Peregrino en Lena



'Santa Cristina se levanta, como una voz tiernísima, en la colina que está dominando todo el valle, conocido por el nombre de Vega de Rey, sobre el río Lena, próxima al pueblo de San Pedro de Felgueras...' (1).

No lo puedo evitar: siento una especial predilección por esta maravillosa iglesuca de Santa Cristina. No ha de extrañar, por tanto, que cada vez que emprendo la aventura de subir a mis Asturias queridas, una de las paradas obligatorias, sea precisamente aquí. Me agrada esa apacible tranquilidad que se siente cuando se deja atrás ese endiablado trasiego de prisas y circunstancias, de metas y locuras de acelerador, que es la Autovía Ruta de la Plata y se desliza uno como en una nube, por pueblines de casas dispersas, entre el cacareo vespertino de los gallos, el ladrido ocasional de los perros y ese sutil olor a pan recién cocido que escapa de las entreabiertas ventanas, mezclado con los aromas fuertes del café. Las ristras de panochas de maíz colgadas de los balcones de los hórreos. Los huertos ordenados, con las rabizas esperando ese caldero mágico donde se mezclarán con las patatas, las alubias y el copango para convertirse en ese maravilloso brebaje revitalizador que se llama pote. Ese camino empedrado, testimonio de una de las múltiples calzadas romanas que asciende hacia lo alto, flanqueado a un lado de árboles que dan sombra cuando la canícula amenaza con sofocar hasta al más aguerrido de los peregrinos, y al otro lado por extensos prados de hierba recién segada, donde retozan algunas vacas haciendo sonar constantemente las campaninas que cuelgan de sus cuellos. La visión de esa pequeña cueva, en la ladera, a mitad de camino, cerrada con una verja de metal, que posiblemente en tiempos albergara el cuerpo sacrificado y consumido de algún eremita pero que, siguiendo la tradición de todas las cuevas astures, seguramente sea la morada de un temido ser mitológico: el Cuélebre.
Tenía miedo de que las remodelaciones hubieran restado, siquiera una mínima parte de su encanto; acotado, siquiera una mínima nota de esa dulce voz a esta gloriosa arquitectura del período llamado Ramirense. ¿Seguiría intacto, en su interior, el maravilloso cancel visigótico, con sus diversas cruces, sus espirales y demás soberbias filigranas, heredad de un tiempo perdido?. ¿Habría invadido la deleznable luz artificial, esa cálida penumbra, esas suaves candilejas que invitan a dejarse llevar por el sosiego y el recogimiento, en un ejercicio de paz poco habitual?. ¿Seguiría conservando esa vieja puerta de madera, mostrando, no obstante orgullosa, los polisquélicos símbolos de unos ancestros celtas?. ¿Sería la guardiana, la misma persona que el año anterior, a la que apenas se siente y en la que nada interviene, una vez realizado el óbolo o pago de la entrada?.
Ultreia: todo seguía hechizadoramente igual. La iglesia permanecía inmutable, sólida en su soberbia constitución; ajena a los ruidos de la cercana Autovía; esperando, como el regazo abierto de una madre a los peregrinos que, una vez sosegada el alma y reposado los pies, no tardarían en emprender camino, dirigiéndose hacia el puerto de la Cobertoria para enlazar con la denominada Ruta de las Reliquias, atravesando concejos, viejos de pura Historia y memoria olvidada, como Quirós, Proaza y Teverga.
Et in Arcadia ego.

Datos de interés:

La iglesia de Santa Cristina de Lena:

Abierta de diciembre a marzo: de 11 a 13 y de 16 a 18 hs.
Abierta de abril a octubre: de 11 a 13 y de 16,30 a 18,30 hs.
Noviembre cerrado por vacaciones.
Lunes, cerrado por descando.
Persona de Contacto: Dª Mª Inés Faes Cienfuegos
Teléfonos: 985.490.525 y 609.942.153


(1) Jaime Federico Rollán Ortiz: 'Iglesias del Arte Asturiano', Editorial Everest, S.A., 1991, página 72.

Comentarios

Syr ha dicho que…
Cuando los armoniosos acordes de ese hermoso paisaje se unen al impacto emocional que provoca el resurgir de la huella indeleble del alma asturiana exiliada, se producen los momentos mágicos del viaje de un Peregrino en busca de las mejores esencias. Y es entonces, cuando el Peregrino se convierte en Caminante que verbaliza y escribe, no lo solo lo que todos ven, sino lo que él siente. Ante su nave, no basilical y su exclusivo iconostasio, no has inyectado parte de tus sentimientos y experiencias, elevándo la mera belleza de ese templo a un singular fenómeno emocional.

