Ruteando por Segovia: pequeño diario de una etapa en el Camino



Querido Diario:


He estado en un bosque. Había un río y también un promontorio rocoso, en cuyo vientre de piedra, la vida se desarrolló en el líquido amniótico de la Historia. Estamos en agosto, pero eso ya lo sabes. Por la mañana, horas después del canto vespertino de los gallos, ese toque de diana rústico e imperativo, que pone en movimiento a los reclutas del corral y hace infelices a los humanos, que ven que sus sueños se escapan por la ventana abierta, desvaneciéndose en el aire como el humo.

Allá lejos, en la parte donde el Duratón forma arcos de ballesta, como diría Maese Machado refiriéndose al Duero a su paso por Soria, las sombras se niegan a retirarse, ocupando, con espartana determinación, barricadas de silencio. El silencio de los santos eremitas que un día ocuparon hasta el último recodo de su vientre natural, para renacer, con espiritualidad nuevemesina, a una nueva vida de sacrificio y sabiduría.

A ésta otra parte, donde nuestros pasos provocan lamentos borincanos en las hojas secas, los rayos de ese mismo sol -egipcíaco, atónico y triunfante- dibujan fantasmas sobre los claroscuros del suelo y posteriormente surfean la superficie del río, vestidos con trajes de guirnaldas y lentejuelas, cual bicetiples de bombo y cabaret. La corriente, irremisible imán, apunta siempre hacia el polo magnético del mar. Me pregunto si las gotas que arrastra, antes del tránsito final, atraviesan ese túnel blanco, precursor de la totalidad del Nirvana.

Estoy ahora en otro campo, quizás en otro planeta. Hay otros seres que, como el Principito, miran siempre hacia el sol. Se llaman girasoles y aún a pesar de la fugacidad de su existencia, tengo la curiosa sensación de que al menos la Naturaleza les compensa, otorgándoles la gracia de un atisbo de felicidad. Junto a ellos, arca varada en una isla de recuerdos, una pequeña iglesia muestra parte de sus antiguos sueños románicos. Sus ijares lucen numerosos graffiti de peregrino, mortificaciones simbólicas que conducen a la más subjetiva de las encrucijadas. Veo rostros impasibles, burlándose desde la materia eterna de la piedra; arpías de siniestro aspecto, deseando rasgar con sus afiladas garras las frágiles cortinas del alma; un pie de druida o una estrella de cinco puntas, disimulada en le medio cielo superior de su ábside; un gorrión curioso, cuando no ocupa, revoloteando por un nido de cigüeña abandonado; el eco de una risa alegre, verso en el estío, fundiéndose con el mortero de una piedra que no puede atravesar.

Un pueblo tranquilo, perdido en una infinita paramera de doradas tonalidades trigueñas, mordido su corazón por una carreterilla cuyo asfalto serpentea hacia todos los lugares en general y a ninguno en particular. Con geometrías basadas en la delineación técnica del libre albedrío, muestran las tejas de sus casas la intensidad macilenta tan propia del vino añejo, que a fuerza de reposo, los años han convertido en gran reserva. Historia viva de lo que hemos sido y vía crucis camino de un imaginario Calvario para aquellos otros que hemos empeñado nuestra alma en una mefistofélica mentira llamada Urbania.

Hay mortajas de piedra, de ancestrales deudos, que crían espinos en verano y recogen las lluvias del otoño, convirtiéndose en improvisadas fuentes sin caño donde ocasionalmente abrevan los ganados merinos. Un viento, cálido aunque fugaz como esos besos que incendian las costas donde naufragan nuestras pasiones, que hace levantar el vuelo a ese polvo de hadas que por falta de imaginación se convierte en alergia en la nariz de los hombres. Al otro lado de la carretera, una bicicleta descansa apoyada en la arcada porticada de un templo milenario en el que ya nadie consulta la hora en los relojes solares grabados en sus sillares, pero del que todos tienen algo que decir, excepto la auténtica intención del magister muri que lo levantó, sin duda soñando con ese séptimo cielo al que conduce la escalera de otro soñador de nombre Jacob.

