Una luz al final del puerto de Pedraja: San Juan de Ortega

'...visitad la tumba de san Juan de Ortega -en el mundo Juan de Quintanaortuño-, otro pontífice y arquitecto iniciado que construyó el puente de Logroño, reconstruyó el del río Najerilla, levantó el hospital de Santiago de aquella ciudad y edificó la iglesia y la hospedería que llevan su nombre. Pero, además, como santo taumaturgo, se hizo famoso ni más ni menos, que por resucitar muertos. Así lo afirma al menos la leyenda' (1).



Este breve, aunque interesante periplo peregrino, finaliza, aproximadamente, diez kilómetros más allá de la ermita de Valdefuentes. Y lo hace, en uno de esos lugares especiales del Camino, en el que los canteros, dando muestras, una vez más, de su pericia y de sus conocimientos -no sólo geométricos, sino también astronómicos- dejaron, para la posteridad, una señal en forma de rayo de sol que, cada 21 de junio, coincidiendo con el solsticio de verano -en la apertura de esa porta coeli regida por Jano, el dios romano de las dos caras- penetra en la nave de la iglesia y alumbra el capitel románico dedicado a la Anunciación, uno de los genuinos capiteles dedicados al llamado ciclo de la Navidad. Me refiero, a San Juan de Ortega.

San Juan de Ortega, metafóricamente hablando, es como esa espinita que se clava en el corazón. Existe una especie de justicia poética, cuando no incluso romántica en éste lugar, y el peregrino puede comprobarlo, una vez dejados atrás los edificios anexos al templo -que conforman, entre otros, la hospedería, de dura piedra ensamblada, material primigenio que ha servido no sólo como vínculo con esa matriz ancestral de la raza humana, sino también como vehículo de transmisión cultural a lo largo de la Historia- una vez traspasado el umbral de una portada de sencillas florituras góticas, incluido el escudo con la flor de lis.

En la penumbra del templo, allá donde los absidiolos conforman dos recatadas capillas románicas, lazos fraternales trascienden más allá de las frías fronteras de la muerte: a la izquierda, el sepulcro del discípulo; a la derecha, la imagen venerada del maestro. Sobre la tumba del primero, una Virgen entronizada, con el Niño en el regazo, destaca en el centro de un retablo denominado del Juicio Final o de las Ánimas. A los pies de la imagen del segundo, numerosos exvotos confirman historias de devoción, de fe y de esperanza.

La sencillez de la tumba de uno y de la imagen del otro contrasta, no obstante, con la opulencia intranscendente del sepulcro de algún noble o de algún importante prelado -tanto monta, monta tanto-, situado en el centro, aproximadamente, de la nave. En el mismo lateral donde se localiza la imagen del maestro, es decir, de Santo Domingo de la Calzada, hay otro significativo retablo dedicado a la vida y milagros de un relevante anacoreta, San Jerónimo. Entre otros singulares detalles, conviene comentar la figura del león, que aparece manso como un cordero e incluso hace también las veces de bestia de carga, constituyendo, posiblemente, una alegoría al evangelista San Marcos o una referencia a la figura de Cristo: el que ruge solo en el desierto, por un lado, y el león de Judá, por el otro.

En definitiva, todo peregrino que acude a San Juan de Ortega, emprende de nuevo el Camino de las Estrellas con otra pequeña lección aprendida; una lección que podría resumirse, simple y sencillamente, con dos significativos adjetivos: sabiduría y humildad.





(1) Matilde Asensi: 'Peregrinatio', Editorial Planeta, S.A., 2006, páginas 67-68.

Comentarios

KALMA ha dicho que…
Hola Juancar! Así que es como una espinita ];), no la conozco pero entre tus palabras y la magia de las imágenes veo una serie de capiteles que están llenos de simbolismo, una anunciación tallada de una forma minuciosa ¡Perfecta! Y además,nunca había oído esta versión de la canción de la primavera, jaja, la hace más profunda que florida.
Besotes.
juancar347 ha dicho que…
Hola, bruja. Ya ves, me vino a la cabeza a medida que hacía la entrada y me pareció bien para describir algo que, más que nada por sus detalles, llega a acariciar el alma. Todo es simbolismo en San Juan de Ortega, incluidos los capiteles, la sencillez de la tumba del propio Ortega, los detalles de los retablos, alguna que otra marca de cantería..En fin, un lugar para verlo con tranquilidad y sentirlo. Un abrazo

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