de sacrificio con los que honrar y apaciguar a unos Dioses, cuya voluntad de complacencia y enojo la encontramos allí cerca, en esas vecinas inmediaciones, bajo la forma de una montaña que, de hombre Aznaitín, guarda todavía innumerables misterios; una montaña que atrae irremisiblemente la atención, hasta cuando, enfurruñada, decide cubrirse de niebla para no dejarse ver.

Lugar, pues, de ensoñación, y situados en las almenas de este pequeño castillo, no resulta una banalidad pensar que tal vez el terrible y asesino Daniel de mi niñez, sea semejante a ese otro ser monstruoso que por aquí conocen como juancaballo y que, al decir de las buenas gentes del lugar, se guarece y habita en lo más impenetrable de ésta montaña del Aznaitín, siendo incluso capaz de comerse a hombres, mujeres y niños, cuando el hambre le obliga a abandonar sus guaridas y bajar hasta el pueblo.

Y no obstante, una vez superado el vértigo y contenidos esos terrores ancestrales que anidan en el corazón y que despiertan repentinamente, con la facilidad de un chasquido de dedos, no resulta ilícito, en absoluto, perseguir la quimera del oro, observando cómo el sol, en su declive, va descubriendo infinitud de vetas áureas en las cimas de los montes de alrededor. Vetas en las que existe la posibilidad de que el sol señale los lugares donde los pequeños leprechauns -que se vieron obligados a cambiar de aires cuando los bosques que habitaban fueron roturados para sembrar olivos por romanos, visigodos y árabes- ocultaron a la codicia de los hombres, esas ollas repletas de monedas de un oro que se deshace entre las manos, como se deshace la magia de la luz cuando el sol se oculta cada día más allá del horizonte.

Lugares, en definitiva, donde las ensoñaciones del ayer, como la materia, no se destruyen sino que se transforman en los sueños de hoy.

Enlaces recomendados:

http://saludyromanico.blogspot.com/2010/10/nido-de-aguilas_19.html

http://laberintoromanico.blogspot.com/2010/11/albanchez-nido-de-gorriones-de-re.html

Comentarios

Alkaest ha dicho que…
Miréme bien, compadre, usted puede ser cualquier cosa, menos "un hombre gris".
Porque puede ser que los demás, detrás de la aparente oscuridad, veamos brillar esa lucecita que oscila en su interior, y asoma por los ojos del alma.

No hay más que leer sus palabras, sus pensamientos, en los variados blog que regenta, para comprender -si no se es un ceporro titulado- que por su cerebro anidan pájaros viajeros, prados verdes, bosques frondosos, tribus de humanos libres y apacibles. Y que desde el fondo de su alma, se escapan seres mágicos, como duendecillos, hadas, trasgos, algún orco, grifos y basiliscos. Todo lo cual, es señal cierta de la gran luz que cobija, bien adentro, y a veces deja escapar para nuestro solaz y regocijo.

Así que, no se menosprecie de tal manera, y como castigo a tal pecado, repita cien veces cada día, durante una semana: "Soy un ser luminoso". De preferencia al irse a acostar, si se le olvida una dósis, no tome dos juntas, espere a la siguiente. Si nota algún efecto secundario, como euforia intempestiva o complejo de superioridad, suspenda el tratamiento y avise a su sicólogo de guardia.

Por lo demás, suscribo lo dicho por usted, sobre los niños "de barrio", y la "magia de Mágina", porque una cosa sin conocernos, y la otra a su lado, ambos las hemos compartido.

Salud y fraternidad.
juancar347 ha dicho que…
Mi querido Magister, si hay algo de luz en mí, es gracias a seres como usía, que abrieron caminos y senderos dejando a su paso antorchas encendidas. Como sabe que mi aprecio es sincero, escribiré cien veces, no la frase que me impone, que no sería justa, sino ésta otra que al menos deja la cuestión en unas oportunas tablas: 'tampoco soy tan gris'. Curioso, ¿verdad?, comprobar que a medida que nos conocemos más y más, más cosas compartimos en común. Fue un honor subir a ese nido de águilas con usía. Un abrazo
pallaferro ha dicho que…
Hola Juankar,

También de pequeño me colaba por una vieja casa abandonada cerca de la mia, a escondidas, con amigos del colegio, y nos imaginábamos escenas de terror que nos hacían salir corriendo.