Suerte desigual, una malvada madrastra, llamada Despoblación, ha convertido a los feligreses de este otro templo, en rastrojos y maleza que alargan sus brazos hacia unas paredes desnudas, desde las que sueñan con los estrellas, en las noches de verano, los sin techo de un mundo feliz. Unos escalones, de piedra de siglos, conducen a las cuencas vacías de una espadaña, el recuerdo de cuyas campanas atormenta las noches de insomnio de suicidas emigrantes a la gran ciudad.

Y no obstante, mi querido Diario, todo esto que te he contado hoy, en el silencio de nuestra hermana intimidad, sólo son falacias y basiliscos, en comparación con ese gesto materno, de ternura inigualable con el que una madre amamanta a sus crías.

Y es que, después de todo, tú bien sabes que siempre ha habido brujerías en el mundo.




Comentarios

Alkaest ha dicho que…
No se por qué, todo este relato me ha recordado una canción de los años 60 -del siglo pasado, claro-, de no recuerdo el cantautor, que traducida era "Los molinos del espíritu"... [Salvo que otro tenga mejor memoria que yo].

Porque en efecto, nuestro espíritu es un molino, que muele todo lo que le entra por los sentidos, y luego nos lo devuelve en forma de "harina"... Que siempre suele ser, "harina de otro costal".

Salud y fraternidad.
juancar347 ha dicho que…
Excelente comparación, los molinos del espíritu y la harina molida a través de los sentidos. Me gusta. No obstante, que quede claro: no he oído esa canción y no conozco al cantautor, aunque me gustaría tener noticias de una y otro. Lo digo, más que nada, para que no se me acuse de plagio, que mis esfuerzos de coco me ha costado rastrear en los molinos de mi memoria, para que al menos la harina sea costal de mi propio trigo. En el fondo, todo se reduce siempre a una cuestión de interpretación: los sentidos transmiten, el corazón paladea y la mente despierta y sueña. Un abrazo
KALMA ha dicho que…
¡Cómo que harina de otro costal! Jaja, Juan Carlos es preciosa, me he mirado en ese espejo de la música y me ha echo rutear por tus palabras, por un día de verano, donde los girasoles giraban alegres y una gata amamantaba a sus crías, un gran día. Un beso.
juancar347 ha dicho que…
Hola, bruja. Me alegro que te guste. Harina o no, como dice el magister, de lo que no cabe duda es de que fue un día especial; un día del que estoy seguro que todos guardamos un entrañable recuerdo y donde, independientemente del disfrute de la compañía, nuestros sentidos captaron esa realidad de una manera propia y personalizada en la que, después de todo, ninguno tenemos la última palabra. Me hubiera gustado repetirlo, de manera que tal vez haya ocasión el próximo verano. Un abrazo
Syr ha dicho que…
Bella descripción para un bello día en la mejor compañía. Incluída brujería.

Un abrazo, poeta
juancar347 ha dicho que…
Hola, Maestro. Un día intenso, es cierto, pero que por desgracia, se hizo corto. Magia, brujería...depende siempre con el cristal con que se mire. Pero de lo que no cabe duda, es que siempre hay algo que permanece y mantiene viva la ilusión de la amistad: el recuerdo. La poesía es un añadido que a veces olvidamos, pero que también siempre nos acompaña. Queda poco para la próxima, así que, un abrazo hasta entonces.
pallaferro ha dicho que…
Querido diario,

Aunque no te conozca más allá de haberte visto de lejos, sé que tu confidente deposita en ti valiosos recuerdos. Sentimientos y vivencias, lugares y personas, culturas y tradiciones, llaves y números, ... un compendio de memorias.

Aquí fue un día. Sólo un día el que nos revelas. Sin embargo fue un día especial también para mi. Por eso, aunque jamás hubiera sido mi intención superar el umbral de tus tapas para contarte algo, he creído que debía advertirte que, ese compendio de memorias que te cuenta en el silencio de la hermana intimidad son, en realidad, una imagen de su corazón.

Y es que, efectivamente y después de todo, tú bien sabes que siempre ha habido brujerías en el mundo.
juancar347 ha dicho que…
Por cierto, querido diario, se me ha olvidado comentarte (ya sabes que las prisas nunca son buenas) que entre las personas con las que compartí ese día de eméritos y visiones, hay, desde luego, muchisimo talento. Pero esto no se lo digas a nadie, que luego todo se sabe. Un abrazo, Eduard

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