Un abrazo y bienvenido.
juancar347 ha dicho que…
Hola, Syr

Sé bien que este templo te provoca admiración y también gratos recuerdos. Cuando me encuentro ante lugares como éste, es imposible no dejarse llevar por el sentimiento e intentar (porque recuerda que toda búsqueda no deja de ser, en el fondo, un mero intento de encontrar la realidad) ir más allá de esas peculiares proporciones armónicas que se desarrollan en el espacio de algunos metros cuadrados, para entrever la importancia del entorno, de aprehender y sentir ese pequeño conjunto que se define con una sencilla palabra: armonía. No siempre se consigue, desde luego, y habrá templos más artísticos, más importantes, pero a la postre, también más carentes de producir en el observador las sensaciones que produce este querido templuco. Gracias por la bienvenida y gracias también por estar ahí. Como te dije, mi viaje no ha sido en balde, aunque para mis propósitos aún me quede mucho camino que recorrer por las Asturias y en breve os mandaré una pequeña prueba de ello. Un abrazo
KALMA ha dicho que…
Hola!
Gracias por traermos esta maravilla y por describirla, como solo el que lo vive lo puede hacer, desde esa fusión de alma y sentimiento.
Sabes, no me extraña que siempre repitas, Santa Cristina es mágica, la debió de crear un brujo visigodo que tras encontrar su paraiso en la tierra hizo una pócima perfecta, su forma, su entorno, sus firigranas, algunas me recuerdan a cuando era pequeña y doblaba muchas veces un papel y luego cortaba triangulitos.
Una vez más has traido mi recuerdo a través de tus fotos, por cierto, has añadido los datos, buena idea que yo conozco a una que la última vez que fue a Silos disfrutó de un asado en Covarrubias espectacular, pero se credó sin claustro, jaja.
Un besote.
juancar347 ha dicho que…
Hola, bruja.Me alegro que te guste esta visión de un lugar que, en realidad, ya puedo decir que he visitado innumerables veces, pero al que no me canso de acceder cada vez que la ocasión lo permite. Entender la hermosura, el misterio, la perfección de esta iglesia de Santa Cristina es intentar verla desde una perspectiva poética, que sólo se consigue a través de los ojos del alma. Es dejarse atrapar por su embrujo; un embrujo que tal vez, como muy bien dices, creó un brujo visigodo en un tiempo inmemorial para maravilla de las generaciones futuras.
Por otra parte, creo que puede resultar útil aportar datos de contacto, siempre que se pueda, pues eso evita darse con la puerta en las narices. Siento que no llegaras a tiempo para visitar el corazón de Silos, que bien que merece la pena, pero estoy seguro de que encontrarás otra ocasión y te resultará perfecto. Un abrazo
Alkaest ha dicho que…
16 de agosto de 1986, la senda asciende bajo el sol, y nosotros por ella.
¿Qué hay arriba que merezca la pena éste esfuerzo, en plena canícula?
Cuando se supera la cuesta, aparece en la cumbre un templo extraño, como sacado de algun episodio de Tolkien.
Y entrando a su penumbra suave, a su tenue frescor, se acrecienta la sensación de haber llegado a un lugar de ficción, a un mundo paralelo.
Allí se respira un aire intemporal, o al menos un aire antiguo -en el buen sentido del término-.
No nos extrañaría que, al salir, el bosque ancestral coronase de nuevo la cima sagrada. Y que, junto a sus robles centenarios, danzasen las ninfas, mientras los druidas entonan sus cánticos mágicos al recoger el muérdago sagrado con hoces de oro...
Hoy, 26 años después, me alegra comprobar que la magia del templo sobre la montaña, en Lena, sigue intacta.

Salud y fraternidad.
juancar347 ha dicho que…
Me enteré de que habían hecho trabajos de rehabilitación unos días antes de partir. Y aunque esté feo decirlo así, tan bruscamente, estaba acojonado por el resultado. En realidad, me llevé una grata sorpresa, porque por fortuna, tales trabajos, si los hubo, apenas se notan. Y tampoco me preocupé de preguntar en qué habían consistido. Preferí mantener una visión parecida a la que tan bien describes, que es como me gusta ver Santa Cristina. Me fascina esta ancestral maravilla. Por eso, como digo, cada vez que subo a mi norte querido, no puedo evitar detenerme unos minutos en ella. Un abrazo

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