Debería ser un patrón necesario hacer tales travesuras? Tal vez el castillo de Albanchez fue escenario secreto de misterios para algunos chavales del pueblo?...

Un abrazo,
juancar347 ha dicho que…
Hola, Eduard. Creo que en esto vamos a coincidir muchos que no tuvimos la fortuna de vivir en las cercanías de un castillo o unas ruinas antiguas con multitud de misterios asociados. Pero en eso radica la magia de la infancia: que la curiosidad nos hacía buscar el misterio en los lugares más insólitos e insospechados. Imagino que en Albanchez, los niños de numerosas generaciones disfrutaron a sus anchas de este legado del pasado, convirtiéndose, si no en águilas, sí al menos en palomas mensajeras de grandes gestas. También fue un verdadero placer compartir contigo, si no éste momento, todos los demás. Un fuerte abrazo
Baruk ha dicho que…
Y tras tu ascensión a ese castillo-nido, creo que en lugar de "soy un ser luminoso" lo más apropiado sería repitir esas cien veces: "soy un aguila... luminosa"

http://saludyromanico.blogspot.com/2010/10/nido-de-aguilas_19.html

Por cierto, es muy buena crónica, se nota que volviste inspirado!

Besines
**
juancar347 ha dicho que…
Hola, Baruk. Creo que de alguna manera, todos venimos inspirados. Es difícil no inspirarse cuando la magia y la belleza se alían para hacer que del corazón broten chorros de tinta. Agradezco tu intento, pero como le dije al Magister, prefiero mantener las tablas y pensar que tal vez no sea tan gris. Un abrazo
Missis B. ha dicho que…
Juancar,tú si has sabido plasmar con elegancia esos paisajes que todos los que somos de allí llevamos desde la niñez en la retina,pero por dejadez o talvez por no poder aguantar la nostalgia de no estar siempre donde queremos ,dejamos a un lado.Gracias por recordarnos qu el paraiso existe.besitos compare
Syr ha dicho que…
Sé consciente y recuerda siempre una cosa: no fuiste tú quien nos elegiste, sino nosotros a tí. ¿ Te has tomado la molestia de plantearte los motivos?.

Y puestos a imponer penitencia, yo me inclino por hacerte subir cien veces, sin soltar el cigarrillo de la boca, al Castillo de Albanchez de Mágina. Pero esta vez hasta la última almena.

Y que conste que no pretendo asfixiarte. Es para que cada vez que lo hagas, vuelvas a publicarnos tus sentimientos e impresiones.

Un abrazo, Caminante
juancar347 ha dicho que…
Mi querida Missis B.: si hay algo elegante en cualquiera de estas líneas, no tengo la menor duda de que tú eres en parte responsable, ya que es difícil olvidar la elegancia y el cariño con que nos abriste la puerta de tu casa. Perdona que me repita, pero aparte de agradecimiento, no puedo sino también reconocer, que vi en ti una persona con alma de gaviota, capaz de exponer sus recuerdos y experiencias con tal gracia, que llegan al corazón. El castillo,como tal, es un símbolo; es el símbolo de una Edad Dorada que todos llevamos dentro, hayamos o no nacido en un lugar tan prodigioso como Mágina. Simboliza, a mi modo de ver, la libertad de la inocencia, y el único lenguaje posible, no es otro que el del corazón. Aviso: algún día quizás te sorprenda con un relatillo que tengo en mente. Pero hasta entonces, tendrás que conformarte con el abrazo de este Caminante.

Estimadisimo Syr: cien veces que fuera a Albanchez, cien veces que subiría al castillo aunque fuera una tortura para los pulmones de este caminante aprendiz de cadáver. ¿Y sabes por qué? Porque a pesar del vértigo, el deseo de rozar el cielo siempre es más fuerte que la resignación de ser carne de plomo que te ata irremisiblemente a la tierra. En cuanto a tu pregunta, pues sí que me lo preguntado, y me he respondido que, al elegirme, no hay razón que mejor se me ocurra que pensar que en el fondo, estáis todos vosotros más locos que yo. Un fuerte abrazo
Alkaest ha dicho que…
¡Ahí le has dado, compadre! ¡Tómate algo a tu salud!
Es preciso, estar más pa'llá que pa'cá, para elegir conscientemente a gente como nosotros por compañeros de viaje.
Somos un peligro en potencia, y si encima nos aceptan, pues allá ellos con lo que venga.
El día que soltemos la "fiera" que llevamos dentro, se van a enterar.
Porque "ser güenos, semos mu güenos", pero por las malas... Mejor que no nos busquen las cosquillas, porque nos dará la risa.

En fin, eso de subir "cien veces" al castillo, quiero verlo con mis ojitos serranos.
Por cierto, ¿te has dado cuenta, que Syr te ha incitado a subir, "con el cigarrillo en la boca", pero el muy pillo no dice si encendido o apagado?

Salud y fraternidad.
juancar347 ha dicho que…
Bueno, creo que alguien dijo, más o menos, que la locura es un estado de gracia difícil de alcanzar; que los locos, al igual que los niños, son seres en los que la maldad, después de todo, no ha conseguido echar raíces. De manera que si alguien nos acepta así, tal y como somos, pues habrá que plantearse que los milagros, en el fondo, existen. Yo creo que Syr es tanto lo que me quiere, que cuando me plantea la cuestión de subir al castillo de Albanchez con el cigarrillo en la boca es para que me dé cuenta de que el cigarrito no da alas como el Red Bull. En el fondo, lo hace por mi salud, y al no especificar, descansa también su conciencia, dejándome, como Dios, a mi libre albedrío. Abrazos, Magister
Pilara ha dicho que…
Una entrada entrañable.
Mil gracias por tu deseo de compartir con nosotros ese manantial luminoso de energía positiva,sin duda alguna, que irradias.
Gracias por elegirnos... y no creas que no agradecemos que debajo de ese imaginario manto plomizo que te empeñas en "lucir" no haya un ilumninado ;-).

Tengo que dar fe de que fuiste el primero en ascender hasta lo más alto del torreón. Cuando otros llegamos tu ya estabas, sin alarde alguno, tocando el cielo y existe documento gráfico que lo corrobora...

Un fuerte abrazo.
juancar347 ha dicho que…
Pilara, tus palabras sí que son entrañables; tan entrañables, que mi ego está pegando unos botes que esfuerzos tengo que hacer para no partirme la cabeza con el techo. Ahora bien, en cuestión de elecciones...¡chissst! no sea que te escuche alguno por ahí y la liemos. De veras, aunque no es para hacer alarde, no estuvo mal la hazaña de este viejo peregrino con bronquitis. Un fuerte abrazo
Pilara ha dicho que…
Queridísimo compadre Juancar, cuando recibas una dosis masiva de cariño, suspende "ipso facto" el tratamiento prescrito por maese Alkaest... ¡Hay que evitar los efectos secundarios! Sobre todo los más perniciosos.
Aunque en esos brincos yo sólo veo un espontáneo desbordamiento de un sincero sentimiento de alegría (créeme si te digo que es mutua) que lo más que le pueden provocar es un leve dolor de cabeza...

Un abrazo y a cuidarse.
juancar347 ha dicho que…
Bueno, Pilara, pues así lo haré, ya que me lo prescribes tú con tanto cariño. Y además, tienes razón: una dosis de alegría, por pequeña que sea, bien merece un dolor de cabeza o dos. Me cuidaré, descuida. Un abrazo

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